jueves, 30 de septiembre de 2010

Un currículum...

...se construye con experiencias anódinas; un anecdotario sólo necesita de brillantes pendejadas.

viernes, 24 de septiembre de 2010

¡Llegó el progreso, sí señor!

Las premisas en las que suele manifestarse el desarrollo de una sociedad resultan mágicas y dignas de analizar debido a las terribles mentiras y decepciones que suelen escupirnos a la cara.
Hace unos días, tomé la decisión de visitar un centro comercial que recientemente se instaló como la máxima atracción del lugar en el que vivo y que hasta entonces, sólo había contado con dos sitios verdaderamente interesantes para el turismo de aventura: una calle bautizada informalmente como “del hambre”, cuya peculiaridad es tener un montón de locales de comida (no más que afuera del metro Cuatro caminos) y que suele servir como refugio de muchachos alcohólicos los viernes desde temprana hora; y una casa embrujada que según, todos los que fuimos adolescentes parranderos, juramos haber visitado en una noche de desenfreno etílico pero cuya ubicación exacta resulta indescifrable. A diferencia de estos sitios de interés, el centro comercial al que hago referencia goza a su vez de varios prodigios dignos de revisar por su magnificencia.
En primer lugar se encuentra una torre enorme que ha sido erigida como el edificio más alto de todo el municipio y que a decir de quienes lo construyeron, podrá ser vista desde cualquier punto en que uno se encuentre. Desafortunadamente esto no es así porque ocurre que desde mi casita, un montón de chozas convertidas en edificios, a gusto de los moradores, impiden que todas las mañanas al despertarme, pueda abrir la ventana sin sentir envidia por las maravillas construidas en Babel. Se supone que dicha torre será una unidad médica al servicio de la comunidad... que, por supuesto, tenga recursos para pagar los servicios que ahí se ofrecerán. Lo anterior, es factible comprobarlo si uno tiene la osadía de ir a meter las narizotas en la puerta de entrada como esperando que alguien le preste ayuda, pero lo más seguro es que en lugar de la bella Dra. Cody y su amigo doctor cojito-mamón, aparezca un señor con cara de pocos amigos y le invite a uno a salirse a la chingada porque el club de la salud no es para pelagatos como uno. Esto me hace seguir confiando en los doctores del seguro social y al mismo tiempo me motiva a rogarle al creador que el futuro presidente de esta nación no haga pendejadas, y no se le ocurra extinguirlos como cucarachas eléctricas.
El segundo prodigio de este centro comercial resulta sui generis: se trata de un bar cuyo principal atractivo es imaginar que uno llega al polo norte y bebe amenamente con sus cuates con las nalgas postradas en un cubo de hielo que probablemente, al otro día,  sirva para que un viejito haga raspados de sabor grosella afuera de una escuela. No entiendo cuál es la fascinación por esto si regularmente una buena bebida alcohólica se disfruta más cuando hace calor y no con los Celsius bajo cero. El progreso, sin embargo, nos mueve a creer que esa novedad es el principio de una experiencia religiosa.
El tercer prodigio de Luna Parc (nombrado pomposamente así –imagino– para reafirmar las competencias en el idioma inglés de los nativos), consiste en poner una cafetería que tiene por empleados a adolescentes tardíos, que visten como niños envueltos y que conminan a uno pedir una madre que parece café, huele a café pero que cuesta más que un par de tragos decentes en un bar de más clase. Lo curioso de esta cafetería es que lejos de servir como tal, logra el milagro de reunir a gente estúpida para que se aplasten por horas en sus sillones mientras ponen cara de “mírenme, soy bien chingón”, mientras los que somos pendejos nos reímos discretamente en su cara porque ya se las dejaron caer con un café que no vale ni la mitad.
Tal vez sea por la necesidad de pertenencia o porque la gente aún posee capacidad de asombro ante una construcción pero no cabe duda que el progreso es un arma letal que sólo sirve para recordarnos que estamos jodidos y que si aparentamos lo contrario, nos vemos bien ridículos. ¡Viva el progreso! Tan-tán.

jueves, 23 de septiembre de 2010

miércoles, 22 de septiembre de 2010

Hay palabras que al pronunciarse...

...suenan fascinantes; otras que al escribirse resultan tentadoras. Personalmente me gustan más aquellas que al hacerse realidad superan la ficción.

martes, 21 de septiembre de 2010

Influencias familiares.

