sábado, 26 de diciembre de 2009

La Sonrisa Vertical. (Palabras Malditas, Octubre de 2004)

Sin duda para muchos, la literatura erótica forma parte de un placer indispensable. No es sólo el acto sexual o el placer de la literatura vistos por separado. Sexo y literatura resulta una combinación exquisita cuando se trata de explorar nuevos campos en el terreno de los placeres carnales. Entregarse al erotismo desde un libro puede resultar fascinante. Para lograrlo, basta con ir a una librería grande y buscar en la estantería unos libros rositas que seducen con sólo verlos: los libros de La Sonrisa Vertical… libros, que han sido editados para hacer el amor, para coger o simplemente para fornicar sin restricción; mejor aun, libros para leerse con una sola mano.


La Sonrisa Vertical
El triángulo que tienes tiene un ángulo al revés
Tu sombra en la pared es la línea de felicidad
Muero por entrar en tu sonrisa vertical
Sonrisa de malicia quiero acariciar.
-CUCA-

Erotismo y letras… letras prohibidas… genitalidad en papel… lubricidad para los sentidos que entra por los ojos y explota a la mitad del cuerpo.
     Los franceses del siglo XVIII denominaban el sexo de la mujer bajo el eufemismo La Sonrisa Vertical. Tres palabras que a simple vista no dicen nada pero que valen oro cuando se camina por el sendero del erotismo.
     Y fue con este nombre, con el que en 1977, el cineasta español Luis García Berlanga –apasionado erotómano y coleccionista de objetos relacionados con el sexo- comenzara, junto con la editora Beatriz de Moura, una colección de textos cuyo objetivo sería la divulgación y difusión de la literatura erótica, un género que ha sido considerado por muchos como bastardo.
     La libertad que se pudo respirar en España tras la muerte de Franco, abrió la puerta para que los deseos del cineasta se vieran en posibilidad de ser fincados. La espera había sido larga.
     La idea sobre dicha colección no era nueva y ésta prevalecía en la cabeza del director de cine desde hacía muchos años pero fue en 1970, en la ciudad de Madrid, cuando Luis García Berlanga propuso a Beatriz De Moura iniciar con ese proyecto: ¿Y por qué no arrancamos una colección de literatura erótica? De Moura, escandalizada por lo peligroso de la situación -pues la censura era el pan nuestro de cada día en el régimen franquista- se negó rotundamente. Ante esto, a García Berlanga no le quedó más remedio que esperar tiempos mejores.
     Corría 1976 y el caudillo Franco aun no terminaba de acomodarse en su última morada cuando García Berlanga ya estaba listo para echar a andar sus sueños, así que llamó por teléfono a De Moura: ¿Por qué no empezamos enseguida a hacer algo? Y de este modo, fue como comenzaron a trabajar en el proyecto literario La Sonrisa Vertical.
     Los primeros textos que se publicaron salieron de la biblioteca del propio García Berlanga ya que el cineasta –voraz lector de novelas francesas del siglo XVIII- poseía dentro de su colección, textos de Bataille, diarios y memorias de la época victoriana. Así, La Sonrisa Vertical vio la luz del mundo con el libro La insólita y gloriosa hazaña del Cipote de Archidona, un libro que relataba una tremenda chaqueta –o paja, como dirían los españoles- dentro de una sala de cine de Archidona, la cual culminó con una eyaculación de tal magnitud que manchó el traje del señor que estaba enfrente. Este hecho veraz, fue documentado en varias cartas que se enviaron entre sí, Camilo José Cela y Alfonso Canales, un poeta malagueño.
     A este libro le siguieron Memorias de una Cantante Alemana de Wilhelmine Schroeder-Devrient (con un prologo escrito por el mismo Guillaume Apolliniare), La Imagen, de Jean de Berg; Gamiani, de Alfred de Musset; Grushenka (texto anónimo); A los pies de Omphalos, de Henry Raynal; Las Tres Hijas de su Madre de Pierre Louys y Mi vida Secreta (texto editado en dos volúmenes).
      Pero fue con Memorias de una Cantante Alemana cuando vino el primer incidente en que se vio envuelta la novel serie. El franquismo había terminado pero aun prevalecían ideas de la dictadura que se mostraban de manera insipiente entre algunas autoridades. A la salida de aquel libro se les acusó de atentar contra la moral pública y por este delito les impusieron un par de castigos. El primero fue pagar una multa cuyo monto, fue relativamente bajo, mientras que el segundo castigo consistió en retirar el volumen de todas las librerías. Afortunadamente, nadie acató la orden y la obra se siguió publicando sin ningún problema. Sin duda alguna, Franco seguía en la memoria de algunos y sólo eso. Pronto pasaría.
     Posteriormente, se editaron clásicos, los libros de Bataille y del Marqués de Sade.

