lunes, 30 de noviembre de 2009

¡Què lo abra, qué lo abra! (Bitácora del orgasmo, noviembre de 2009)

Pocas costumbres me resultan tan anómalas como interrumpir una fiesta de cumpleaños para orillar al festejado a abrir los obsequios de los que se hizo en la reunión. Sin embargo, me parece pertinente acotar que semejante acción jamás había sido vista por un servidor o por alguno de los miembros de mi familia hasta que nos dio por asistir a las fiestas del “primo de un amigo” que es policía. Debo decir que el espectáculo presenciado resultó en sí mismo lamentable sobre todo si el invitado criticón, que dicho sea de paso, andaba buscando un tema para escribir un nuevo texto y compartirlo con una turba de lectores ansiosos, llegó a la fiesta sin regalo.

     El caso es que apenas habíamos terminado de degustar el pozole estilo guerrero preparado por la esposa del anfitrión cuando la hermana del festejado se paró a la mitad de la sala para gritar como una posesa que era hora de que el agasajado abriera sus regalos. A su vez, el aludido, cayendo en otro ritual que me parece todavía más ridículo que el anterior, se hizo del rogar un par de minutos hasta que todos los invitados al unísono lo alentamos a caminar hasta una improvisada mesita donde reposaban menos de diez regalos, lo cual no pude pasar por alto al considerar que en la casa había cuando menos 35 personas.
     El segundo detalle a pensar es: qué se le puede regalar a un sujeto que es policía y en cuya sala tiene un altar dedicado a las chivas rayadas del Guadalajara, lo cual es ejemplo claro de su mal gusto (me refiero a poner un altar ofrecido a un equipo de fútbol, en la parte de la casa donde se recibe a los invitados).
     El tercer detalle vino al abrir el primer regalo: un llavero. Este me parece el regalo más pendejo que se le pueda hacer a una persona pues considero que quien obsequia un llavero, demuestra su carente imaginación y sobre todo su repugnancia a regalar algo atractivo para el que recibe el obsequio. Luego del llavero vinieron unos zapatos de charol -¿quién regala zapatos de charol hoy día?–, un par de calcetines, una playera, dos calzones, una loción, un disco pirata de un cantante grupero y una caja de galletas Surtido Rico.
     Tras el lamentable ritual, todos tuvimos que chutarnos un forzado aplauso que motivó al festejado a emitir unas palabras de agradecimiento que a su vez, a mí me hicieron sacar las siguientes conclusiones: a) los invitados vieron muy fregadito al cumpleañero y de ahí el motivo de los regalos; b) el que lleva el mejor obsequio es el que impulsa semejante ritual pues quiere lucirse con quienes regalaron las cosas menos costosas; c) los pelagatos que no llevan ni un fuerte apretón de manos, son los que aplauden más fuerte pues con ello demuestran que es mejor dar afecto que comprarlo; d) los que huyen del espectáculo son los que regalan cosas piratas y con ello evitan ser evidenciados; e) el ridículo más lamentable lo hace quien abre los regalos pues deja al descubierto que su familia está formada por una montaña de tacaños; y, f) ¿qué turbia intención perseguiría el inventor de semejante costumbre para decidirse a detener la comilona y el bailongo a mitad de una fiesta para que el agasajado abriera sus regalos?
     Todo lo anterior es terrible pero eso se sacan las familias nacas por andar adoptando cosas del estilo de vida americano que ven en los programas que pasan en la televisión por cable.

domingo, 29 de noviembre de 2009

Su pornográfica majestad (Palabras Malditas, febrero de 2007)

Estoy saliendo con una chava a la que le encantan las películas pornográficas y todavía no se si considerarme afortunado por eso. Cualquier otro estaría maravillado de pasar las tardes con una mujer como esa, se atrevió a decirme la Duny dibujando en su carilla esa sonrisa pícara, señal de que se está poniendo cachonda. Respeto su opinión y la de aquellos que comparten su idea pero temo decirles que en mi relación, no todo es miel sobre hojuelas. Tengo que mantenerme con los ojos bien abiertos, a la expectativa. Encerrarse con una adicta al porno de lunes a sábado, requiere algo más que imaginación y ganas de fornicar al menor estímulo.

     Hace dos semanas por ejemplo, Su Pornográfica Majestad confesó que las películas que consumimos (así lo dijo, consumimos) las toma prestadas del librero de su hermano (con quien también comparte la renta). Dichas películas son parte de una cadena de prestamos que ha alcanzado a todos los vecinos del edificio en el que viven e incluso, a algunos distinguidos locatarios del mercado. En tono de broma me atreví a preguntar si no le asqueaba agarrar los estuches de las películas sin guantes y como única respuesta me encontré con la más brillante idea que a Su Pornocha Princess se le pudo ocurrir: a partir de mañana tú comprarás las películas. Y de la misma forma que una madre envía a su hijo al supermercado por algunas compras de emergencia, Pornita, sacó una libretita en la que redactó una lista de sugerencias que incluía actores, actrices, clasificaciones y hasta algún título anteriormente visto.
     Todavía recuerdo el entusiasmo con el que me habló de los fellatios de Jenna Jameson, las enculadas a Sky Lopez, las tetas de Nikky Nova, el culo de Silvia Saint, y claro, las vergas de Nacho Vidal y otros sujetos de los que no puedo recordar el nombre. Pero me sorprendió su mayor encomienda: si puedes conseguir algo de Aria Giovanni, te lo voy a agradecer, esa vieja me encanta. Me enloqueció la idea que quisiera hacerlo con otra mujer. ¿A quién no?
     Aquellas confesiones también me hicieron pensar que de ser hombre, mi Pornita Girlfriend tendría que ser en todo caso, mi mejor amigo. Escuchar aquello de su voz, era algo muy similar a presenciar las disertaciones de cantina sobre el calentamiento global, la baja en los precios del petróleo y el incremento en el precio de las tortillas. Sin embargo, no estaba con mi mejor amigo, ni estaba a la mitad de la cantina: ¡estaba con la mujer modosa, hija de familia y maestra de jardín de niños que cada domingo me obliga a asistir a misa, sentado al lado de sus padres!
     El universo tiene sus leyes y ahora, me siento una reacción de haber atendido a sus órdenes fielmente. Gracias a las compras que comencé a hacer para mi novia, algunos de los más distinguidos vendedores del mercado ya me hacen bromas sobre las callosidades de mis manos (sin mencionar que muchos han dejado de saludarme de mano). Por si fuera poco, aquel departamento 206, del residencial Los Tulipanes, se ha convertido en una especie de isla de la fantasía donde cada tarde hay que representar cuando menos tres ocurrencias de Su Pornográfica Majestad. ¿Quién dice que es fácil vestirse de electricista o plomero y coger con singular alegría, con un cinturón cargado de herramientas clavándose por todo tu cuerpo? Los disfraces son lo de menos, el problema son las extrañas posiciones que se le ocurren y una que otra escena en el balcón, las escaleras, el elevador o los tinacos del edificio.
     A la Duny todo aquello le pareció divertido, por eso ni se sorprendió cuando le confesé que Porno Queen, me dio a conocer su nueva idea: conseguir a otra chava que quisiera interactuar con nosotros. La Duny tiene un defecto: las expresiones de su cara. Observar su rostro en una charla equivale a descifrar lo que está pensando, tal vez esa fue la razón que me motivó a proponerle sin empacho que se anotara esa puntada en su trayectoria de vida. De ser afirmativa, su respuesta sería mi venganza. Conozco a Mi Pornográfica Majestad.
     Y la Duny aceptó.

     Llevo casi dos horas encerrado en el baño mientras ellas siguen tiradas en el piso de la cocina haciendo quién-sabe-qué-marranadas. Me siento muy turbado por todo lo que ha ocurrido, tan turbado, que apenas escucho sus gemidos.
     Hace cinco minutos decidí terminar unilateralmente a Mi ExPornográfica Majestad. Tal vez no elegí el mejor momento para acabar con esta relación pero la culpa la tuvo la Duny. Sabía que no se iba a quedar con los brazos cruzados y que prepararía alguna venganza. ¿Quién iba a pensar que llegaría con un montón de amigos gays y películas de ese género?
     He dicho que conozco las expresiones de su cara, por eso pude leer lo que la Duny estaba pensando apenas cruzó por la puerta. No entiendo por qué tenía que preguntarle a la Porn Princess si nunca se le había antojado ver la escena del trenecito, ya sabes, hombres con hombres, remató.
     Ahora no encuentro la forma de salir de aquí, no quepo por la ventanita y la puerta sigue custodiada por cuatro o cinco amanerados velludos. Pinche amiga... apenas salga de esta, me las pagara. Existen formas para acabar con los problemas y el suicidio es una opción. Reconozco que no estaba preparado para esto pero, en todo caso, prefiero morir como un mártir, asfixiado por el hedor mis gases antes que dar un paso a las nuevas experiencias.

martes, 24 de noviembre de 2009

Aforismo a mis detractores.

Hay estúpidos que pregonamos amor por dedicar una palabra linda a una chica de la misma condiciòn; sin embargo,otros, doblemente estúpidos, censuran esta expresiòn porque no tienen los huevos para decirlo, ni la inteligencia para inventarse algo mejor.

lunes, 23 de noviembre de 2009

Se busca al (nuevo) amor de mi vida.

Si de errores vive el hombre,
entiendo porque sigo en la tierra.