Es difícil zafarse de la influencia familiar cuando ésta exige reafirmarse cuando menos una vez al año. No soporto la música de banda, apenas un poco la norteña; detesto las cumbias y las salsas, pero hay ritmos guapachosos que de pronto me hacen mover el pie como si realmente estuviera en comunión con lo que estoy escuchando. Sin embargo, lo que no puedo soportar por nada del mundo son las canciones rancheras: no soporto a Pedro Infante, menos a Jorge Negrete; Las jilguerillas y las Hermanas Águila me resultan nefastas. No soporto toda esa música popular que suelo asociar con las cantinas o con un México que no existe, que no es real, y que creo, tampoco lo fue en su momento.
¡Qué difícil es zafarse de la influencia familiar cuando exige reafirmarse de vez en cuando!
He querido evitarlo, romper con la maldición pero así es mi familia: si no voy, ella viene.

lunes, 20 de septiembre de 2010

Preguntas complejas.

Es muy común que la gente se acerque a preguntarme:

- ¿Cómo es que te acuerdas de tantas cosas?

Cuando esto pasa me limito a sonreir, a fingir que pienso una respuesta coherente pero que ya tengo estructurada con anterioridad, aunque en realidad, sólo me burle de mí mismo y esa maldita preocupación que me surge por tener vivos tantos recuerdos. Ahora pregunto:

- ¿Será por eso que nunca progreso, porque el pasado se ancla en mi memoria?

No sé la respuesta, pero tengo claro que mis recuerdos sirven como una cualidad que mata y al mismo tiempo, me ayudan a seguir vivo.

domingo, 19 de septiembre de 2010

25 años.

El tiempo se nos escurrió entre las manos y al voltear a los recuerdos, éstos nos dicen que poco es lo que la vida ha cambiado.
Sigue siendo la misma ciudad, infestada de magestuosos palacios que se engalanan con millones de amargados alfiles.
Sigue siendo aquella ciudad, la misma que detuvo las manecillas del reloj a las 7:19.
Esa vieja ciudad en la que no había "ninis" pero en la que se depositaban las esperanzas de un futuro mejor.
¿Quién te levantó de las ruinas?
No lo sé bien.
Sólo entiendo que a pesar del paso de los años y a pesar de tu inmensidad, te sigues sacudiendo con terremotos trepidatorios que ya no emergen del suelo pero aún así, te niegas a caer.

sábado, 18 de septiembre de 2010

De perritos y perrotes.