Letras prohibidas

Tras su aparición, los círculos literarios españoles vieron en La Sonrisa Vertical una colección respetada, que inicialmente fue acogida de manera extraordinaria. “Desafortunadamente, las cosas cambiaron y actualmente los críticos son los mismos que la han ido silenciando hasta dejarla casi lapidada, relegándola a un segundo plano, al de la subliteratura”, dice De Moura.
     Tal vez sea por la dirección que cada escritor otorga a su propio estilo o lo escandaloso que pueden resultar para las mentes puritanas las historias de sexo, lo que ha marcado a la colección con una etiqueta de prohibida entre algunos círculos sociales. Cabe también la posibilidad de que eso, sólo sea parte de la cerrazón de grupillos que siguen viendo en los actos sexuales al mismo Satanás, máxime si se considera que las historias que se plasman en la colección tienen la enorme capacidad de trabajar en la mente de los individuos -hombres y mujeres sin distinción- y que pueden servir como motor para desatar las liviandades de la carne.
     En todo caso, es a ese tipo de controversias a las que se debe agradecer el éxito de la colección.
     Lo verdaderamente cierto es que a pesar de las etiquetas impuestas para definir como aberrantes, anormales o contra natura, muchos de los pasajes que pueden leerse en los 132 volúmenes de la compilación, La Sonrisa Vertical ha cumplido un ciclo de 27 años de éxito que seguirá prevaleciendo todavía por un buen rato entre sus miles -¿podemos decir millones?- de adeptos por todo el mundo.
     Es debido a las etiquetas impuestas, a los espaldarazos de la crítica, a la poca atención de la gente y a decenas de factores más, que se tiene mucho cuidado con lo que se va a publicar. La misma De Moura, es cuidadosa al hablar de las publicaciones clásicas; por ejemplo, la editora ha comentado, que “textos como Historia del Ojo de Georges Bataille, y todos esos libros, parecen terribles: calan hondo en el inconsciente del individuo, que es donde trabaja la erótica”. Con respecto al Marqués de Sade, inicialmente tuvieron más cuidado para publicar sus historias pues para ella son libros que, “personalmente –dice- no pondría en manos de una persona todavía no adulta: son perturbadores. Yo creo que un libro de erotismo es una vía de conocimiento individual importantísima, pues surge desde el fondo más recóndito de nuestro ser que es el sexo”.
     Es por la mala interpretación de opiniones como la anterior, lo que ha hecho que en pleno siglo XXI, no sólo La Sonrisa Vertical sino toda la literatura erótica, siga estando relegada de otros géneros más comerciales, llegando incluso a ser una literatura maltratada. Lo anterior es ejemplo de que La Sonrisa Vertical no es ajena a la incomprensión y el sectarismo de quienes han escrito acerca del sexo, de la sexualidad humana y su estrecha relación con la enorme capacidad de pensamiento que tiene el ser humano para desarrollar la actividad sexual, por esto, los libros de la colección pueden verse a veces hasta peligrosos pues lo que en ellos se encuentra, permite explorar de manera profunda todos –absolutamente todos- los campos de la sexualidad, sin ninguna restricción.
     Es pertinente decir que no sólo las historias de Bataille o del Marqués de Sade pueden leerse en esta colección -de hecho, los libros clásicos, son los menos- y por el contrario existen relatos que, aunque no son tan conocidos, abordan de manera profunda el pensamiento humano con relación a la sexualidad, lo que puede tornarse de gran valor para aquellos interesados en indagar acerca de los hábitos sexuales de otras sociedades y otras épocas. Por mencionar un ejemplo, se pueden citar todos los primeros títulos de la colección o bien aquellos textos cuyo valor erótico es riquísimo gracias a su contenido, por ejemplo, El Coño de Irene (de Albert de Routisie), La Educación Sentimental de la Señorita Sonia (de Susana Constante), Historia de Una Prostituta Vienesa (de Josefine Mutzenbacher), Desnudarse es lo que ella no quería (de Adolf Muschg) o La Curvatura del Empeine (de Vicente Muñoz Puelles), que son textos que pueden resultar interesantes. También existen volúmenes en los que se puede ver retratada la sexualidad a un nivel imaginario, como en el cuento llamado El bajel de las Vaginas Voraginosas (de Joseph Bras), que se encuentra en el libro del mismo nombre, o bien, la sexualidad del futuro gracias al cuento con que se cierra Cuerpos Entretejidos (de Antonio Altarriba).
     Sumamente interesantes para quienes comienzan a leer literatura erótica, pueden resultar Las Edades de Lulú, de Almudena Grandes -libro que además es considerado como un parte aguas que vino a reforzar el éxito de La Sonrisa Vertical-, en el que se relata el despertar sexual de una niña como cualquier otra y en el que los hechos no se abordan con romanticismo sino “con toda la crudeza que debe tener un relato erótico” –dice De Moura.
     A Las Edades de Lulú pueden unírsele otros textos importantes como Púrpura Profundo, de Mayra Montero, libro donde cada acto sexual es llevado como una sinfonía musical de un lado a otro, sin ninguna reserva; o bien, El Pecador Impecable que hace un hermoso retrato de la vida sexual cuando se está entrando en la tercera edad.
     En la colección se han publicado historias divertidas y otras que sin dejar de entretener, abordan la sexualidad de manera mas fría y hasta mas oscura, pero que ejercen un gran poder de atracción en aquellos que comienzan a leerlas; es el caso de Pubis de Vello Rojo (de José Luis Muñoz), El Necrófilo (de Gabrielle Wittkop), Llámalo Deseo (de José Luis Rodrigues del Corral), Espera Ponte Así (de Andrew Martín) o Eso No (De Marcelo Birjamaer). Todos estos libros, a mi parecer, forman parte de un desahogo sexual cuyo mérito consiste en no ser solamente un medio para el divertimento, sino un mecanismo que ayuda al lector a abrirse paso en su autoconocimiento para luego ejercer con mayor plenitud una vida sexual, sin culpas de ningún tipo.
     Para lograr la efectividad de esta terapia –como yo mismo nombro a esos momentos en que me dispongo a leer alguno de esos libros rositas- será necesario dejar de lado los calificativos y las descalificaciones y prepararse para someterse a una lectura que, de lograr su fin, se verá interrumpida en más de una ocasión por la tentación de Onán.