Soy un pendejo, afirmación que deseo quede asentada con letras mayúsculas en este texto para resaltar mi sentido de autocrítica. El caso es que miércoles anterior me dispuse llegar a Ciudad Universitaria en un horario en que sólo pueden hacerlo los estudiantes de la UNAM y los desempleados.
     Tras soportar el martirio que representa viajar en una combi con otras 19 personas (cuando el cupo real es para 15 humanos siempre y cuando no sean timbones como un servidor), ingresar al metro Cuatro Caminos tacleando viejecitas que transportan más bultos que un cargador de La Merced; trasbordar en metro Hidalgo con el GPS cerebral averiado; cederle mi lugar a un mocoso llorón que no dejó de hacerme preguntas pendejas hasta el metro Universidad; equivocarme de ruta, subirme a un Pumita* que me llevó a la casa de la chingada y preguntar cómo recomponer el camino poniendo cara de idiota; y lo peor, no encontrar un puesto de comida digno de mi nueva dieta, arribé al auditorio indicado por Gerardo Meneses –mi anfitrión, para la presentación de su libro La Aborrecida Escuela– con una puntualidad que los mismos ingleses envidiarían.
     Durante los siguientes cincuenta minutos sufrí más que el autor del libro pues la última versión de mi “texto presentador”, revisado y corregido a la 1:45 pasado meridiano, de ese mismo día, no se encontraba a la altura que el Dr. Meneses merecía. Estaba a punto de sentarme a revisarlo para darle un retoque final cuando hizo su arribo Alias el Hacs, un sujeto al que tenía mucho interés por escuchar ya que el Dr. Meneses, tiempo atrás, había compartido algún video de ese sujeto y en honor a la verdad, me había prendido.
     Tras las salutaciones de rigor, una generosa ensalada de verduras llegó a mis manos y con ella un par de estudiantes de la facultad que, atragantándose de papitas con salsa “valiente”, tuvieron la amabilidad de sentarse a escasos dos metros de mi languidecida flora intestinal. Minutos después, arribaron Israel Miranda, Moon(ica) Gameros y Lisa Björk. Faltaban escasos minutos para que diera inicio la presentación cuando por arte de magia sucedió lo impensable: mi teléfono fue poseído por los espíritus de gente que nunca tiene la amabilidad de llamarme, salvo cuando me dispongo a presentar un libro. Abandoné la sala con el fin de dar rienda suelta a mis neurosis y ahí me encontré con ella: el nuevo amor de mi vida.
     Reitero que soy un pendejo bien hecho y por eso, al encontrarme de frente con aquella chica de cabellos trenzados tuve que hacer de tripas corazón y fingir que el mundo seguía con su ruta normal lo cual, en mi caso, era totalmente falso porque a partir de encontrarme con su preciosa estampa todo mi sistema planetario giró en una dirección diferente. Ni siquiera pude percatarme en qué momento mi interlocutora me había mandado al carajo y mucho menos, que el teléfono seguía vibrando a la espera de que respondiera una nueva llamada. Durante los ciento siete minutos que duró mi nueva conversación pude percatarme de la hermosura de aquella chica cuyo silencio daba la impresión de una arrogancia sólo digna de ella. Regresé a la sala. En la mesa ya se encontraban Homero A. Martínez y Melchor López. Verónica Mata, cámara de video en mano, estaba lista para grabar e Israel Miranda repartía botellitas con agua. Segundos después, maldije que Israel se hubiera puesto guapo con el líquido vital, al percatarme que el nuevo amor de mi vida se acercaba al estrado para hacer una nueva repartición de la cual fui fatídicamente excluido por el simple hecho de tener una botella frente a mis narices, por lo que tuve que fumarme el dolor de que la chica pasara de largo sin siquiera voltear a verme.
      La presentación comenzó.
     Súbitamente, Meneses me hizo saber que por democrático dedazo me tocaba abrir los comentarios, responsabilidad que me hizo experimentar estertores abdominales y por consiguiente, la sensación de que el mundo había regresado a su tránsito normal.
     Por un acto reflejo de mi tradicional pendejés y sintiéndome muy verga –como si presentar poemarios fuera un trabajo que hago todos los días–, comencé a barajar las hojas de mi texto lo que tuvo como consecuencia que a la hora de la verdad, tuviera que improvisar con un monólogo de lamentable formato. Pero lo peor es que en mi improvisación se me ocurrió fijar la mirada en alguien que me inspirara, y claro, me decidí por el nuevo motor de mi vida, lo que ocasionó que se me olvidará la frase con la que daría inicio mi disertación. Afortunadamente pude enderezar el camino (ya lo había hecho un par de horas atrás cuando me equivoqué de Pumita) y todo transcurrió de forma aceptable, incluso, arrancándole algunas sonrisas a los presentes. Después de eso y, mientras el resto de la mesa charlaba y Alias el Hacs ponía el evento a tono con sus rolotototas, para mí sólo estuvo ella, la chica de la blusa ceñida, jeans ajustados y el caballo tejido en dos inquietantes trencitas que me retornaron a la escuela secundaria, de la que nunca debí salir.
     Como una burla a mi fanatismo instantáneo, en un abrir y cerrar de ojos ella desapareció de mi vista. Lamenté no haberme acercado para preguntarle su nombre y reafirmé lo que ya he dicho en tres ocasiones anteriores: soy un pendejo. Si me hubiera atrevido, estoy seguro que este texto nunca se hubiera escrito y en cambio, un cuento o una novela hubieran podido comenzar a trazar.

Se busca al nuevo amor de mi vida.
Nombre: Se desconoce.
Señas particulares: aires de inteligencia natural; silenciosa y arrogante, condición que la dignifica al estatus de semidiosa; cuerpo labrado a mano por un Dios en el que no creía hasta antes de verla.
Se le vio por única vez en la Facultad de Ciencias Políticas y Sociales. Si usted conoce su paradero y otros datos que puedan serme de utilidad, sírvase dejarme un mensajito.

* Pumita: nombre coloquial que se le otorga al Pumabús que es el transporte interno de Ciudad universitaria.
**No soy tan pendejo pues tuve la astucia de tomarle una foto que tatuará su imagen hasta el día en que pueda verla de nuevo

jueves, 19 de noviembre de 2009

La aborrecida escuela. Texto no leído en la Facultad de Ciencias Políticas y Sociales, UNAM. (Noviembre 18, 2009)



Existe una institución formativa cuyo slogan asevera tajantemente: “porque yo si quiero ser alguien en la vida.”

     Esta afirmación parece ser pertinente en esta ocasión ya que automáticamente puedo hacer un ejercicio de contrición y preguntarme: ¿para ser alguien en la vida es forzoso pasar por la escuela? Les pregunto a ustedes: ¿qué será mejor, estar aquí encerrados entre estas cuatro paredes o tirarse en las islas a disertar con los camaradas sobre el sentido de la vida? ¿Su futuro estará asegurado cuando salgan de la licenciatura y engrosen las filas del desempleo o en el mejor de los casos, del subempleo?
     Al presentarme en este espacio no tengo la intención de evangelizar con conceptos pedagógicos sino compartir con ustedes los pensamientos que me fueron manando mientras leía por vez primera La aborrecida escuela. Dejo mis primeras preguntas en el aire y pienso en la forma en que la escuela nos jode la existencia, lo cual, me lleva a recodar un comentario que le escuché a un conocido escritor, impulsor de la literatura basura: “mis padres debieron odiarme mucho; tanto, que hasta me enviaron a la escuela”. En ocasiones, me da la impresión que esta aseveración es cierta porque todos sin excepción somos aventados a la escuela sin opinión mediante. Es como lanzarse a un barranco y con ello descubrir que: 1) no somos capaces de volar porque no somos pájaros, 2) descubrir que los madrazos duelen, y 3) que hay que ser pendejos para tirarse de un barranco sabiendo que no somos aves y por lo tanto, no podemos volar. Lo anterior, al ser trasladado a la escuela nos deja sin opciones porque somos lanzados al barranco escolar para darnos dolorosos madrazos y al final, pensar que de haber tenido capacidad de decisión en la infancia, muchos hubiéramos optado innegablemente por la vagancia aunque luego nos hubiéramos lamentado por no haber aprovechado la oportunidad de ser alguien en la vida.
      El caso es que ingresamos a la escuela con o sin llanto y una vez adentro, nos encontramos con una serie de eventos que tenemos que aprender a brincar pues dicen que lo que ahí se vive es una especie de adiestramiento que nos enseña a escala lo que vamos a sufrir en la vida real.
     No dudo que en esta sala, existan quienes defiendan la existencia de la escuela fundamentados en teorías bien sesudas que me abstendré de retomar porque reconozco mi total incapacidad para retomar teorías y discutir con ellas. En cambio, también sé que también hay quienes comparten una visión idealista de la institución educativa y que claman por su transformación radical o su destrucción, pero en cualquiera de los dos casos, la escuela ha trastocado nuestras vidas y en algún momento hemos rechazado su mecanismo de funcionamiento.
     Supongo que en el momento en que Gerardo decidió concebir este poemario transitaba por un momento de catarsis en el que la única opción para salir fue darle patadas a la cuna que lo había arrullado y para ello se necesita muchísimo valor porque la mayoría de los educadores somos formados en una especia de ejército en la que se nos instruye a respetar principios aunque no creamos en ellos. Así, es la educación en general. Pero este ejercicio de patear lo más sagrado de nuestra sociedad es un deporte que todos tendríamos la obligación de practicar con frecuencia pues es a partir de ello donde redescubrimos el verdadero valor de las cosas. Y eso es lo que precisamente queda plasmado en La aborrecida escuela, el valor de la institución que irremediablemente nos trastoca entremos o no en ella.
     Escrita en base a calificativos dolorosos –principalmente para quienes somos educadores– pero nunca ofensivos (aunque muchos opinen lo contrario), este poemario se equilibra con frases que van de lo doloroso a lo divertido y de lo sentimental a las magníficas evocaciones que nos hacen disfrutar el dolor de haber sido parte de la escuela. Por ejemplo:

Ella es tan drástica
Como insalvable
Institución vacua
Deslavada infraestructura
Aparato del orden superestructural
(cuidado que se puede derrumbar el techo si se repiten estas palabras)

Vulnerable y ruin
Irracionalidad disciplinada
(que invariablemente me hace pensar en las bolitas que alguna de mis maestras me ponía y en los palitos que aprendí a hacer después)

Segregas sin decir que lo haces
Sútil
Violenta
Cabrona
Venenosa
(¿cuántos alumnos son rechazados año con año de esta y otras escuelas?)