Siempre les he temido a los perros. La anterior es una fuerte declaración si considero que mi descendencia me ha instalado en su imaginario como un superhéroe invencible, capaz de luchar contra borrachines urbano-rancheros, reggetoneros wannabe y policías delincuentes. Pero no puedo negar que si un día, por alguna extraña circunstancia, me encuentro en una calle con un perro lo más seguro es que prefiera regresar mis pasos y rodear lo suficiente para alejarme de sus colmillos. No sé de dónde venga esta fobia pero desde que tengo uso de razón mi sentido arácnido me ha salvado infinidad de veces de ser atacado por esos seres que por algo fueron los preferidos por Belcebú para cuidar la entrada del infierno.
Con profundo desagrado recuerdo los momentos en que me he visto en la penosa necesidad de toparme con estos animalejos de forma irremediable. En esos recuerdos está Boby, el perro de mi tía Nico, que invariablemente al verme llegar a la casa corría como desaforado y entonces todas mis primas tenían que salir a rescatarme. También está el Yaqui, un animal que tuvo la gloria de ser aprendido por la policía de Rayón (San Luis Potosí), por haber mordido a varias autoridades que realizaban una gira de trabajo por la calle donde vivían mis abuelos y que siempre que me veía pelaba los dientotes logrando el prodigio de desviar mi camino de regreso al depósito de cerveza. Otro animal que recuerdo era el Yeti, un alaska siberiano que parecía lobo pero no por su raza sino porque cada vez que me tenía cerca lanzaba certeras mordidas para atacarme; lo anterior, después de un tiempo, logró el prodigio de convertirme en un atleta pues si tenía el infortunio de encontrármelo afuera de la casa de mis tíos lo más seguro es que me correteara intentando morderme.
Pero mi suerte con los perros cambió hace unos años cuando a casa de mis tíos llegó el Beberro, un chihuahua pequeño, nervioso y llorón que vino a modificar la vida en familia. La primera medida que mis primos tuvieron que tomar para advertir la presencia del perrito fue colocar un letrero que decía: “cuidado con el perro”, lo anterior procurando que la gente que llegara tuviera cuidado de no pisarlo; el mismo letrero sirvió para advertir a los dueños de otros perros de mayor tamaño pues era común que Beberro los atacara sin remedio, pero en estos embates se corría el riesgo de que un día alguno se lo quisiera tragar y al no poder tragarlo le provocara la muerte irremediablemente. La segunda medida que se tuvo que tomar para cuidar la integridad de este chihuahua fue ponerle un cascabel ya que por su tamaño y peso, era imposible escuchar sus pisadas y era común percatarse de su presencia hasta que lo pisábamos.
Beberro se convirtió en el centro de atención de los niños que regularmente lo confundían con un perro de juguete y a nosotros nos provocaba ser el centro de las burlas porque no es muy común ver a tres hombres paseando un animal de ese tamaño. Intentando equilibrar la situación, mi primo Arturo decidió invitar a un amigo que tenía un bóxer. El primer día que salimos a pasear a los dos perros, temimos que Hendrix se quisiera tragar a Beberro pero curiosamente ambos perros simpatizaron al grado que subíamos al chihuahua al lomo del bóxer para que éste lo paseara. Todo iba bien hasta que al llegar a un campo lleno de flores silvestres el Hendrix se soltó de la correa y comenzó a correr como loco; al principio creímos que atacaría a alguien pero grande fue nuestra sorpresa al ver que Hendrix estaba feliz arrancando flores las cuales iban a dar directamente a nuestros pies. Inmediatamente el Beberro imitó al Hendrix para burla de quienes presenciaron la bochornosa imagen.
Hendrix murió hace un tiempo sin lograr tener descendencia, un problema de disfunción eréctil le impidió consumar sus relaciones con diversas hembras que le fueron dispuestas para tal efecto. Beberro aún vive pero el destino quiere que tampoco su sangre permanezca pues odia a las hembras que le han traído para preservar su sangre y a cambio él prefiere un viejo peluche para satisfacer sus bajos instintos.
Tanto Hendrix como Beberro han aliviado un poco mi temor a los perros pero eso no quita que de pronto si encuentro un animalejo de estos por la calle yo me vea en la penosa necesidad de regresar mis pasos y sacarles la vuelta, aunque tenga que caminar más para llegar a mi destino.

jueves, 16 de septiembre de 2010

Oficios ejemplares, Paola Tinoco.

Reproduzco la siguiente información encontrada en el sitio de Editorial Páginas de Espuma, donde hablan del libro de Paola Ticono, una buena escritora de la que he aprendido.

Queridos: los primeros días de octubre encontraréis en vuestras librerías Oficios ejemplares, el primer libro de cuentos de la mexicana Paola Tinoco. Su incursión en la literatura no ha pasado desapercibida para algunos lectores privilegiados. De Paola Tinoco se ha dicho:

“Con elegancia e ironía. Se trata de una joven escritora dedicada a su trabajo y con gran futuro”, Ricardo Piglia

“Una narradora capaz de suministrarnos las dosis justas de sarcasmo y ternura, de maldad y compasión. Unos cuentos que ríen y se duelen de las mismas cosas, es decir, sabios. Un debut que nos hace ansiar lo que vendrá”, Andrés Neuman

“Paola Tinoco es una cuentista audaz y honesta. La leo desde hace tiempo y conozco sus virtudes y sé que sería una injusticia que su primer libro se perdiera entre las avalanchas de novedades”, Enrique Vila-Matas

En Oficios ejemplares, toda profesión, por glamurosa que sea, esconde en los rincones de su trastienda algún aspecto que ocultar, algo de lo que arrepentirse. Pero también sucede al contrario. Incluso los empleos peor vistos, aquellos que ninguna madre querría para su hijo, guardan un lado excitante y divertido, provocador y morboso que los hace atrayentes. Eso mismo sucede en los cuentos de Paola Tinoco, donde –escarbando en las zonas más oscuras– los escritores y los camellos se mezclan con los encargados de limpiar la muerte de los coches, de fotografiar a parejas en la cama o de soñar los sueños de otros. Catorce cuentos donde la ambigüedad moral no está reñida ni con el humor ni con la ternura. Aunque no siempre.