Literatura ¿pornográfica?

Por todo lo que he mencionado anteriormente, y aun por más, la colección no ha escapado a la etiqueta de pornográfica, lo cual puede parecer risible.
     El hecho de clasificar a un texto como erótico o pornográfico es nuevamente tema de discusión inagotable. Como anécdota comentaré que en una reciente edición de Teleny, de Óscar Wilde (Edamex, 2003), que adquirí hace unos meses, en el prólogo se menciona lo siguiente: El Porno, en realidad, sirve hoy para que exista un premio La Sonrisa Vertical y Berlanga oficie de perverso voyeur nacional.
     Con anterioridad he comentado lo que desde mi perspectiva y bajo el manto de la cotidianidad, puede resultar erótico y pornográfico (Erotismo y Pornografía, palabrasmalditas.net, mayo 2004). Eso tal vez pueda ayudar a definir si en los volúmenes de la colección, encontraremos textos eróticos o textos pornográficos. Sin embargo, para Luis García Berlanga, no existen esas distinciones “pues lo pornográfico es tan mecánico como un video que sólo ayuda (demasiado –n.d.r-) a la estimulación mientras que el erotismo, cala en un lugar profundo del ser, descubre un aspecto que tal vez esté reprimido, prohibido… es un espacio donde el individuo se conoce mejor a sí mismo”.
     Así son los libros de La Sonrisa Vertical, un calido lugar donde podemos proyectar nuestras frustraciones o aquello que la sociedad ha impuesto como prohibido, y si así lo desean, como pornográfico pero que no deja de tocar todo lo que alguna vez ha pasado, pasa y seguirá pasando por la mente de los hombres y las mujeres cuando se encuentran ejerciendo su sexualidad.

La Sonrisa Vertical y el cine

Tal vez sea por lo anterior y porque su director es un cineasta, lo que ha ligado a la colección de literatura erótica con el cine.
     Varias películas se han argumentado gracias a los textos de La Sonrisa Vertical. La más famosa es Las Edades de Lulú (1990), dirigida por Bigas Luna y que nosotros podemos ver en México en televisión abierta, un par de veces al año, gracias a Canal 11.
     Esta película, cabe decirlo, también fue prohibida en España por sus fuertes escenas de sexo, filmadas con la intención de salir del cine e ir directo al baño a toquetearse impúdicamente.
     Las Edades de Lulú, sobrepasa el nivel de una película porno solo por algo: porque tiene una historia detrás, de tanta calidad, que al momento de mostrar el sexo y sus derivados lo hace de forma natural, sin ascos, como –creo- lo hace cualquiera de los que está leyendo este texto cuando se encierra en la privacidad de su recámara. Por esta razón, las escenas de depilaciones vaginales, el sexo entre hermanos, la masturbación de un travestido, la sodomía que ejercen sobre un jovencito casi adolescente, las fantasías de Lulú para encamarse con varios hombres o simplemente la narración de una anécdota de la niña cuando se masturbó con una flauta dulce, pueden encontrase en la película de una forma tan bella y normal, que dan ganas de volver a poner la cinta, apenas terminan de aparecer los créditos finales.