Muro torturador de niños
(que en el peor de los casos acaban siendo maestras)

te dices pública cuando ya no lo eres
vendiste tu secreta lozanía
y el postor no fue el mejor
(sin palabras)

Como ya lo mencionaba anteriormente, las claves de La aborrecida escuela no son todas pesimistas; también existen retratos evocadores de nuestros momentos más agradables:

Corazones en muros, pizarrón y libretas
Mochilas porterías, sexo en el cerebro, álgebra existencial
Golpes, besos, fálicos palíndromas, grafitos en el baño
(viví la secundaria, me queda claro)

El poema que da título al poemario es contundente:

Aborrecida escuela
Abandonaste la oportunidad
Del pliegue y el despliegue
Que cultivan al ser
Te volviste PNL (puro neo-liberalismo)
Sensibilidad adormilada
Emancipación perezosa
Casa del entrenamiento…

     Decir estas palabras en este lugar es un placer inmenso pues me siento como un ente cancerígeno que puede carcomer las entrañas de la escuela sin que ella pueda hacerme algo… pero no lo necesita, porque ya lo hizo desde mucho tiempo atrás.
     La aborrecida escuela es un texto pequeño cuyo peso real tiene que ser valuado por el gramaje de cada palabra, de cada frase, de cada alusión. Se trata de un texto obligatorio para todos los educadores en formación y para los estudiantes en formación, y en general, para todos aquellos que se digan dignos de ser idealistas, pesimistas u optimistas.
     No me queda más que agradecer a Gerardo Meneses el haberme hecho partícipe de este texto pues en su lectura viene un nuevo rumbo para mi vida como educador, como roquero y como persona. Larga vida a la educación y la escritura de su autor.

El acosado (Tiempo de sueños, julio de 2002)


Mireya y Marisol se encuentran todos los días a las 8:30 a.m. en la estación del metro Cuatro Caminos, debajo del reloj, para no complicar el encuentro. Las dos chicas se conocen desde la infancia cuando eran vecinas en la colonia Las Américas. Han compartido casi todo: “Hasta los novios” recuerda con picardía Mireya, mientras espera el arribo de su amiga. Conocen de sí el mínimo detalle y en ocasiones, basta sólo una mirada para saber lo que la otra está pensando.

     Mireya es una pelirroja de piel blanca, de un metro con setenta y dos centímetros de estatura, poseedora de unas bien torneadas piernas y unas caderas de ensueño. Ella es el complemento perfecto de Marisol, una morena de un metro con setenta centímetros de estatura cuyos pechos son su principal atractivo.
     Las dos amigas, sabiéndose poseedoras de un encanto especial, nunca han titubeado en utilizar su belleza para provocar a algunos incautos del sexo opuesto. El lugar preferido para hacerlo son los calientes vagones del metro. La metodología a seguir para su diversión consiste, en primer lugar, en elegir un hombre –nunca con alguna característica en especial- y posteriormente arribarlo durante la batalla por encontrar un siento vacío. Ellas, por supuesto, nunca buscan el preciado lugar. Una vez dentro del vagón, Mireya –quien comúnmente usa minifalda- se coloca adelante del elegido lo bastante pegadita para que el macho pueda sentir lo que es una mujer. Una vez que ha conseguido el arrimón, Marisol se postra detrás de la víctima y coquetamente comienza a restregarle los pechos contra la espalda. Este agasajo dura invariablemente hasta la estación Bellas Artes –la estación donde bajan ellas– y si no imaginan por qué, basta con ponerse en el lugar del sujeto.
     El juego de cachondear pasajeros lleva cerca de un año y desde entonces, sólo en un par de ocasiones, los elegidos han desistido antes de que ellas lleguen a su destino.

     - Es probable que hayan sido mochos, de esos que tienen sentimientos de culpa si se atreven a ver a otra mujer –diserta Mireya con cierta suspicacia.
     - … o gays –atina a corregir de inmediato su amiga con la docta sapiencia que la caracteriza.

     El resto de las ocasiones han tenido la suerte de encontrar de todo, desde el joven o el viejito que las sigue hasta la entrada de la tienda de ropa para caballeros en la que trabajaban hasta el burócrata que cree haberse levantado esa mañana como un ser irresistible ante las féminas. No ha faltado el que perdiendo la noción del juego les ha propuesto que terminen el jueguito en un hotel, depreciando sus invaluables encantos a un “quinientón”. Pero esa parte es la que vuelve interesante el juego pues a las dos amigas les encanta compartir las reacciones de los caballeros que provocan y pasar toda la mañana discutiendo sobre ello, aunque, por otro lado, existe otra parte –menos común– que también es gratificante y que consiste en recibir inesperados regalos de quienes han quedado prendidos de su coquetería: ramos de flores, chocolates, enormes muñecos de peluche y perfumes, siguen apareciendo ocasionalmente en la boutique, lo que ya no provoca sorpresa a sus compañeros de trabajo.

      Sin embargo, de un par de días a la fecha, el juego no ha resultado como ellas lo planean pues extrañamente los hombres que suelen arribar les huyen de inmediato, o simplemente, de manera respetuosa, se hacen a un lado:

     - ¿Estaremos perdiendo nuestro encanto? –se atreve a preguntar Mireya con una lasciva inocencia que la mueve a estrujarle los pechos a Marisol.

      Sin esperar la respuesta, ambas corren a uno de los probadores de la tienda y comienzan a despojarse de la ropa hasta quedar completamente desnudas. Impacientes, se auscultan mutuamente mientras intentan encontrarle algún defecto a las cualidades que por años las han hecho sentirse deseadas. Luego de unos minutos de especulaciones comienzan a vestirse. Desconsoladas, salen del aparador sin tomar en cuenta que desde hace tres noches el gobierno del Distrito Federal había ordenado la sanción inmediata de todos los acosadores que operan dentro de las instalaciones del metro.
      Al conocer casualmente esta noticia gracias a la charla de dos clientes las amigas tienen un sentimiento de alivio aunque también quedan con cierta insatisfacción pues la nueva disposición de gobierno rompe con su lúdico cometido. Tras unos minutos de silencio Mireya se muestra optimista:

      - ¡Piénsalo, manita! No puede haber acoso si nosotras no denunciamos.

      La exactitud en el razonamiento de su amiga mueve a Marisol a saltar de su silla para premiarla con un abrazo.

      Son las 8:30 de la mañana. Mireya espera a su amiga, como siempre, debajo del reloj. Hoy luce radiante pues lleva puesto ese conjunto entallado de dos piezas, color blanco, que sólo usa en ocasiones muy especiales. Sobre la tela ajustada de la falda se aprecian los coquetos trazos de una provocadora tanga. Al percatarse del efecto que genera entre la multitud, sonríe satisfecha. Un minuto después llega Marisol que, generosa, porta un provocador escote; ella viste completamente de negro lo que acentúa sus formas y le roba las miradas a quienes contemplan a su amiga. Tras el saludo recorren con la mirada el andén buscando al elegido del día. Ambas depositan la mirada en joven musculoso con cara de niño y facha de intelectual. Siguiendo la metodología acostumbrada, las amigas se colocan en posición de ataque desde antes que arribe el convoy.
     Al llegar a la estación Panteones, Mireya ya puede sentir la rigidez del sujeto restregándose en sus nalgas. El reflejo del sujeto en la ventana la hace sentirse satisfecha. Marisol, por su parte, aprovecha los repentinos empellones del convoy para machucar sus senos contra la frondosa espalda del fortachón. “Fue una buena elección”, piensa Mireya mientras disfruta de los atrevidos roces del hombre quien es envidiado por todos los sujetos que observan aquella escena. Al llegar a Bellas Artes las dos chicas permanecen en su estáticas, ninguna tiene deseos de abandonar aquella maravillosa experiencia. Es en la estación Chabacano que Marisol marca el alto: apenas se abren las puertas del vagón, la chica aprovecha para salir y para salvar a su compañera de tan placentero cachondeo:

     - Estoy segura que si nos seguimos a Taxqueña, perdemos, amiga –dice Mireya a Marisol, en una especie de agradecimiento que lleva implícito un reclamo.

     Tras unos segundos de respiro, las amigas caminan hacia las escalinatas que las llevan a la dirección contraria. Sus pasos son lentos y ambas dibujan en la cara una mueca de insatisfacción. Mireya parece molesta pero no se atreve a reclamar. Las dos caminan en silencio saboreando aun esa sensación nunca antes vivida. De pronto, como una bella ilusión, aparece el fortachón dirigiéndose hacia ellas. Marisol pone al tanto a su compañera que de inmediato cambia su semblante.

     - ¡Vamos de regreso amiguita! –festeja la morena.

     Al percatarse de la llegada del convoy las dos chicas pretenden adoptar sus posiciones pero un instante antes de dar el primer paso sienten que dos manos fuertes las sujetan y les impiden avanzar. Creyendo que se trata del fortachón, las amigan dan media vuelta sólo para toparse con la triste visión de dos policías. El más arrogante se dirige a ellas tornándose un tanto dictador.