Paola Tinoco

Paola Tinoco es coordinadora de producción y representante de la editorial española Anagrama en México, editora y compiladora de la antología de relatos De lengua me como un cuento para la editorial Axial, locutora para Radio Efímera, Radio Ibero y Permanencia Involuntaria. Ha publicado sus cuentos en revistas como Conceptos, Playboy o El perro, y en las antologías Relato breve de Oaxaca y Palabras malditas de Efímera Editorial. Oficios ejemplares es su primer libro.

miércoles, 15 de septiembre de 2010

No more head trips.

Entre la fauna nociva de la ciudad
te distingo con tus nuevos amores,
los de siempre,
aquellos que juegan con tu presencia,
tu dinero y tu persona.

Los que te ilusionan
y te hacen creer -pobre ilusa-
que eres la reina de nuestras vidas.
¡Pobre ilusa!

Quiero confesarte que
de habérmelo pedido
te hubiera seguido a donde fuera
a donde tú pidieras.

Porque estaba hecho un idiota,
un guiñapo al que podías manipular.
Pero
me perdiste
antes -siquiera- de tenerme
porque odio tus complejos
y aun más tus frustraciones.
Porque
las cosas no avanzan de esa forma
entre dos que se engañan
bajo los preceptos del amor.

Así no funcionan las cosas,
no conmigo...
me has perdido.

lunes, 13 de septiembre de 2010

Amigas de flojera.

En los últimos años he desarrollado un poderoso imán para atraer amigas cuyas edades fluctúan entre los 18 y 25 años, lo cual no tiene nada de extraordinario, como tampoco lo tiene el hecho de que todas ellas tengan el mismo defecto: tener un novio al que juran amar profundamente (el defecto está en su jodido concepto de amor, no en tener novio).
Lo anterior, lejos de motivarme a brincar como saltimbanqui haciéndome partícipe de su felicidad, se ha convertido en un molesto golpeteo a mí hígado y a mi paciencia pues mis registros indican que una plática amena con una veinteañera enamorada es prácticamente un imposible debido a que las aludidas lo ven a uno con cara de clínex, o peor aún, con orejas de diario, y eso les hace creer que me importa saber si novio es casado, tiene dos hijas, se pelea a diario con la esposa y tras la discusión, viene a ellas para desenvainar la espada y ejercer venganza; tampoco me importa saber si pelearon entre ellos, si se mentaron la madre en intervalos de dos minutos, si él les dijo lo que muchos otros piensan (que son unas idiotas cuando se ponen en papel de niñas de primero de secundaria) y menos aún, si las cortan por adolescentes.
Este concepto tergiversado de la amistad me ha convencido que amigas como esas se convierten en una mala inversión, una pérdida de tiempo y que una charla con una piedra sería más productiva pues cuando menos podrías patearla o lanzarla tan lejos como quisieras apenas empezara con ese tipo de gansadas.
Hace un par de días, por ejemplo, mi amiga N me arrancó de mis ocupaciones para avisarme que pasaría a recogerme al trabajo, que tenía ganas de verme. Reconozco que fue un halago que semejante mujer fuera a buscarme pero la monada se derrumbó cuando ella comenzó a relatarme sus nuevos infortunios familiares a causa del novio, quien por cierto es un verdadero imbécil. ¿Quién le dijo que me interesaba saber si el tipo se empeda en la fiesta de cumpleaños del padre de M, se pone impertinente, vomita sobre el vestido de la esposa del festejado, pisa al perro (que es la joya de la familia), tira el pastel y se orina en la maceta a la hora en que se apaga la luz para cantar las mañanitas? Cualquier otra mujer con sentido común y dos gramos de inteligencia seguro mandaría al tipo “a hondear gatos de la cola”, pero ésta no, mi amiga se pone pendeja con la familia y yo pago los platos rotos escuchando semejantes idioteces.
El segundo ejemplo vive en mi amiga S quien regularmente tiene la manía de relatarme exactamente los mismos capítulos con su novio: que si ella le prometió comprarle una moto a cambio de un hijo, que sí él respondió que no porque ya se hizo la vasectomía pero que a cambio le trae a las dos hijas de su actual matrimonio para formar una familia feliz pero que no será fácil porque primero hay que eliminar a la bruja esposa (a quien automáticamente imagino como una buenona mayor de 30 años, con las ganas contenidas). Siempre me pregunto: ¿Habrá reparado mi amiga en mi rostro abrumado cada vez que nos despedimos?
Desafortunadamente para mí, según los románticos, los ortodoxos de la amistad y las políticamente correctas buenas costumbres, ellas son mis amigas y por ello debo estar siempre dispuesto a escucharlas, así que cuando esto que relato vuelva a suceder pondré cara de nada y haré de tripas corazón esperando que Dios con su infinita paciencia, se digne a enviarme a una amiga verdaderamente interesante (como las que conozco en facebook) y con la que pueda charlar, beber, reír, sin que metan a sus odiosos novios en nuestra relación.
Finalmente, si usted se considera mi amiga, tiene entre 18 y 25 años, tiene novio y ha visto en mí a un imbécil al cual aburrir con sus mamadencias, absténgase o no respondo chipote con sangre, sea chico o sea grande.