El precio de disfrutar La Sonrisa Vertical

Conseguir los textos de la colección en nuestro país resulta fácil para quienes tienen un poder adquisitivo holgado. Difícilmente estos libros podrán encontrarse en las librerías de la esquina o las de centros comerciales. En el Distrito Federal, ir a Gandhí o El Sótano, es garantía de éxito mediano, sin embargo, la inversión es verdaderamente alta.
     Hablar de los libros de La Sonrisa Vertical, resulta además fascinante pues el diseño de las portadas que se preparan para cada volumen –como se ha podido apreciar a lo largo de este texto- tienen una fuerza de atracción terrible.
     Tengo que reconocer que la primera ocasión que escuché hablar de La Sonrisa Vertical fue también la primera vez que tuve un libro de la colección en las manos (Historia de una prostituta Vienesa) hace exactamente tres años. Anteriormente había leído Las Edades de Lulú sin saber que pertenecía a esta colección pues el libro lo adquirí por diez pesos en una puestito del Tianguis del Chopo, cuyas pastas hechizas de cartón que ni siquiera me permitieron ver cuál era la editorial –aunque afortunadamente el texto que estaba integro, como pude corroborarlo tiempo después cuando lo volví a adquirir en la librería de la entonces ENEP Acatlán- por lo demás, nada supe del texto hasta que me enteré de la existencia de la colección.
     Historia de una prostituta Vienesa, fue un libro que encontré por casualidad en una de las tantas librerías de viejo, de la calle Donceles y reconozco nuevamente, que me llamó la atención por el color de las pastas y porque la portada mostraba el orificio de una cerradura, donde se apreciaba justamente una sonrisa vertical.
     Atraído más por aquel diseño -y luego por el título- compré el libro, impulsado por una atracción casi mecánica y desde que comencé a leerlo, las letras surtieron un efecto en mí que (creo) fue identificado inmediatamente por quienes me rodeaban en ese momento. Historia de una prostituta Vienesa relata la vida de una niña de origen humilde, que gracias al ejercicio de la profesión más vieja del mundo desde que es una niña (y cuando digo niña, es porque verdaderamente era una niña) logró adquirir modales y conocimientos suficientes para redactar con acierto, al final de su vida, este extraordinario testimonio personal, escalofriante por su sinceridad, que entregó a su médico unas semanas antes de someterse a una grave operación. Estas confesiones íntimas de una prostituta no tienen tan sólo el valor testimonial directo de una actividad en -y por principio- inconfesable, sino también el de ilustrar con todo lujo de detalles la vida amorosa de la sociedad vienesa de la segunda mitad del siglo XIX. Al final del relato, la chica hace un recuento de todas las vergas que pasaron por su cuerpo hasta antes de cumplir quince años; el resultado, sorprenderá a quien logre conseguir el libro pues es verdaderamente difícil hacerlo en México.
     Posteriormente conseguí en la misma librería una primera edición (1979) de Irene y una segunda edición de La Educación Sentimental de la Señorita Sonia, un par de textos que distaban mucho de lo leído en Las Edades de Lulú y en Historia de una Prostituta Vienesa pero que sin duda, me marcaron para convertirme ansioso lector de erotismo, además de un verdadero adicto a la búsqueda y compra de los títulos de la colección.
     Fue por este placer y por esta nueva adicción, que en menos de un año invertí la cuarta parte de mis quincenas, lo que hasta ahora me ha hecho dueño de más de 40 títulos del repertorio que conforma La Sonrisa Vertical y que puedo comprobar fácilmente bajo previa invitación a beber unas cervezas (hombres) o a fornicar sin restricción (mujeres… M.R.D.A.).
     Sobre cada uno de los volúmenes de La Sonrisa Vertical que he leído podría citar tantas anécdotas que me han sucedido, sin embargo, lo más satisfactorio ha sido la posibilidad de soñar y saborear tantas historias, de memorizar las anécdotas y poder emplear este material para fines de seducción con mujeres, que en otras circunstancias, me estarían vedadas. Con esta técnica no he descubierto el hilo negro, más bien, me he encontrado dentro de un círculo secreto, dentro de una sociedad de personas que como yo, hacen lo mismo para conseguir alguna pasión desenfrenada, o bien, para vivir amoríos que se inclinan a prolongarse hasta el fin de los tiempos.

¿El fin ha llegado?