     - Buenos días, señoritas. Disculpen la molestia pero el joven, aquí presente, se ha quejado de ustedes alegando que durante el trayecto ustedes cometieron acoso sexual en contra de su persona. De hecho, hay testigos que lo corroboran. Sin querer causarles molestias, esperamos que tengan la gentileza de acompañarnos…

     Sin poner resistencia, las amigas avanzan junto con los policías que sorprendidos, sólo atinan a observar al ofendido de vez en vez.

El sueño de Coral (Tiempo de sueños, junio de 2003)



Pétalos de rosa esparcidos entre nosotros,

creando barreras que nos unen.
Es tu deseo y mi placer es hacerlo realidad.

Sábanas blancas que te cubren,
que se convierten en promesa.
Es mi deseo y tu placer es hacerlo realidad.

Oscuridad y penumbra minimizada por la luz
que ofrece el brillo de tu cuerpo;
liberación
libertad para hacer y deshacer.
Es tu deseo y mi placer es hacerlo realidad.

Posarme entre tus piernas
mientras estrujas tus senos;
tiernas caricias
sonidos de piano
melodía perfecta de nuestros roces susurrantes
que se convierten en gritos desbocados por el placer.

Zonas prohibidas
refugio que se esconde
entre la apacible oscuridad invadida ante el primer impulso.
Posesión total
Es mi deseo y tu placer es hacerlo realidad.

Lentitud transformable
rapidez que anhela ser llamada
y posarse entre tensiones
y espasmos
convulsiones que te llaman
que te ansían
que te desean
que te obligan a liberar tu alma.

Impulsos que te convocan
que te invitan a esperarme
a recibirme
a besarme
y abrazarme.

Cuerpos fríos que se humedecen
ante la llegada de mil caricias
elevadas
hambrientas
que no dejan sosiega tu piel.
Estar en tu cuerpo nuevamente.
Es mi deseo y tu placer, hacerlo realidad.

Espérame entonces,
no te abandones a la soledad que mi silencio
te ofrece.
No te abandones,
ni me abandones
que una de estas noches
volveré a estar frente a tu puerta
pidiendo permiso para entrar
para besarte
acariciarte
poseerte
y nunca,
-nunca más-
salir de ti

Es tu deseo:
aquí estoy,a punto de hacerlo realidad.

lunes, 16 de noviembre de 2009

Entrevista con Dr. Wagner Jr. (Palabras Malditas, abril de 2008)

Naucalpan, México. La noche viene acompañada por un ligero frío que sorprende a quienes transitan por la calle. Es jueves, día en que el trajín habitual en el centro de Naucalpan se ve alterado por aquellos que caminan rumbo a la arena a presenciar la función de lucha libre.


     A unos metros de mí, Cesar González, mejor conocido como Silver King, se muestra orgulloso al contemplar el cartel que lo anuncia en la lucha estelar junto con su hermano y Fantasma. Avanzo unos pasos con el fin de saludarlo. Con la sencillez que le otorga la grandeza de su sangre, el hombre que personificó al prepotente Ramsés en la cinta Nacho Libre, se muestra amable y se da tiempo para intercambiar unas palabras conmigo. Al despedirse, lo veo caminar hasta donde lo esperan tres hombres. Nadie imagina que uno de ellos es Dr. Wagner Jr. No porta su máscara, pero sé que se trata de él porque minutos después lo encuentro en la entrada de la arena: es la misma camisa y el mismo saco. Y mientras Silver King me palmea la espalda como quien se reencuentra con un conocido, Dr. Wagner Jr. –que ya porta una hermosa capucha negra-, me da la mano amablemente, al igual que el séquito de gente que lo acompaña. Aprovecho para solicitar una entrevista para Palabras Malditas. Una bella mujer que camina detrás del luchador me dice que la busque durante la función para quedar de acuerdo. Así lo hago.
     Tras el apoteótico encuentro final, la mujer me invita a seguirla hasta donde Wagner Jr. atiende a su público, se toma fotografías y reparte autógrafos. Es así como el gladiador de la fina estampa, la máxima figura de la lucha libre mexicana, accede con toda amabilidad a charlar unos minutos con Palabras Malditas.

PALABRAS MALDITAS: ¿En que momento se encuentra tu carrera?
DR. WAGNER JR.: Mira, tú sabes que uno puede escribir muchas cosas, pero ante todo el público es el que me da el sitio, el lugar, la idolatría. Tú lo viste esta noche. El público me estaba dando el apoyo… primero se lo daba al bando oponente, de acuerdo, yo salí a hacer lo mío, lo que yo sé hacer desde hace 22 años y que se traduce en amor a este bello público.

LUCHA ENTRE FAMILIAS

PALABRAS MALDITAS: A este respecto, el duelo que acaba de sostener fue con otra familia que ostenta un apellido de abolengo en la lucha libre: Reyes (los Capos Juniors o Los Dinamita), aunque es común que sostenga delirantes batallas con otros luchadores continuadores de la tradición familiar como el Hijo del Perro Aguayo ¿Has logrado formar una dinastía junto con tu hermano?
DR. WAGNER JR.: Claro… el legado Wagner nos lo heredó mi padre. Mi padre, que durante mucho tiempo nos enseñó la disciplina de este bello deporte, donde debemos enseñarnos a respetar y respetar a nuestro público que nos da el apoyo.

¡WAGNER RUDO!

PALABRAS MALDITAS: Aunque lleva varios años militando en el bando técnico, Wagner es reconocido como un rudo excepcional, lo que ha llevado a varios de sus contrincantes a cambiar de bando. En las arenas no es extraño escuchar que la gente le pida su cambio al bando de los malos. ¿Qué le dices a la gente que pide a un Dr. Wagner rudo?
DR. WAGNER JR.: Únicamente que ellos me ponen en el sitio que quieren, si me dan el aplauso o me dan el abucheo. Yo sé dominar las dos escuelas, tanto la ruda como la técnica. Entonces, lo que ellos decidan. Yo estoy para entregarles lo que ellos quieran.
PALABRAS MALDITAS: Los gritos de apoyo en las arenas donde se presenta Wagner o los Hermanos Wagner (como son conocidos él y Silver king), son impresionantes siendo común que las loas a su nombre opaquen el apoyo de sus rivales. ¿Qué siente el Dr. Wagner cada vez que sube al cuadrilátero?
DR. WAGNER JR.: Mucha emoción, mucha alegría al ver que los lugares se abarrotan a la presencia de Wagner. El encuentro con el público es maravilloso. De veras yo les agradezco humildemente… Muchas gracias por esa asistencia cada vez que se presenta Wagner. Si el público me da el aplauso yo estaré ahí, con ustedes.

LA GRANDEZA DEL NOMBRE Y LA SENCILLEZ DE LA SANGRE

PALABRAS MALDITAS: A diferencia de otros luchadores Wagner goza de una popularidad que no se consume y que al contrario, parece ir en aumento. Para muestra está la exigencia del público del CMLL para que regresara luego de su ausencia tras la función de aniversario. También están los llenos a reventar en las arenas donde se presenta y el acecho de la prensa para hacerle entrevistas, a las que accede sin poses y sin exigencias ridículas como es el caso de otros luchadores. ¿A que le debes esa fama y cariño del público?
DR. WAGNER JR.: Únicamente a la trayectoria que he llevado, que no es de cuatro o cinco años. Son 22 años de mucho trabajo, de mucha entrega, de mucho sacrificio, de mucha perseverancia y constancia, y ante todo, que el público es quien sabe reconocer a los que somos los verdaderos luchadores, los que tenemos una herencia y nos hemos formado a raíz de un camino muy largo, de mucho sacrificio y de muchos aplausos por parte de ustedes, de la prensa, del público. Esto no se forma en poco tiempo sino a través de los años, la experiencia y la perseverancia.

RIVALIDADES.

PALABRAS MALDITAS: Las rivalidades de Wagner se han incrementado con el paso del tiempo, curiosamente con luchadores de su propio bando. El público se ha quedado con las ganas de ver duelos por las máscaras con otras figuras igualmente famosas y peligrosas. Principalmente, hay tres luchas pendientes L.A. Park, Atlantis y Místico…
DR. WAGNER JR.: Son encuentros muy importantes que poco a poco se irán definiendo. Ya encontraremos el lugar y el momento donde nos podamos enfrentar por algo importante. Únicamente que ellos sigan preparándose, porque todos los días estamos ante un nuevo reto. Yo estoy aquí, con mucha constancia, pisándoles la huella.

DR. WAGNER JR. Y LAS PALABRAS MALDITAS.

PALABRAS MALDITAS: ¿Wagner es lector?
DR. WAGNER JR.: Claro. Tú sabes que hay que cultivar los conocimientos día a día. Aprovechar lo que esta tierra maravillosa nos da. En los libros se encuentra algo diferente que hay que descubrir y algo diferente que hay que aprender. Día a día vamos evolucionando como seres vivos.
PALABRAS MALDITAS: ¿Cuál es el autor o libro preferido del Dr. Wagner?
DR. WAGNER JR.: Son varios… no tengo un autor o libro preferido. Tú sabes que hay que tomar de todo para aprender.
PALABRAS MALDITAS: Ya pasa de media noche y Wagner aun tiene que atender a varios de los seguidores que lo esperan ansiosamente. ¿Qué le puedes decir a la gente de Palabras Malditas?
DR. WAGNER JR.: Que estamos aquí en la tierra para ser mejores, para aprender de la naturaleza y descubrir lo que hay en ella. No se queden allí, perezosos ni ociosos, al contrario: acabemos con el mundo, porque el mundo nos puede acabar.

