lunes, 29 de noviembre de 2010

Creo en el calor de tu pecho y el final de tu espalda.

Nunca he creído en la amistad, en el amor a primera vista y mucho menos en Dios. Creo, sin embargo, en las mujeres aunque irremediablemente, la mayoría, me han destrozado el corazón, las ilusiones, las ganas de vivir.
Pero ellas me siguen haciendo soñar.
No pretendo afirmar que siempre busque relacionarme con las chicas que conozco. Sólo que hay mujeres con las que quisiera estar la mayor parte del tiempo charlando,
bromeando, discutiendo, leyendo, soñando, escuchando música, bebiendo... durmiendo en sus camas.
Tal vez tú eres una de esas chicas; tal vez lo seas porque no te conozco y porque lo desconocido es ilusión, que al final, es lo que termina jodiéndote la vida. Pero ahí voy de nuevo, como el novato en que suelo convertirme cada determinado tiempo.

sábado, 27 de noviembre de 2010

Intercambios, primera parte del 2010.

Aunque esta semana me la pasé diciendo que no aceptaría entrar a un intercambio, hoy lo hice. El resultado, sin embargo, no fue el mejor. Tal vez porque soy materialista o porque estoy salado, pero nuevamente quedé descepcionado con mi mala suerte y este jodido karma que me hace pagar la codicia de otra vida.
Ni modo.
Ahora sí, prometo no participar en más intercambios por lo que resta del año.

viernes, 26 de noviembre de 2010

¡Ya tenemos carretera!

El sexenio de Carlos Salinas de Gortari se caracterizó por dejar registrados en los anales de la historia nacional: una caída del sistema, que se tradujo en la sospecha de unas elecciones fraudulentas; la consolidación de la resistencia a la frustración de un candidato; dos privatizaciones de importancia; un Tratado de Libre Comercio; una reforma agraria que seguramente provocó que Zapata se revolcara en su tumba; un magnicidio sin resolver; una guerrilla cuyo subcomandante era un rockstar literario; un hermano incómodo; noventa millones de mexicanos, además de un montón de cosas que por cuestiones de salud mental me abstendré de seguir citando. Sin embargo, en este brevísimo recuento, no quiero dejar pasar la oportunidad de recordar algo verdaderamente notable de este sexenio: el comercial de Don Beto que formaba parte de los promocionales del Programa Nacional Solidaridad.
¡Don Beto, don Beto! ¡Ya tenemos carretera!” Comunicaba con algarabía un joven a un anciano cuya reacción consistía en ponerse a llorar. ¿La razón? Nadie la sabe, pero se especula que pudo haber sido porque: a) la carretera pasaba por un llano donde los niños podían reunirse a volar papalotes o jugar futbol; b) la carretera fue construida en un terreno expropiado a don Beto; c) don Beto no tenía carro.
A pesar de eso el promocional pasó a la posteridad para ser utilizado indiscriminadamente por los bromistas que se toman a chacota cada nueva acción del gobierno en materia de pavimentación o construcción de carreteras y como esto último parece ser el deporte predilecto de los políticos en campaña, el comercial de marras permanece vigente en la memoria colectiva para ser usado a la menor provocación.
Semejante situación ocurrió hace un par de días cuando en mi comunidad se inauguró el tercer tramo del famoso Viaducto Elevado Bicentenario cuyo milagro consiste en acortar a 17 minutos el recorrido de Río San Joaquín a Cuautitlán Izcalli (y viceversa ya que es una vía reversible), cuando el tiempo de recorrido normal a nivel piso, va de una hora y media a dos horas en un día laborable.
La obra en cuestión es un monumento al concreto que, sin embargo, no sirve absolutamente de nada si lo que se pretendía era solucionar los problemas vehiculares, ya que su construcción, paradójicamente, alienta que transiten más autos cuando lo lógico apuntaría a que sean menos vehículos los que circulen y que al mismo tiempo se cuente con un sistema de transporte eficaz que tenga la capacidad de movilizar a millones de personas y no seguir manteniendo esos “pocillos” con ruedas llamados microbuses.
Otros problemas que dejó la construcción de este bodrio son los siguientes: quienes quieran transitar por él tendrán que pagar la nada despreciable cantidad de 1.32 pesos por cada kilómetro recorrido (el tramo es poco mayor a los 22 kilómetros), mismo que se “elevará de acuerdo al nivel inflacionario”. Por las mañanas, el caos que se produce debido a la demanda, es peor que en la carretera gratuita de abajo y hay veces que de plano la circulación está detenida por lo que la promesa de los 17 minutos se va a la basura. Porque las subidas y bajadas están mal planeadas y como ejemplo están la subida de Lechería o la bajada a la altura de Satélite. Porque en la carretera de abajo, donde antes había tres carriles, ahora hay dos y medio; porque desaparecieron áreas verdes; porque recortaron las banquetas para completar lo que les faltaba de carretera y porque de todos modos el caos vial sigue igual que antes de su construcción.
Sin embargo, son tiempos electorales y por lo tanto, no tenemos más remedio que ponernos a chillar como lo hiciera en su momento el entrañable don Beto, o bien, conseguir un tercer trabajo para pagar la gasolina y el peaje de las obras monumentales “en beneficio de todos”. Tantán.