Desafortunadamente, la época de gloria y esplendor que marcó a la colección, al parecer han quedado atrás. Luego de 27 años de existencia, este 2004, el premio que se concede en homenaje a López Barbadillo, fue declarado desierto (lo que ya había sucedido en otras ocasiones); esta situación orilló a los organizadores del Premio La Sonrisa Vertical, a suspender el certamen básicamente por dos razones:
1) la expresión literaria del erotismo ha ido gradualmente asimilándose a la narrativa general y se ha integrado, de un modo natural, en colecciones literarias no acotadas específicamente al género erótico.
2) la mayoría de las obras premiadas en La Sonrisa Vertical han recibido, salvo en contadas ocasiones, escasa atención por parte de la crítica, atención que actualmente ésta les dedicaría de haber sido publicadas en colecciones no especializadas.
     Esto ha provocado que ante el riesgo latente de su desaparición, muchos asiduos lectores busquen desesperadamente hacerse de la mayor cantidad de títulos posibles. Pero lo que puede considerarse como mayor tragedia para quienes le hemos tomado cariño a La Sonrisa Vertical, es que se pierda la esencia consolidada con el paso del tiempo y que difícilmente, puede ser sustituida por cualquier otra colección semejante de literatura erótica en el planeta (en el caso de México sólo conozco una colección de literatura erótica: Minimalia Erótica -una galería de autores mexicanos retratados por Alejandro Zenker al lado de una modelo desnuda que desata y encarna sus visiones del erotismo- de Ediciones del Ermitaño y que ha publicado algunos títulos bastante recomendables pero diferentes a lo que hace Tusquets Editores con La Sonrisa Vertical).
     Es así como La Sonrisa Vertical, se encuentra en estado de coma, pero mientras el futuro nos alcance, personalmente he querido rendir tributo con este texto y compartirlo con ustedes, hermanos de esta comunidad, e invitar a cada uno a que se permita buscar algún título de esta colección, ir a su casa –o a donde más les plazca- y dedicarse a leer el libro, eso sí, como dice Beatriz de Moura… “con una sola mano”.
     “Publicamos en esta colección novelas y relatos que se sitúen dentro de un género, el erótico, que no siempre goza de la atención y de la admiración que merece. Queremos dar aire que respirar, porque el deseo es salud, y sobre todo queremos recuperar el culto a la erección, al hedonismo, a las fértiles cosechas que una buena y gozosa literatura puede ofrecernos. Y, a través de nuestros libros, a través de nuestra y vuestra sonrisa vertical, constatar que el escribir sobre lo biológicamente apetecible es algo inmanente a todos los tiempos, a todas las geografías, a todos los hombres”
Luis G. Berlanga

Los quince libros de La Sonrisa Vertical que todo erotómano debe tener:
1. Historia de una Prostituta Vienesa
2. Las Edades de Lulú
3. Historia del Ojo
4. La curvatura del Empeine
5. Kurt
6. Eso No
7. Espera, Ponte Así
8. Purpura Profundo
9. Memorias de un Librero pornógrafo
10. Memorias de una Cantante Alemana
11. Hot Line
12. El coño de Irene
13. Pubis de Vello Rojo
14. El Bajel de las Vaginas Voraginosas
15. Llámalo Deseo

P.D. Si alguien llega a conseguir –o tiene- algún volumen de Historia de una Prostituta Vienesa, sírvase avisarme donde lo hizo, o bien, ponerse en contacto conmigo para negociarlo pues algún hijo de malamadre me ha robado dicho texto.
NOTA: Los comentarios de Beatriz de Moura fueron extraídos de la nota periodística, Festeja la colección La Sonrisa Vertical 25 años, aparecida el martes 02 de diciembre de 2003, en el periódico El Universal. Las frases de Luis García Berlanga, fueron tomadas de la página de internet de Tusquets Editores, así como parte de la reseña de Historia de una Prostituta Vienesa. La reseña de la colección Erótica Minimalia puede leerse en http://www.solareditores.com/.

martes, 22 de diciembre de 2009

Mi primera presentaciòn.

¿Será que mi profesión es ser payaso?