sábado, 11 de septiembre de 2010

Aplican restricciones.

Amo la basura literaria, esa que al leerse se convierte en una joya y donde no tienen cabida Paulo Coelho y Stephanie Meyer.

viernes, 10 de septiembre de 2010

¡Estoy pérdido!

Me acabo de descubrir como un romántico de clóset por culpa de una frase bien pensada aunque mal escrita.

miércoles, 8 de septiembre de 2010

Día internacional de la alfabetización.

No suelo tocar estos temas a menos que sea necesario.
Hoy es un día importante pues en el mundo se tiene que recordar que no todas las personas están en condición de equidad en el ámbito social. La adquisición de lecto-escritura es motor fundamental para que una persona pueda tomar decisiones importantes en su vida, desafortunadamente no todos tienen la posibilidad de conocer los códigos escritos por la simple y sencilla razón de que nadie se ha preocupado por enseñárselos.
Muchos de los llamados analfabetas son viejos, cuyos últimos deseos, son los de aprender a leer sólo para saber qué dice en la Biblia, descifrar un misal, o saber lo qué hay en alguna carta que les llegó hace años y jamás han podido descifrar por ellos mismos. Otros son jóvenes, cuyo derecho a leer y escribir se ha visto negado por una de las contradicciones más grandes de nuestra constitución: la que afirma que todos tenemos derecho a acceder a una educación pública, gratuita y de calidad.
En días como este me siento feliz de haber aprendido a escribir y leer, ahora formar parte de aquellos que tiene la posibilidad de enseñar a otros a adquirir esos conocimientos que les fueron negados en su momento.
Hoy, 8 de septiembre, hay que recordar que nunca es tarde para aprender y que aún hay muchas personas que no saben hacerlo. Espero que muchos otros se unan a la causa y contribuyan enseñando a otros, erradicando el analfabetismo.

lunes, 6 de septiembre de 2010

domingo, 5 de septiembre de 2010

Tu mejor amiga.

La tarde en que desapareciste te despedí
                                         –sin saberlo-
con un frenético bombardeo sobre tus caderas
y el firme propósito de una vida nueva
depositado en eso que tú llamabas amor.

No hubo compromisos ni promesas
pero sí un largo juego de labios
que me hizo creer que podía confiar en ti.

Días después
al enterarme de lo sucedido,
quise buscarte
y estrellarte contra el suelo.

¿Crees que me merecía aquello?
                                  –No así–

Prometí que te ibas a arrepentir y como un niño
aquella noche rompí todos los vidrios de tu casa.
Hoy sabes que fui el autor de semejante idiotez.
Durante veintidós días y veinticuatro noches,
espié tus salidas y llegadas a casa,
tus movimientos en la escuela y cada una de las reuniones
que tuviste con tus amigas.

Todo quedó registrado en papelitos con los que tapicé una pared.
Perdí el único trabajo que tenía
y que había conseguido gracias a tu ilusión de hacerme un hombre mejor.
Yo sólo tenía 18 años, tú estabas por cumplir 26.
Me invité a tu despedida de soltera y la noche de tu majestuosa boda,
mientras avanzabas al altar, me postré afuera de la iglesia
a brindar con Dios por tu infelicidad.

Cuando saliste del brazo de tu esposo no pude contener mi llanto.
Sólo ese pordiosero al que yo apodaba El Señor, tuvo la valentía
de prestarme su hombro para que pudiera llorar .
Durante treinta días y treinta noches derramé un diluvio de agua salada
que secó mi jardín.
Fue entonces que decidí buscarte a través de tu mejor amiga
para pedirle, para pedirte
                       –por fin–
la ansiada explicación.