Dr. Wagner Jr. me recuerda con esa voz estruendosa que lo caracteriza: “¡En mi casa y con mi gente, se me respeta!” Dicho lo anterior, me da la mano y se aleja a atender a un niño que porta un póster con su imagen.
Con la entrevista de Wagner, un autógrafo y una máscara negra original, como la que el gladiador portaba al entrar a la arena, Máscara Maldita, sube al cuadrilátero y desde ahí observa la magnificencia de la sangre de la dinastía Wagner.

domingo, 15 de noviembre de 2009

Almudena (Palabras Malditas, diciembre de 2006)



Me resulta imposible definir qué es exactamente lo que me gusta de ella. Pueden ser sus ojos, sus labios o su cabello alborotado. Mejor aún, siento una enorme atracción por su actitud desfachatada y al mismo tiempo, despectiva; siento un encanto a la forma de observar a todos los que tienen la osadía de cruzarse en su mirada; me siento seducido por la pose que adopta cuando se lleva el cigarrillo a la boca. No me cabe la menor duda que esa condición retadora es capaz de desencadenar en mi mente, pasajes que pueden resultarme perturbadores durante noches enteras, de aquí en adelante.

     De tiempo atrás le he tomado afecto a los bares, en especial en el que me encuentro ahora, siempre con la esperanza de que un día, por esa puerta, aparezca una mujer solitaria, bella, sin prejuicios hacia la estética y que al percatarse de mi soledad, exija al mesero mi presencia en su mesa. Hasta hoy, eso sólo había sido parte de un sueño a pesar de que a diario entran decenas de mujeres hermosas e igualmente, solitarias. Y no es que las puertas de los bares les provoquen repulsión o susto a mujeres hermosas como la que tengo frente a mí, sólo que ellas también tienen sus exigencias. Seguro esperan a un hombre solitario y guapo, un adonis dispuesto a pasar por alto la falta de lipstick y maquillaje apenas entrada la madrugada.
     Reparo en que me he atorado en mis pensamientos. Miro el reloj fingiendo desesperación por la tardanza de alguien que sé, nunca llegará. Modifico la posición en la silla, pongo la espalda recta y las manos en puño, una de ellas sosteniéndome la barbilla; ha llegado el momento de parecer un hombre interesante. Ella también mira el reloj pero ni se endereza ni nada, sólo toma la botella y bebe un trago largo de cerveza mientras se da el tiempo de estudiar detenidamente al sujeto que cruza a toda prisa la puerta. Siento envidia por no poder ser él. Parece fastidiada.
     Sus pantalones ajustados me permiten saborear la exquisitez de sus caderas mientras que la blusa blanca, es un buen pretexto para soñar con lo que apenas se puede percibir de su ropa interior. Tengo la necesidad de robar esa imagen por si acaso, no lograra nada; llevarla como un souvenir y ya en casa ponerla bajo las sábanas para aliviar el espacio enorme que desde hace tiempo se encuentra dispuesto en mi cama.
     No soy del tipo de hombres que mandan recaditos con el mesero pero esta tarde si me veo obligado a hacerlo, no me detendré. Por si acaso, acerco el servilletero. Si no fuera porque confío en mis deseos, me aproximaría hasta su mesa y anteponiendo cualquier obviedad, me jugaría un minuto de su atención. Prefiero esperar, después de todo, cada minuto transcurrido es una nueva posibilidad. Tal vez si me levanto y camino detrás de ella pueda observar el nacimiento de sus senos, saborear la suavidad de su piel o simplemente confortarme con la grata visión que siempre ofrece el encaje de un brasier. Nada puedo perder. Ella saca un bolígrafo y comienza a garabatear sobre una servilleta. Mi sueño parece prosperar. Tal vez a ella si le agrade enviar invitaciones con el mesero.
     Pido una nueva cerveza mientras reviso el siguiente paso de una estrategia que no me había trazado con anterioridad. Me gustaría ser como esos ancianos de intachable moralidad, que muy a pesar de los hijos y los nietos a cuestas, aun tienen la capacidad de cargarse jovencitas dispuestas a dejarse llevar hasta un hotel para ser seducidas por el peso de una gruesa billetera.
     La chica… mi chica, se levanta. Puedo degustar sus nalguitas respingadas apenas comienza a caminar. Con un abrazo imaginario calculo la estrechez de su cintura. Podría perderla entre mis brazos durante días continuos sin parar. Los sujetos de una mesa lejana gozan su precipitada y efímera presencia. Mi chica les deja una mirada desdeñosa que no pasa desapercibida. Ella se detiene frente al teléfono, deposita unas monedas y después de unos segundos parece maldecir. Se ve tan hermosa con esa nueva actitud que mataría por estar en el lugar de aquel que está siendo insultado. Saboreo el movimiento de sus labios y me imagino besándolos primero y recorriendo todo mi cuerpo, después.
      Repentinamente azota la bocina y regresa a su lugar. Los de la mesa cercana se complacen con los movimientos de su andar. Comentan algo y se carcajean. En ese momento caigo en la cuenta que bajo mi pantalón vive una erección que a toda costa busca suavizarse. Si tan sólo fuera con ella, dentro de ella –pienso. No puedo soportarlo más, necesito acercarme un poco, hacer gala de cualquier pretexto y confesarle que me he enamorado; decirle que quiero llevarla conmigo para cobijarla con las caricias de mis manos toda la noche. Suplicarle me permita perderme entre sus piernas y deleitar a mis labios con la calidez de su piel desnuda, que supongo, debe ser exquisita.
     De repente me encuentro su mirada, puede ser que se haya dado cuenta que llevo largo rato observándola. Ha desaparecido la actitud retadora en sus ojos. Sin esperármelo, mi chica me regala una sonrisa prolongada que trato de corresponder estúpidamente.
     En un movimiento repentino para encender un cigarro, se doblega sorpresivamente la frágil tela de su blusa, que cede a la mala pasada de un botón. Me siento dichoso de estar en semejante ángulo. Alejo el servilletero. Repaso nuevamente lo que le quiero decir y hasta imagino la voz que tengo que utilizar. Me mojo los labios. Ella me observa y sonríe nuevamente. Respondo a ese gesto de la misma forma y me levanto lentamente de la silla. Alguien que pasa detrás de mi me hace trastabillar. Se disculpa y yo me arreglo. Al subir la mirada me doy cuenta que el culpable ha usurpado mi lugar. Ella lo recibe con un beso que era para mí, con un abrazo que me pertenecía y con una mirada dulce que hasta su llegada, ella me estaba dedicando sólo a mí.
       El mesero se aproxima a la pareja, intercambian algunas palabras. Sutilmente extiendo los brazos con las palmas al techo y luego me aliso el pantalón. Mi chica y su acompañante cruzan el umbral de la puerta perdiéndose entre la gente. Yo camino rumbo a la mesa vacía, sin vida y me apropio de la servilleta en la que Ella garabateaba apenas un instante atrás. Mis pasos me llevan al baño. Al entrar me miro al espejo. El mingitorio recibe la metralla de mi decepción. Escupo mi desgracia.
     Luego, regreso a la mesa como si nada.
     Disimuladamente desenvuelvo la bolita de papel y leo detenidamente el nombre que se encuentra escrito dentro de un inacabado corazón: Almudena y… Pequeña tonta, no tuvo tiempo de escribir mi nombre.
     Pido otra cerveza y espero pacientemente a que se abra la puerta. Pienso en Almudena y en lo que ha dejado escapar.
     No importa, hoy o mañana aparecerán otras mujeres dispuestas a compartir conmigo su belleza y su soledad. Mientras tanto, detrás de mí se acomoda una rubia cuyos senos captan mi mirada. Nuestras miradas se cruzan; tal vez esta sí sea mi oportunidad.

Music for the Mases (Palabras Malditas, abril de 2006)

Es que, acaso, Señor:

¿has decidido ponernos en primera fila
para presenciar el final del algo?
-Anselmo-

La oleada de buenas bandas que han azotado al país en lo que va de este año me hace pensar en lo afortunado que soy al haber vivido una etapa que musicalmente puede considerarse histórica. Y es que a pesar de reconocerme como amante del rock en su vertiente más pesada, no encuentro alejados mis gustos por grupos que carecen del punch y la estridencia metalera, como los Rolling Stones o los mismísimos U2.
     Tengo que reconocer que en muchas ocasiones el dogma metalero me ha movido a ocultar mis gustos con excelsas excusas y fascinantes historias que, al cabo, me han hecho acreedor de un pasado oscuro que dadas las circunstancias, se ha vuelto brillante.
     Ignorante de tendencias musicales de moda y de movimientos underground, desde pequeño tuve la necesidad de escuchar música que no fuera tan común o que por lo menos, me distinguiera de quienes se dejaban arrastrar fácilmente por las corrientes de moda. No siempre conseguí el objetivo.
     De este modo puedo contarme entre aquellos del SUB 35-YEARS TEAM, que crecieron escuchando a los patéticos Enrique y Ana, que se alocaron con las aventuras de los Parchis, que tuvieron sus primeros coqueteos satánicos con los Pitufos y que además, pisaron el terreno de la experimentación pocamadre escuchando los ritmos futuristas de Odisea Burbujas (Esquivel). No puedo negar que aprendí el nombre de los dedos de la mano con la canción de Topo Gigio y que sí, ahora entiendo muy bien de lo que se trata Moderatto porque supe lo que era cantar una canción de los Microchips a todo pulmón en las fiestas de “papitas y refrescos” de la primaria.
Maten a los Rolling Stones
y envíele flores a las viudas.
- Montgomery Burns -

     Para quienes ansiaban ver de vuelta a U2, consiguieron el objetivo. Tal vez haya quien diga que ya puede morir en paz por eso; si es así, ¿qué está esperando? A morir se ha dicho. Lo cierto es que antes de tirar sus restos a la tierra, tiene que gritar a los cuatro vientos ¡gracias Jaime Camil!
     Los más sobrios querrán, por el contrario, alargar su existencia aunque el ocaso sea la parada más próxima. Caso concreto: Mike Jagger y compañía, quienes a pesar de estar casi manejados a control remoto, siguen manteniendo una forma física y una llamarada interna que los enaltece por encima de muchos jóvenes que han optado por la autodestrucción.
     Alguna vez escuché decir a una mujer que los síntomas de la muerte eran el valemadrismo extremo, es decir, cuando ya no te importa en absoluto lo que de ti diga la gente, y la necedad innecesaria. Como si sus palabras fueran parte de una premonición, me parece que en esta última visita de los Stones pudimos ver la necedad innecesaria –el valemadrismo extremo ya lo habíamos presenciado cuando hace años, le cumplieron el caprichito a San Alex Loro de dejarle abrir sus conciertos- y es que creer que Alejandra Guzmán es la neta de rock en México es como dar por sentado que Moderatto es en realidad, una banda de metal genuina.