Llegué puntual a la cita. A lo lejos me pareció ver a un tipo conocido por lo menos por las fotografías del internet. Decidí dar un paseo por mi escuela para matar el tiempo. Al regreso, distinguí la figura de Moon Rider jalando una maletita con ruedas. A su lado Celia T. Gómez Ramos y Jonathan Minila, acompañados de la güera Natacha y el Doc. El tipo que me pareció conocido se acercó a nosotros y reafirme que se trataba de Antonio Andrade, autor de la Bitácora del Orgasmo. Tras los saludos y los intercambios de abrazos, decidimos ir a buscar un café. En el camino encontramos a Don Óscar de la Borbolla, nuestro anfitrión. Presenté a los miembros de la comunidad maldita con el “prof”. Café en mano, caminamos de regreso al auditorio del Bunker para dar inicio a la presentación de PALABRAS MALDITAS. ANTOLOGÍA DE CUENTOS.
     Apenas unos instantes antes de pasar al auditorio, una sesión fotográfica con Natacha y con el asistente de Óscar de la Borbolla, nos hizo sentir escritores de renombre, pero todas nuestras ilusiones quedaron opacadas cuando una semejante chichona llegó corriendo a preguntarle a Antonio si era el mismo Andrade. Sentimos envidia.
     Mientras nos acomodábamos en la mesa, la chichona se instaló al final de la sala y poco a poco vimos la forma en que el lugar comenzaba a poblarse. Don Óscar de la Borbolla hizo la presentación. La sala a medio llenar escuchó atenta la presentación de Moon Rider platicando la historia de PALABRAS MALDITAS, RADIO EFIMERA y EDITORIAL EFIMERA. Por su parte Celia, agradeció a Óscar la invitación y presentó a los escritores de la mesa.
     Primero Antonio Andrade, quien se sacó de la manga un aplauso en honor al recién fallecido Mario Bennedetti. Moon Rider no aplaudió. Antonio, rompiendo el acuerdo de no leer nuestros cuentos en la presentación, comenzó a leer el suyo.
     Posteriormente, Raúl Bravo Aduna, el Ruso, relató su historia como escritor, seguido de Jonathan Minila, quien también comenzó a leer su cuento.
     Al final, la presentación estelar, Héctor Caveman Ortega, tuvo su primera vez como escritor (¿?). Relaté mis orígenes como lector y escritor y compartí algunas historias sobre la escuela en que nos encontrábamos. No es por nada pero mi intervención arrancó en repetidas ocasiones la risa de los asistentes y de quienes departían en la mesa, incluso, los de una seria chica de lentes, guapetona que se encontraba en primera fila.. Los nervios se fueron disipando y decidí leer el texto de Guillermo Vega Zaragoza, el cual me atreví a teatralizar en algunos momentos para delicia del público. Naturaleza guarra.
     Óscar de la Borbolla abrió la mesa para que los asistentes nos bombardearan con sus preguntas pero como suele ocurrir en estos casos, nadie se atrevió a hacerlo hasta que por intervención divina, alguien se acordó que antes que el libro, PALABRAS MALDITAS es una revista electrónica. Luego de compartir el www.palabrasmalditas.net para los asistentes, vino la primera pregunta de voz de una ansiosa fan de Moon Rider que de paso, me felicitó por mi texto Soy un puerco (¿ya lo leyeron?). Luego, otras dos preguntas y una nueva felicitación por mi texto porcino. Mi amiga Nancy, extendió las felicitaciones para un servidor y Óscar decidió terminar con el evento no sin antes ofrecer la sala del edificio para la venta de los productos malditos (libros, cd’s y playeras).
     Estaba en plena conversación cuando una chica me asaltó con la petición de firmarle la propaganda del evento. Lo hice amablemente y rematé la rúbrica con un beso. Mi primer autógrafo en la vida. Mientras charlaba con un camarada que me pedía ayuda para conectar a algunos grupos de rock urbano, veía como mis compañeros eran atacados por oleadas de neogruppies que les pedían autógrafos sin ton ni son. Sentí envidia. Pero el tiempo, divina venganza, se acordó de uno de sus hijos pródigos y me dio a mi primera fan, una regordeta preciosa que llegó hasta mi para felicitarme por el texto. Sus comentarios me hicieron sentir a toda madre. Después de ella, llegaron más chicas a pedir la firma. Después de la quinta dedicatoria, las ideas se agotan, Tuve que hacer un esfuerzo sobre humano para no comenzar a poner frases como “gracias por” “con cariño” y “con aprecio.” La seria de los lentes llegó hasta mí y pidió una dedicatoria, misma que rematé con mi correo electrónico con la esperanza que un día de éstos se atreva a enviarme un saludo.
     Eso de formar autógrafos es la neta pero reconozco que es mi primera vez. Ojalá que eso no se acabé pero tampoco me reviente las ganas de hacer lo que hago por el mero placer de hacerlo.

20 de mayo de 2009, mi primera vez y mis primeros autógrafos.

martes, 8 de diciembre de 2009

Garras de Pantera.

A la memoria de Dimebag Darrell Abot


I
¿Recuerdas las tardes en tu casa?
Ambos, tirados en la cama de tus padres
desnudos, jugando a ser papás pero
escuchando rock del más duro.
Extraño esos días en que llegaba a tu morada
con el pretexto de hacer la tarea
y apenas abrías la puerta
me avalanzaba sobre tí para moderte las tetas,
hurgar bajo tu minifalda
y sorprenderme que no usaras algo debajo
mientras tus garras de pantera me dibujaban la espalda.

Sabíamos que un día
todo eso se íba que terminar, aunque no sabíamos cuando.
En tanto, hacíamos planes sobre la vida
sin imaginar siquiera lo que era
(ni lo que nos tenía deparado).

Escuchábamos los discos de tu hermano,
que fui robando uno a uno hasta dejar desierto su mueble
(ahora lo sabes),
y con los que tú, altiva,
me dedicabas tus danzas de pornstar juvenil
con las piernas abiertas,
los pechos oprimidos por tus manos,
el corazón desgarrado
y un puñado de ilusiones
que nunca supe aquilatar.

Maldita juventud que te mueve a hacer pendejadas:
cometimos el error de mezclar
el ludismo de nuestras tardes sexuales con el amor.
¡Grave error!