Por cierto: ¿Alguien sabe qué fue del Sup Marcos?

jueves, 25 de noviembre de 2010

Basta de clichés.

"Como la velocidad de la luz es mayor que la del sonido, ciertas personas parecen brillantes antes de que escuchemos las pendejadas que dicen." Frase cierta, contundente, directa a la cabeza. Un golpe directo al ego de quienes creen ser el centro de atención.
He conocido a muchos sujetos farsantes, a muchas chicas que quieren ser el centro de atención y para ello se valen de un montón de artimañas: ellos son caballerosos, amables, atentos; ellas, bienvibrosas, optimistas y lindas. Todos  y todas son unos farsantes. No creo en tanta caballerosidad, amabilidad y atención. Seguro estoy que algo quieren, sexo en la mayoría de las ocasiones. La bueba vibra me parece un completo cliché. El poder de los mantras generalmente raya en lo ridículo cuando el entorno habla por sí mismo. El optimismo, a fuerza de sonar idiota, se ha convertido en un placebo.
¿Amargado? Puede ser, pero prefiero serlo antes que ridículo. Hay días buenos y días malos. Me gustaría ver a los optimistas aplacando el dolor de las familias que han padecido las consecuencias de la violencia. Los "daños colaterales" no se borran con palabras ni mantras chocolateros que vienen escritos en libros de superación personal. Insisto, hay días buenos y malos; días en que la gente puede sentirse alegre y saludar a sus vecinos y compañeros de trabajo porque aí le nace hacerlo; pero también hay ocasiones en que uno trae el humor por los suelos y no quiere saber de los demás.
¿Se vale?
Claro, somos humanos. Es por eso que a partir de hoy me alejaré de toda esa gente falsa que, a decir verdad, sólo quiere llamar la atención. He dicho.

miércoles, 24 de noviembre de 2010

Implacable. (Bitácora del orgasmo, octubre de 2009)

A Montserrat, en su cumpleaños.