Al revelarle detalladamente lo que deseaba
ella, sabiamente, supo sanar mi alma sirviendo como canal
para cerrar el círculo que había dejado abierto con tu cuerpo.

Hoy, que han pasado los años,
–ya tengo 32 años y tú debes haber entrado a los 40–
debes saber que le debes la vida a tu mejor amiga
la misma a la que le arrebataste el amor
la noche posterior al bombardeo de tus caderas.

sábado, 4 de septiembre de 2010

viernes, 3 de septiembre de 2010

¡Te van a jalar las patas Montiel!

Supe de la existencia de Germán Dehesa en la época en la que la radio me parecía mejor opción que la televisión (ahora las cosas han cambiado) y confieso que me ponía de buen humor escuchar sus pesimismos en torno a la realidad. Luego, apagué la radio y preferí la vida mundana: paseos en automóvil, cuyo dueño se veía obligado a “talonear” a quien se dejara para conseguir dinero y llenar a la mitad el taque de la gasolina (el aludido hoy es un empresario); raves con imbéciles que tenían aspiraciones a nenes bien (ninguno de ellos lo logró); sexo imaginario con mujeres que ni siquiera volteaban a verme, y principalmente, una vida asceta y privada de todo acercamiento con las letras. Fue un año sabático en el que me olvidé de la radio, la televisión y en el que el mundo se abrió como una oportunidad para cultivar otras facetas de mi vida que ahora nombran sesudamente bajo el apelativo “ninis”.
     En esas andanzas, recuerdo mi segundo encuentro con el señor Dehesa y fue en el cine, en la película Cilantro y perejil, de la que sólo recuerdo ¡a Germán Dehesa y no más! Sin embargo, de ahí en adelante mi memoria registra perfectamente su nombre por dos cosas importantísimas y relevantes para el mundo. La primera tiene que ver con un ensayo precioso en el que diserta en torno a “los Carlos” y que apareció en la revista Eje Central hace ya varios años. A la fecha no dejo de recordar ese texto que logró cautivarme como cuando escuchaba a su autor hablar de políticos, señoras en camionetas, intelectuales y en general, de la fauna chilanga que da color a nuestra ciudad. El segundo aspecto tiene que ver con un reclamo que comenzó a hacer a las autoridades debido a su pobre trabajo (si es que así puede llamársele a cobrar un sueldo por echar por la borda a este país) y que coronaba con la pregunta: “¿Cómo pueden dormir tranquilos si no han realizado su trabajo?” La cual, en los últimos años estuvo dedicada a Arturo Montiel Rojas, ex gobernador del Estado de México (pónganse de pie, chingaú)  y a la cual no hay que pensarle mucho para responderse el por qué.
     El caso es que Germán de esa es de esos tipos a los que reconozco no leí mucho pero contrariamente no dejé de seguir pues siempre había alguien que lo citara como referente en las charlas. A él mismo, le debo la autoría de una frase que apenas en días pasados subí de forma tergiversada a Facebook y en la que afirmó que “una señora en camioneta frente a una escuela es más peligrosa que un comando de narcos”. Así era el señor Dehesa, sesudo, inteligente y creo hasta simplón, cada uno tendrá su opinión y como suele ocurrir en casos como este día donde las posiciones se contraponen: la mayoría dirá que fue un chingón, un dechado de dones que sólo Dios le pudo dar, una buena persona, un gran autor y demás; para otros, no valdrá un comino; lo cierto es que yo puedo decir que Germán de esa fue uno de esos tipos que siempre, en todas las ocasiones que supe de él, tuvo el buen tino de ponerme de buen humor y eso por eso siempre podré bien recordarlo. Descanse en paz y que desde donde le toque estar se dé una escapada para venirle a jalar las patas al Señor Montiel.

miércoles, 1 de septiembre de 2010

Otra noche de insomnio

Sabes bien a lo que vengo, es lo mismo de todas las noches cuando no puedo dormir.

Me gusta que te quites la ropa y me dejes morbosear en tu cuerpo.
¡Maldita insatisfacción!
Déjame husmear en tu intimidad unos instantes. Efímero placer morboso que me deja un nuevo vacío.
Me estoy acostumbrando a que no me digas no.
Todo es tan fácil.
(...)
Apenas apagues la cámara te eliminaré de mis contactos.
Buscaré a alguien que tenga mayor imaginación.