Entonces se vino abajo nuestra complicidad.
Dejé de caminar todas las tardes a tu casa,
nunca más volví a arremeter contra tus tetas dispuestas,
ni a hurgar bajo tu minifalda, esa que siempre te ponías para mí
y tus garras de pantera no volvieron a tatuar.

La vida nos cobró la cuenta y pronto dijiste estar aburrida de mí.
Lo acepté y corrí a refugiarme entre las piernas de Pamela, tu prima,
(ahora rafirmas tus sospechas).
Y en tanto tu armonizabas tu vida, alejada de los excesos del rock
yo me sumí en ese estado de ansiedad
que tres cuartas partes de los idiotas
nombran con el mote de depresión,
que me orilló a escribir algunas líneas para tí.

II
Volví a saber de tu existencia hace unos años
cuando tus senos yacían ponchados
en dos copas de un mágico brasier,
cuando cambiaste la minfalda por mallones ajustados
y una faja,
y las danzas de estrella del porno juvenil
se habían convertido en la ruta para ganarte la vida.
Lo peor es que los tatuajes de tus garras de pantera
aun viven insípidas en mi espalda.

Me hablaste para decirme que lo habían matado,
que varios disparos en el cuerpo le habían arrebatado la vida.
Llorabas y suplicabas que encendiera el televisor.
Lo hice pero no por tí
y despues de tantos años
volvimos a compartir un dolor.

III
Ya no escucho más a PANTERA,
con la muerte de Dime se fue parte de mi vida
y por precaución, procuro, cuidar celosamente la parte que me queda
no volviéndome a liar con mujeres como tú.

sábado, 5 de diciembre de 2009

Te juro que es la primera vez. Por qué no debo involucrarme con mujeres que dicen ser interesantes. (Palabras Malditas, mayo de 2007)

¿Qué puede ser peor en la vida que estar encerrado en la recámara de una güera encuerada y pendeja?
     Ya imagino lo que muchos están pensando. La güera además de encuerada, está ebria, en calidad de bulto sobre la cama. Su estado me ha ayudado a comprobar su alto grado de pendejez, hurgando más allá de la ropa, en la aridez de su brasier y en la sucia profundidad de su tanga. Pasé parte de la infancia y toda la adolescencia esperando este momento y la nena me sale con que "dice mi mamá que siempre no". Implora que respete su escasez de ropa y para convencerme derrama lágrimas de telenovela mientras berrea su arrepentimiento.
     La conocí hace un par de semanas durante el programa de radio. Estaba conectada al chat enalteciendo mi verborrea, haciéndome sentir el gran locutor, el Bocafloja cautiva-mujeres, mientras que yo creía el sueño de tener a mis primeras seguidoras cautivadas por mi voz. Estuvo conectada durante la hora y media del programa y repitió su hazaña los noventa minutos del siguiente programa y los noventa minutos del programa de ayer, chingue y chingue para que le pusiera una canción.

     - Está bien, te la pongo. ¿Cuál quieres?.
     - ¡Ay, qué lindo! La que quieras pero dices mi nombre, eh.

    Pendeja. ¿Crees que eres el centro del universo y que sólo me debo a ti? ¿Acaso quieres presumirle a tus amigas que traes a los locutores de Efímera dando las nalgas por ti?
    
     Pasé parte de la infancia y toda la adolescencia esperando el momento de conocer mujeres interesantes. Siempre he creído que las mujeres que leen, las que escuchan música y las que escuchan radio, las que opinan, son mujeres interesantes y dignas de atención. Es el tipo de mujer con la que esperaba salir.

     - ¡Qué curioso, yo soy así! -dijo con exactitud y eso fue lo que me bastó para quedar con ella, para levantarme muy temprano esta mañana (contrario a mi costumbre) y pasar a recogerla a la universidad.

     Era un tanto diferente y me costó trabajo reconocerla.

     - ¡Si ya te había reconocido, eres igualita a como te describiste en el chat!

Propuso que fuéramos a un infame billar y que tomáramos cervezas. La segunda propuesta me agradaba pero la primera... Acepté. Entre mozalbetes idiotas que sufren los efectos de sus primeras borracheras y zorritas inexpertas que ofertan el trasero por una miserable cerveza, pude cautivarme con sus pequeñas tetas y ese trasero estrecho que más bien imaginaba de otra manera, más carnoso tal vez. Bebimos como locos y sólo jugamos carambola para espantar cualquier intento de sabotaje a la intimidad. Yo me concentraba en sus movimientos, en la apenas perceptible caída de sus tetas y en la perfecta o que formaban sus labios cada que esperaba el choque de las bolas. Dejamos de jugar y seguimos bebiendo hasta que ella comenzó a derramar las cervezas. En hombros tuve que llevarla a casa, pasando vergüenzas e incomodidades callejeras.

     - ¿Quieres hacerme el amor?
     - No, sólo quiero desnudarte.