Yo sí se la he visto a
Tommy Lee y a Nikki Sixx

y aunque a muchos les duela,
¡el rock todavía la tiene más grande…!
-Anselmo-

     Los altibajos en los grupos de rock son una constante que los encumbra al estrellato o los entierra en el olvido de las masas. Mötley Crüe es el ejemplo más claro.
     Con una vida llena de excesos, donde las drogas, las tetas, el alcohol, las tetas, los autos, las tetas, la excentricidad, las tetas, las motocicletas, las tetas, la fama, las tetas e incluso algún asesinato -sin olvidarse de las tetas-, como parte fundamental de su biografía, saben muy bien lo que es la mediocridad y a pesar de ello vanagloriarse de tener lo que otras bandas nuevas no tienen, ni tendran jamás: huevos.
     Mötley más que una banda de rock, es un grupo de neandertales aferrados que gustan hacer lo que se les pega en gana con tal de sobresalir: desde tener una batería voladora, tener como gruppies y novias a conejitas de Playboy (Brandy Brad, por ejemplo), construir estéticas piscinas en sus casas en forma de vaginas y escribir libros, hasta liarse a chingadazos con los asistentes a sus conciertos o salir en videos porno con sus esposas. Es decir, lo que todo adolescente aspirante a rockero sueña con tener y hacer, Mötley Crüe lo ha signado con marca registrada.
     Mötley Crüe tiene dos facetas: una rockera encabezada por Vince Neil y otra muy cabronamente llena de poder con Jhon Corabi, Randy Castillo, Samantha y claro, Nikki Sixx, Mick Mars y Tommy Lee. Si hay fans, ¿con cuál se quedan? Yo puedo presumir que viví las tres facetas.
Banda conocida busca músico
menor de veintiún años,
interesado en los sintetizadores.
-Depeche Mode-

     ¿Cómo se relaciona el punk, el metal, el pop, la música electrónica, el industrial y el trip hop, con los gustos de las personas? La respuesta se encuentra en dos palabras: Depeche Mode, una banda sin etiquetas que siguiendo la línea de la autodestrucción no sólo ha logrado mantenerse vigente más de dos décadas sino que ha sido capaz de aglutinar a tres generaciones distintas en un ambiente tan híbrido como ellos mismos.
     Con una historia obscura, esta versión de nerds a la inglesa lograron cautivar al mundo con una música que tuvo que definirse como alternativa y que por nada resultaba desagradable para quienes la escuchaban. Fresas o no, Depeche Mode es una banda que ha logrado desencadenar una moda que por nada ha sido pasajera y que les ha valido el reconocimiento musical en todo el planeta.
     Encumbrados a un nicho que los hace parecer dioses, identifica en su entorno a muchísimos seres de todo el planeta que les exigen no sólo nuevas canciones sino giras extenuantes con el fin de deleitarse con éxitos que han sobrevivido de 1981 a la fecha. Su música, capaz de deleitar cualquier oído, es una constante revolución que pulula de corriente en corriente, encontrando cada vez una nueva dosis de “algo” que sin encontrar definición concreta, detona un efecto orgásmico en sus seguidores.
     Tal vez por ello, quienes tenemos más de una década siguiendo los pasos de esta banda, nos encontramos gustosos de verlos en México por tercera ocasión.

Fan no reconocido busca a otros fans
amantes de historias oscuras,
con el fin de platicar.
-Anselmo-

      La habitación donde me encuentro no mide más de diez metros cuadrados. Un mueble de madera viejísimo reposa estratégicamente a un costado de la ventana y sobre él, una PC y un pequeño modular, cuyas bocinas empotradas en las blancas paredes, ahora guardan un breve reposo, es lo único que hace interesante mi presencia en el lugar.
      Melina aparece de repente detrás de mí y con esa sonrisa pícara que caracteriza sus travesuras se para frente a mí. Tú regalo –dice, mientras tiende el brazo para ofrecerme un papel enrollado que no dudo en extender. Plasmada en el papel, se encuentra la imagen donde Martín L. Gore sostiene entre sus brazos a una mujer desnuda mientras los otros 3 miembros de Depeche Mode fijan la sobria mirada en la lente de la cámara.
      Agradezco el obsequio mientras Melina se atraviesa entre el monitor y un servidor para poner algo de música. En las paredes retumban las primeras notas de Pimpf junto con la algarabía de un público que a estas alturas debe andar pululando los cuarenta años. Se trata del concierto 101, grabado en Pasadera, el 18 de junio de 1988. La chica jala un pequeño banquito de madera y mientras se acomoda, me fijo en la cadencia de sus movimientos, en la apacible sonrisa que parece nunca desaparecer de su rostro y su extraña vestimenta punketa que nada tiene que ver con la música que le gusta.

Melina: A ver, a ver… veamos si es cierto… ¿cuántas veces ha venido Depeche Mode a México?
Anselmo: Tres –respondo sin titubear.
Melina: ¿Tres?... ¿estás seguro?
Anselmo: Sí, tres. Lo que pasa es que las vacas sagradas de la radio han pasado de largo ese ligero detalle en el Toreo de Cuatro Caminos -Melina reconoce mi sapiencia y se mantiene en silencio tal vez hurgando en sus recuerdos-.
Melina: ¿El Toreo de cuatro Caminos?
Anselmo: Sí, el Toreo… lo recuerdo muy bien. Es más tengo un video… ¿Recuerdas ese programa de videos que salía en el canal cuatro por aquella época y que duraba como cinco horas? Creo que se llamaba El Planeta 2600.
Melina: Me rindo, me diste en la madre. No me acuerdo de ningún programa de videos con ese nombre.
Anselmo: Bueno, la verdad no recuerdo si era 2600, 2606 o 2210 pero estoy seguro que el programa se llamaba “El Planeta”.
Melina: ¿No sería El Planeta 90210?
Anselmo: ¡No mames!, ese era Beberly Hills… con Luke Perry y una chava hermosa que luego salió encuerada en Playboy.
Melina: Ja, ja, ja, muy cierto, ¡qué pendeja! Pues ni idea, creo que me ganaste el boleto aunque tampoco tengo la certeza de que lo que me dices sea verdadero.
Anselmo: Bueno, te digo que tengo un video, el gran problema es que está grabado en formato Betta.
Melina: No mames y dé dónde chingados crees que voy a sacar una video casetera Betta en pleno auge de los DVD’s…
Anselmo: Bueno, ese ya es problema tuyo, tengo el video y los nuevos fans harían cualquier cosa para verlo ¿no crees?
Melina: Pero de lo otro, ¿cómo compruebo que Depeche vino a tocar al Toreo?

     De la carpeta que reposa en mis pies sacó algunos recortes de una vieja revista para fresitas-televisos muy popular a principios de la década de los noventa, llamada Eres. En ella se puede leer una nota en la que se describe someramente el concierto de Depeche Mode en el Toreo de Cuatro Caminos. Por si fuera poco, sacó un póster en la que se puede ver a los integrantes de la banda en una conferencia de prensa en nuestro país. Como referencia para los conocedores, Dave Gahan trae el cabello cortito, casi a rape, por lo que es fácil ver que no se trata de la visita de 1995 en la que el vocalista usa el cabello largo y barba.
     Melina observa detalladamente cada una de las hojas y se sorprende al ver aquella nota perdida entre noticias de Timbiriche y Flans. Su carita de sorpresa me hace sentir como si hubiese humillado a una sabía maestra, a una gurú que hasta hace 22 minutos creía saber todo de la banda de sus amores y cuya sapiencia ha quedado pisoteada por alguien que sin ser del todo fan, creció con la música de Depeche Mode y hasta la fecha ha sentido gran aprecio por la banda inglesa.
      Melina se resigna. Las pruebas que ofrezco aunque son menores, resultan más contundentes que sus archivos en la PC y sus documentos cuidadosamente archivados. En la red no hay indicios de esa primera visita a México pero las fotos que traigo, la reseña y mi palabra, resultan más valiosas. Sin darle más vueltas al asunto, Melina saca de la bolsa de su pantalón un sobrecito blanco: dentro, reposa un boleto para el concierto de Depeche Mode, en la ciudad de México el próximo 4 de mayo.
     Sin más, agradezco su atención y salgo del departamento. Melina sigue sonriendo.