- ¡Ando implacable, chinga! –le murmuré a mi reflejo proyectado en una ventana de camión, apenas bajé del automóvil de Montse.
  Lo único cierto es que uno, como todo un caballero, no debe transitar por la vida contándole al mundo acerca de sus relaciones furtivas. Sin embargo, para un tipo como yo cuyo físico es la muestra perfecta de que Dios también es un malhecho al desarrollar sus proyectos más chingones, enredarse con una chica de labios carnosos, lengua exquisitamente viperina, tetas sustanciosas y ansiedades dispuestas, es un logró equiparable a la llegada del hombre a la Luna.
  Escribo estas líneas con el chocorrol inquieto y cobijado por la soledad hogareña, motivo por el cual, resulta urgente liberar a los demonios que manejan mi esquizofrenia y para ello no hay mejor alivio que sentarse a escribir.
  Es sábado por la madrugada y a esta hora es seguro que todos los conocidos allegados ya se encuentren desvariando a causa de los efectos del alcohol, lo cual no me permite obtener una asesoría con mi psicóloga aunque ni falta que hace porque, desde luego, sus deducciones al final resultan contraproducentes para el futuro. El caso es que hablaba de Montse, una mujer de 22 añitos bien llevados (me parece que 23, al momento de escribir estas líneas), cuya mala ortografía se ha convertido en un aliciente para mi placer sexual. La sola idea de instalarme como su mentor y llevarla por el camino de las letras mas o menos bien puestas en su sitio, es un pensamiento recurrente que me exige buscar un nuevo encuentro con ella. Y no es que yo sea un dechado para eso del arte del buen escribir, no. Por el contrario, soy tan malo que desde hace muchos años cargo un diccionario en la mochila por si se ofrece ya que las experiencias del pasado dictan que uno tampoco puede ir por ahí cagándola en todos lados y menos cuando se trata de redactar oficios, lidiar con redactores de estilo poseídos por el alma de algún filólogo del siglo XVI y relacionarse con un enjambre de escritores de dudosa calidad que, sin embargo, te corrigen hasta las haches del lenguaje oral.
  Recuerdo, entonces, que los labios de Montse me gustaron desde el primer día que los vi y únicamente me centré en ellos sin atreverme a bajar la mirada hasta otras latitudes. Pero la justicia divina llega y cuando menos me lo esperaba, ya me encontraba rozando, mordisqueando y succionando esos maravillosos labios que, a decir verdad, de pronto me dieron la impresión de ser los de una chiquilla de secundaria arrinconada en un salón de clases. Aún así, disfruté todo lo que se puede hacer con unos labios como esos, apenas como preámbulo para mis ansiosas manos que ya se deshacían por destrabar broches, soltar botones, liberar amarras y demás artilugios necesarios para dejar las cosas listas para dar el paso a las puertas del bendito infierno.
  Sólo un infame detalle le dio en la madre a aquel momento: no traía condón.
  Mal aventurado sea el reino de los desprevenidos, maldije mientras pensaba en alguna forma para no dejar al chocorrol en estado de shock. Así que apliqué el plan DCG (déjala con ganas), que consiste en mantener a la pareja mojadita y con las puertas abiertas para un siguiente encuentro.
  Fingiendo mesura (cosa extraña en un sujeto que no recibe propuestas sexosas todos los días), me conformé con seguir besando a la chica hasta que los labios se me durmieron y las manecillas del reloj nos indicaran a ambos que era necesario salir de ahí. Acomodamos nuestras ropas, nos dijimos cositas puercotas, nos dimos las gracias y caminamos rumbo al automóvil de Montse. Ya en él, charlamos como lo hacen dos conocidos de mucho tiempo y no como si se tratara de la tercera vez que nos encontrábamos en el mundo real. La verdad es que mis encuentros con Montse hasta ese día se encontraban reducidos a la dolorosa maravilla del Messenger que al final, es el culpable de que yo esté aquí, como pendejo, escribiendo ferozmente para tratar de descifrar por qué diablos me ha dado por hablar con mi reflejo cada vez que recuerdo los pezones de Montse.
  Octubre 18, 2009.

martes, 23 de noviembre de 2010

lunes, 22 de noviembre de 2010

Qué bueno que te fuiste de mi vida...

...me evitaste la penosa necesidad de correrte. Pero antes reafirmaste dos cosas: eres demasiado aburrida y sí, ya me tenías hasta la madre.

domingo, 21 de noviembre de 2010

Hoy desperté odiándote...

...es natural. Si tus lecciones sobre el amor son ciertas, mañana tal vez comience a quererte un poco nuevamente.

viernes, 19 de noviembre de 2010

Calvario bancario.