     Sé que en ocasiones no tengo mucho tacto para expresar mis deseos pero esta vez mi respuesta no estaba tan alejada de la realidad. Con su sobriedad se había ido algo. No me gusta hacer el amor con mujeres ebrias, las borrachas me han dado muy malas experiencias.
  
     - ¡Desnúdame! ¡Venga, quítame la ropa!

     Me sentía realmente complacido por el producto de su lerda embriaguez.

     - Juro que es la primera vez que me paso de copas.

     Sus juramentos no me importaban pero el mandato que clamaban sus palabras, sí. Trabajé lento, gozando al máximo el momento. Desabrochando cuidadosamente los botones de los jeans y deslizando éstos por sus muslos, pude encontrarme con la suavidad de su piel. Luego, puse atención en los tines y la tanga. Ajena a sus movimientos, la güera se dejó caer en la cama. Me ordenó poner música, la que yo eligiera, mientras me juraba que era la primera vez que alguien entraba en su recámara. Sin ponerle mucha atención busqué entre discos de artistas pop venidos a menos y musiquillos de punk-feliz, algo que realmente valiera la pena. Arrumbado, casi olvidado, me encontré con un disco de rock. Ella terminó de desnudarse, enrollándose la blusa en la cintura y arrancándose a tirones el brasier.

    - ¡Soy tuya!

    Estuve contemplando su cuerpo y cotejándolo con las descripciones que ella misma había hecho de el. La realidad me ponía frente a los ojos muchas variaciones. Me di cuenta que hay mujeres a las que nos les importa mentir. Me había dicho que era güerita. Yo había entendido güerita, rubia natural.

     - ¿Qué esperas? ¿No quieres probar mi cuerpo? ¡Anda, pásame la lengua por donde tu quieras!

     Hay invitaciones que difícilmente un hombre puede rechazar. Pierniabierta y dispuesta sólo me limité a utilizar las manos mientras pensaba en algo más emocionante para hacer.

     - Tengo una fantasía –dijo- chúpame las axilas.
     - Me han dicho que la lengua se escalda con el desodorante de bolita... y se seca con el de barra.

     La güera se ponía necia y la verdad, yo no estaba en condiciones de experimentar.

     - ¡Hazlo, te juro que sí me bañe esta mañana!

     He dicho que hay mujeres a las que no les importa mentir. Mi falsa rubia estaba ebria, cachonda y pasaba del momento sentimental, al idiota, poniéndose muy necia: Chúpame aquí, tócame allá, pellízcame ahí, jálale acá.

     - ¡Te digo que me pases la lengua por las axilas!

     No sé en que momento se le ocurrió que yo bailara. Como no quise hacerlo se enredó en la colcha y amenazó con no dejarse ver más. Gritaba. Tras la euforia se puso seria pero repentinamente comenzó a toser y a hacer caras extrañas. ¡Voy a vomitar! Y vomitó. Mientras gritaba que todo era mi culpa, limpiaba su suciedad con las sábanas. Luego, se recostó tranquilamente creyendo que había terminado. Me pidió un cigarro. Mientras lo fumaba, repetía que confiaba en mí. Te juro que nunca había vomitado, es la primera vez. La visión angelical de su desnudez se convirtió en una escena grotesca que reafirmaba mi mala suerte. Había pasado parte de mi infancia y toda mi adolescencia esperando un momento que ya no se parecía nada a este. ¿Qué puede ser peor que estar encerrado en la habitación de una rubia ebria, pendeja y que, encuerada, se recuesta sobre los restos de su hedionda vomitada?

     - Te voy a hablar de mi novio. ¿Quieres que te platique de él, verdad? Fíjate que es muy lindo y shalalá... equis... me ama, me respeta y shalalá... Te juro que lo amo y te juro que es la primera vez que lo engaño pero es que no lo puedo evitar, ¿me entiendes, verdad?
     - Claro, te entiendo.

     Comienza a llorar. Sus lágrimas me revientan.

     - ¿Verdad que no me vas a obligar a hacer nada que no quiera?

     Mientras habla pienso que tengo que salir de aquí lo más pronto que se pueda.

     - Sabía que podía confiar en ti. Eres muy lindo, me gustas. Si cumples tu promesa te regalaré una chupada. Te juro que nunca se la he...

     Habló durante horas, cambiando violentamente su humor. Luego se perdió. A veces sólo levantaba la cabeza para vomitar. Me dio pena por ella y por el pobre diablo que estaba involucrado formalmente con semejante mujer y cuya fotografía descansa en el buró. La pestilencia es insoportable. ¡Qué desperdicio estar en la habitación de una rubia pendeja, que te invita a salir, a beber unas cervezas y luego se encuera para que la veas vomitar! Me largo.
     Compartiré mi experiencia con el resto de los locutores de Efímera para que no crean en esa falacia de las mujeres lindas e interesantes que nos quieren ligar.
     Juro que no vuelvo a involucrarme con tipas así.