     En la calle me detengo para ver el boleto, lo contemplo, lo huelo y hasta los acaricio ligeramente esperando a que transcurra el tiempo. Llegando a la casa, abro nuevamente la carpeta. Observo las imágenes. Yo mismo dudo: ¿habrá venido Depeche Mode al Toreo?

21 años sin Rockdrigo (Palabras Malditas, septiembre de 2006)

En un mundo donde el rock ha tergiversado el rumbo convirtiéndose en una pésima caricatura de una época de gloria y en un país donde la chiquillada pretende ser un clon de los productos desechables que hoy en día promueve MTV, hay un movimiento que sigue manteniendo su vigencia gracias a una actitud contestataria y desmadrosa, y por qué no decirlo, divertida del rock.

     Cierto, aunque son muy pocos, existen quienes todavía se atreven a agarrar una guitarra y sin más equipo, deciden salir a la calle para interpretar alguna canción que pueda ser un retrato de la realidad, adoptando como foro cualquier esquina, plaza e incluso el transporte colectivo. Muchos de esos intérpretes no podrán dejar fuera de su repertorio a quien hasta el día de hoy es mejor conocido como el Profeta del Nopal: Rodrigo González.
     Creador de la canción Metro Balderas (que hiciera famosa Alejandro Lora con el TRI), Rockdrigo, dejó su natal Tampico para venir a la ciudad de México y convertirla en su más grande fuente de inspiración, lo cual puede comprobarse claramente en la mayoría de sus composiciones, mismas que hablan sobre las personas de estas latitudes, su forma de vida, su sentir, sus fantasmas y todas aquellos aspectos que caracterizaron la primera mitad de la década de los ochenta.
     Y aunque han pasado más de veinte años, las canciones de Rockdrigo (mote con el que también era conocido) parecen haber sido escritas apenas en años recientes; las cosas siguen siendo las mismas, tal vez con nombre y rostro diferente, pero literalmente la sociedad sigue sufriendo las mismas vicisitudes con las que este profeta alcanzara su inmortalidad. Para muestra se encuentran Solares Baldíos, El asalto Chido, Ratas, Vieja Ciudad de Hierro, Pórtate Sensato, La Máquina del Tiempo o Ánimas, que al escucharlas nos hacen recordar la realidad en que nos estamos moviendo.
     Innegablemente Rockdrigo marcó a toda una generación de músicos urbanos que, apegados a géneros musicales tradicionalmente no compatibles con el rock, hicieron del movimiento rupestre un híbrido interesante para la cultura popular mexicana pero que aun al día de hoy, no ha caído en el cliché del eclecticismo en el que vemos sumido a un gran número de músicos de ska o raperos, por mencionar un par de ejemplos claros. En este sentido los rupestres han mantenido vigentes sus tendencias musicales simplemente siendo fieles a una ideología que antepone su visión por la realidad y no a la toma de actitudes y poses que los hagan parecer incluyentes y concientes.
     Es por lo anterior, que el legado de Rockdrigo ha sido tan importante, que prácticamente en todas las expresiones artísticas se encuentra algo dedicado a este cantautor mexicano. Para los cineastas no ha pasado desapercibido y existen cuatro buenos documentales en los que ha sido retratada su vida y obra: Por qué no me las prestas: 10 años de Rockdrigo, de Sergio García; Rockdrigo, la ciudad del recuerdo, de Alejandro Ramírez; No tuvo tiempo, de Rafael Montero y Hurbanistorias, de Paul Leduc.
     Por otro lado, cada año músicos de diversas corrientes, rinden homenaje al Profeta del Nopal en conciertos y eventos que se celebran en distintos puntos de la ciudad. Dos de estos eventos son los que se llevan a cabo en el Foro Alicia y en la estación del metro Balderas, en donde además, se encuentra develada una placa en su honor. El año pasado, al conmemorarse los veinte años de su desaparición, se realizó un concierto monumental en la plancha de Zócalo defeño, en donde participaron invitados del calibre de Botellita de Jerez, El Haragán y Cia., Santa Sabina, San Pascualito Rey y prácticamente todos los rupestres conocidos como Rafael Catana, Arturo Meza, Gerardo Enciso, Armando Palomas y por supuesto, Fausto Arrellín con el grupo Qual (grupo con el que Rockdrigo se electrificara, musicalmente hablando), mismos que además, editaron en conjunto con El Angelito Editor y el Museo de Culturas Populares, un disco homenaje titulado A ver cuando vas…

     Son ya 21 años de recordar el 19 de septiembre, son 21 años del sismo, de los edificios caídos, de la unidad habitacional de Tlatelolco herida, de la ciudad colapsada. Son 21 que Rockdrigo partiera de este mundo y por eso vale la pena recordarlo. Sin duda quienes hemos tenido la apertura para saborear lo que los rupestres nos ofrecen, hemos podido apreciar de una forma bizarra, desmadrosa y muy cotorra, nuestra realidad.

     En un mundo donde MTV perdió muchos huevos, donde el TRI sigue sonando al TRI, donde Alex Lora se sigue creyendo muy vergas repitiendo sus desgastados rollos, donde la bandera del rock ya es de diseñador, donde Guns and Roses sigue vivo gracias al estampado de las playeras, donde las muñequeras y los estoperoles ya no dan miedo, donde los punk son felices, donde el rock ya no suena a lo mismo, donde los grupos nacen para desintegrarse y luego planear el reencuentro, donde lo urbano está de moda, donde ser rebelde es cosa de fresas, donde ser naco es chido, donde los gruperos son más roqueros que los roqueros, donde el rock urbano sigue siendo considerado como rock naquito, donde Metallica me recuerda que el rock se está muriendo, donde Shakira mueve sus caderas y ya hay mejores tetas que las de Pamela, donde hasta la lucha libre se ha puesto de moda, en este mundo, seguimos recordando que Rockdrigo no tuvo tiempo de cambiar su vida…

sábado, 14 de noviembre de 2009

Amores impuntuales (Palabras Malditas, 2008)

Para muchas personas la puntualidad representa un acto de buen gusto, una cualidad; para otros, en cambio, se trata de un ritual con el que se urgen los encuentros con el destino y se pone punto final a los choques frenéticos pocas veces deseados; para un tercer grupo, donde se mezclan por igual los mezquinos con los optimistas, la puntualidad es sinónimo de oportunidad.

     Personalmente, me he encargado de pulir la habilidad de retrasar mis llegadas en gran parte de mis citas, orillando a mis interlocutores a ingresar en el laberinto de la incertidumbre y provocando que su estado de ánimo deambule violentamente en cada uno de los extremos del humor. Sin embargo, las consecuencias de jugar con el tiempo de los otros y de uno mismo, es a todas luces previsible por lo que no vale la pena detenerse a disertar en ese aspecto.
     Desafortunadamente, existen otros casos en los que el control del tiempo se encuentra fuera de nuestras manos, situación que nos enfrenta cara a cara con momentos igualmente ridículos como desagradables. Al pensarlo, no puedo dejar de remitirme a mi promiscua pubertad, cuando debido a mi arribo impuntual a este planeta, tuve que conformarme con ser un simple espectador en la vida de Tamara, una mujer diez años mayor por la que profesaba una pasión que se mantuvo clandestina hasta el día de su extinción. Como lamenté no haber tenido la edad suficiente para encararme con ella y hacerle saber todo lo que su presencia le motivaba a mis sueños.
     Fue esa misma impuntualidad, sólo que por parte de otras mujeres, la que logró situarme en la otra cara de la moneda, es decir, como el ser intangible de quienes hubieran querido nacer unos años antes, o cuando menos los suficientes, para lograr conectar su vida a la mía. En esa situación, recuerdo recientemente a Miriam, una belleza que se negó a ser un secreto; a Susana, quien dañada por el desprecio optó por lanzarse al embarazo; o a Viridiana, quien ahora siente una profunda vergüenza cada que le recuerdan que hace unos años estaba profundamente enamorada de mí.
     Así, los amores impuntuales, son aquellos que aparecen con años de demora y cuya tardanza produce una desazón que se acerca al sentimiento de culpa, a la impotencia por no poder controlar la llegada al mundo a nuestra entera conveniencia y de esa forma poder manipular el gozoso curso de la existencia. Con todo y lo que conlleva, conozco a muchos que han retado al padre tiempo, dándose la oportunidad de trabar relaciones con amores impuntuales, concientes de las consecuencias que en el futuro les va a acarrear. Para todos esos valientes, mi respeto y admiración.
     El hecho es que hace un tiempo, conocí a Ana Laura con once años, tres meses y veintidós días de atraso, o lo que es igual, el tiempo suficiente para lamentarme su impuntualidad. Conciente de que mi vida atravesaba por un compromiso con la estabilidad, hasta el día de su llegada llevaba un buen tiempo de no pensar en relacionarme con una mujer tan menor aunque en esta ocasión, lejos de sacarle ventaja a mi experiencia, Ana Laura se adelantó despojándome inconscientemente del control de su tardanza. Su jovialidad, característica de todas las mujeres de su edad, así como su enigmático silencio, fueron apenas suficientes para tomar por asalto toda mi vida y perturbar mis pensamientos, ideas, deseos, aspiraciones, emociones, vicios y ambiciones, además de arrancarme de tajo todos los ideales que durante más de once años me había forjado sobre el amor. Ana Laura me desarmó y por si fuera poco, gradualmente se ha encargado de evidenciar el creciente interés que siento por ella, lo que me resta un buen número de puntos en el jaloneo de la seducción.
     Escribo este texto como una forma de liberación mientras analizo sesudamente todas las posibilidades que pueden surgir si es que en las próximas horas me atrevo a declararle abiertamente lo que siento por ella. No importa que no lo entienda, que lo pase por alto, que se ofenda o que se burle, me conformo con saber que tengo en mis manos la venganza de los frustrados, que si me rechaza, será el maldito tiempo el que se encargará de ponerla en su lugar.

Lluvias dispersas (La bitácora del orgasmo, octubre de 2009)

Cuenta la leyenda que en la década de los ochenta existió un famoso meteorólogo llamado Juan Carlos Iracheta que se caracterizó por nunca atinar a alguno de sus pronósticos. Desde entonces, la mayoría de los que ahora son viejitos, tienen la costumbre de pasar por alto toda recomendación hecha, o bien, hacer exactamente lo contrario a lo indicado por los meteorólogos. Lo anterior lo recordé cuando en todos los noticieros mencionaron que el Valle de México estaría soleado por la mañana y al atardecer habría algunas lluvias dispersas.
     Por este motivo el viernes que precedió al día de muertos salí de casa para dirigirme al trabajo, eran las dos de la tarde. Un ligero viento me hizo pensar en la posibilidad de regresarme para hurgar en el clóset y descolgar una chamarra o una camisita de franela tipo grunge, con la cual abrigarme. Sin embargo, el sólo pensar en regresar un par de calles me generó algo que los mexicanos definimos perfectamente con la palabra huevonada y preferí seguir mi camino especulando que dicho soplo sólo era un remanente de los vientos del norte extraviados en nuestra conflictiva ciudad. Además, a lo lejos, en las montañas, se podía ver que el sol ganaba una batalla contra las nubes y poco a poco su resplandor se abría paso entre ellas.
     Diez minutos después, abordé un camión con dirección al metro Cuatro Caminos, mismo que circula por el último tramo de la autopista México-Querétaro y posteriormente, enfila por el periférico hasta su destino. Y fue precisamente en este último tramo, es decir, donde las montañas se transforman en un montón de casas encimadas, donde horrorizado me percaté que una nube negra –lo que se dice, negra– avanzaba decidida hacia nosotros. Al presenciar semejante cuadro, en lo único que pude pensar fue: a) no traigo paraguas, b) el Apocalipsis viene por Ciudad Satélite, y c) la película El día después de mañana.
     Justo en ese instante sonó mi teléfono. Al responder me alegré de escuchar a una vieja amiga de la universidad que me llamaba para invitarme a una fiesta de halloween pero de inmediato rechacé el convite por no cargar en el portafolio mi disfraz de maguito Rodi –chim-pum-pam tortillas papas–. En seguida recibí la llamada de Isabel, que desde hace seis meses me tiene mareado con su promesa de pasar a visitarme para pagarme el dinero que me debe desde hace un año; luego vino la llamada de una señorita con la intento trabar algunas relaciones de índole sexual; y así, hasta completar siete llamadas, un récord para mi teléfono celular.
     El caso es que al terminar la última llamada se me ocurrió asomar la carota por la ventana sólo para llevarme el susto de mi vida pues a la altura de Mundo E, la ciudad se encontraba oscurecida como si fueran las siete de la noche. En la madre –pensé–, ¿a qué hora me subí a la máquina del tiempo? Sólo para no dejar lugar a dudas de semejante misterio corroboré la hora en mi reloj, en mi teléfono y en el primer noticiero que pude sintonizar. Un relámpago seguido de unas gotas gordas de agua se dejaron sentir con fuerza y el pensamiento sobre la película El día después de mañana se transformó en el de la película La guerra de los mundos, con Tom Cruise, en la que unas maquinotas enterradas en el precámbrico salen del suelo a la orden de una nubezota similar a la que estaba sobre nuestras cabezas.
     Cuando los relámpagos se hicieron presentes y los truenos retumbaron cual tambora sinaloense, sólo pude remitirme a bajar a todos los santos del cielo, incluyendo a San Will Smith y San Bruce Willis (Liv Tyler, incluida) para que vinieran a salvarnos de los extraterrestres. “Los marcianos llegaron ya y no llegaron bailando ricachá”. El chofer detuvo la marcha del camión y con una voz que únicamente infundó pavor mencionó que lo mejor era esperar a que el agua aminorara para evitar un accidente.
     - ¿Y si nos llega un trailer por atrás? –preguntó una viejita que venía sentada hasta adelante.

     Contagiado de semejante optimismo me brinqué siete asientos al frente y aceleré mis plegarias esperando que el extraterrestre con el que me tocara luchar estuviera mal programado o fuera de plano un pendejo en el pugilismo. La lluvia arreció y durante setenta y dos minutos, quienes estuvimos estacionados en el periférico norte, por fin logramos entender esa frase que dice “la virgen lava pañales” de un conocido villancico.
     Cuando el temporal amainó recibí una serie de llamadas que me avisaban la postergación o suspensión de las citas que tenía programadas para esa tarde. Maldije mi suerte y pensé que lo mejor hubiera sido quedarme en casa. Para rematar, Lorena, una musa de la cual les hablare en una mejor ocasión, me presionaba para llegar a la cita pactada considerando que ella ya se encontraba en el lugar acordado, mojada hasta las nalgas. Maldita sea. Tomé la decisión de bajarme del camión y correr como en su momento lo hiciera el indio Juan Diego pero apenas pude avanzar unos metros cuando me topé con un montón de gente que al verme llegar me miraron como se ve a un pobre pendejo: el periférico a la altura de Lomas Verdes, a un costado del hospital de traumatología, estaba convertido en una laguna que sólo podía atravesarse si uno llevaba en su portafolios una lancha inflable. Me resigné.
     Decidido a mandar todo al carajo, tomé la sabia providencia de regresar a mi casita decidido a no volver a ver noticieros e inventar un buen pretexto para justificar mi no llegada al trabajo y planear una estrategia de convencimiento que deje satisfecha a Lorena luego de que la dejé tomando café en un Vips hasta las ocho de la noche.
     Espero que este texto no sea leído por ella. Tantán.
     (Ahí les dejo una foto para que le midan el agua a los camotes)
6 de noviembre de 2009.

El desmadre de mi vida (e-magazine, octubre de 2009)

En el principio de los tiempos internetos fue el e-mail, una novedosa forma de comunicarse con la gente que se encontraba lejos y de la cual, en muchas ocasiones, ni siquiera se podía comprobar su existencia pero con la que una persona podía matar dos pájaros de un solo tiro: adentrarse en el abismo tecnológico y enviar cartitas instantáneas sin necesidad de comprar estampillas o esperar al cartero.

     Con el e-mail llegó el Messenger, una reformulación del diálogo humano que sirvió para acotar las distancias, para reinventar la escritura y para acercar a los seres humanos de distintas latitudes apenas con unos cuantos clics. El Messenger y la web cam completaron el binomio y muchos de los que vivimos en épocas anteriores nos lamentamos no haber gozado de semejantes inventos apenas un lustro antes cuando las hormonas se encontraban a tope y las locuras adolescentes obligaban tener contacto humano.
     Con mi escritura también llegó la novedad del blog, una forma chingona de publicar pendejadas para que cualquier persona dispuesta pudiera leerlas si se le pegaba la gana. Gracias al blog nacieron muchos buenos escritores mientras que otros se descubrieron como un verdadero fiasco; los nóveles literatos entendieron que escribir tenía sus dificultades y otros, sin mayores ambiciones, siguieron (y siguen) aferrados a sus convicciones de publicar textos efímeros.
     No había terminado de entender el lenguaje HTLM que me ayudaba a tener mi blog a tope cuando en mi vida apareció Myspace. Supe de el gracias a mis viejos alumnos lancasterianos quienes eran unos verdaderos fanáticos a tener sus propias páginas. Gracias a esos chicos pude ingresar al mórbido y adictivo territorio de la intimidad ajena; leer sus perfiles (en los que se proyectaban sus ambiciones y frustraciones) y pasar horas viendo fotografías, era apenas un mínimo aliciente que me empujaba a tener mi propio espacio, ¿por qué no? Y cuando lo tuve comencé a olvidarme del blog. Sólo de vez en cuando se me ocurría abrirlo y postear -insisto- cualquier pendejada que me ayudara a continuar con la adicción de ser parte del mundo virtual.
     Apenas comenzaba a descubrir las bondades de myspace cuando de un sólo golpe llegaron Hi5, Sónico y Facebook. Me decidí por el primero y me di cuenta que no había gran diferencia entre el y myspace, sin embargo, la moda dictaba que había que tener Hi5 pues era en esa comunidad donde la gran mayoría de mis amigos se encontraban aglutinados.
     Myspace fue quedando de lado hasta que reaccioné: ¿por qué diablos tenía que andar por donde dictaba la moda? Cancelé el blog, me despedí de Hi5 y decidí instalarme en myspace, sitio que por múltiples razones me legaba mayores satisfacciones y placeres. Pero, por un error de decisión hace unos días me vi obligado a abrir un sitio en Facebook pues en esa red se había fundado una comunidad que aglutinaba a mis nóveles amigos escritores y los ponía en el mismo estribo de la escalinata por la que ascienden escritores ya consagrados.
     Y cuando tomé la decisión de otorgarle el mismo tiempo a myspace y facebook, repentinamente todo mundo volcó sus ojos a Twitter. ¡Maldita sea mi suerte! Me encuentro en una maraña de confusión pues mi vida virtual se está convirtiendo un desmadre.
     Ahora, para acabarla de chingar, la gente lee más fanzzines virtuales que revistas de papel. No cabe duda que esto de la tecnología está cabrón y ni cómo hacerse a un lado, así que si alguno de ustedes quiere comunicarse conmigo, les pido que regresen a lo tradicional, un e-mail, por favor: brasierdenadia@gmail.com