Como consecuencia de las vorágines económicas que rigen el mercado, la semana pasada tuve la desgracia de acudir a una sucursal bancaria con la finalidad de cambiar un cheque y para esto dispuse de mi hora de comida. Ante la mirada fraterna de mis compañeros de trabajo (que me observaron como a un hijo que abandona el calor de hogar para enlistarse en el ejército), dirigí mis pasos a la sucursal bancaria más cercana  ubicada en una plaza comercial, a escasos cinco minutos de camino. ¿Cuánto podía demorarme en cambiar el pulcro papel, producto de mi trabajo, por el maloliente pero satisfactorio aroma del papel dinero? Nada –pensé–, cuando mucho cinco minutos considerando los factores más mundanos posibles. Pero sorpresivamente, al llegar al estacionamiento del centro comercial, me percaté que en la entrada del banco había una fila enorme, muy parecida a las que últimamente pueblan todas las oficinas de la CFE, por lo que procedí a hacer lo mismo que hacen todos los imbéciles que se niegan a enfrentar sus tragedias: pasé de largo a los que hacían la fila y me paré en la puerta de entrada para descartar que aquel lugar no fuera la tortillería El tacontento; posteriormente, me puse la mano en la frente y en silencio esbocé un quejido que intentó ser un reclamo, antes de percatarme que adentro no había más de 30 personas y que por un misterio las cajas1, 2, 4, 7, 10, 11 y 12 se encontraban cerradas, mientras que las cajas 5, 6, 8 y 9 compartían dos filas con menos de diez personas cada una.
Dios sí existe, pensé.
Sintiéndome la mamá de Tarzán y agradeciendo al señor mi infinita fortuna ingresé al banco, me despojé de las gafas oscuras tal y como lo indican los letreritos de la puerta, y movido por el sentido común me instalé en la fila más corta que únicamente tenía tres personas. Inmediatamente, una linda señorita se acercó y amablemente preguntó qué movimiento iba a realizar.

  - Vengo a cambiar este cheque.
  - ¿Me presta su tarjeta? –su pregunta me hizo sudar frío y sentir un hormiguero en los calzones–.
  - ¿Mi qué…?
  - Su tarjeta, es que esta fila es únicamente para clientes distinguidos, la de este lado es para clientes preferentes y la del fondo es para usuarios.
  - ¿Y si no tengo tarjeta de cliente preferente?
  - Tiene que pasarse a la fila de los usuarios.

Reconocido una vez más en mi condición de pelagatos, abandoné la fila y salí de la sucursal buscando cobijo de la multitud que para esos momentos había prolongado la fila en cuando menos 10 metros más.
Luego de cincuenta y dos minutos de avanzar en intervalos de siete centímetros logré llegar a la puerta de entrada, situación que consideré un triunfo pues a esas alturas ya sólo hacían falta cuatro personas para llegar a la caja 3 (que es la que fue destinada por el flamante gerente para los pelados), pero quiso el destino que repentinamente, alguien tuviera la amabilidad de anunciar que el sistema se acababa de caer por lo que nos dieron dos opciones: esperar pacientemente (recomendación que consideré una ironía) o dirigirnos a otra sucursal. Por comodidad y huevonada, opté por la primera opción.
Afortunadamente, no pasó mucho tiempo antes de que el sistema se restableciera. Avanzaron dos personas y cuando estaba a punto de pasar la señora que iba a delante de mí, el gerente informó que le apenaba decirnos que la sucursal ya había sobrepasado por 15 minutos su horario de atención y que no podía seguir brindándonos el servicio, así que hiciéramos el favor de abandonar la sucursal en orden. De nada valieron los reclamos de la gente ni la carretada de mentadas de madre que se llevó: en perfecta formación tipo Auschwitz fuimos obligados a caminar hacia el estacionamiento del centro comercial mientras todos nos veíamos con cara de “somos unos pendejos”.
Como suele ocurrir en estos casos, nadie se atrevió a decir algo contundente o a proponer el inicio de una revuelta memorable que hiciera que el gerente se arrepintiera de sus actos, nos pidiera perdón y nos otorgara liquides perpetua, por lo que cada uno de los presentes tomó su camino y se perdió entre las multitudes que a esa hora atestaban el centro comercial.
Yo, únicamente me limité a observar mi cheque y pensar en el odio que siento por mi trabajo cada quince días cuando me percato que soy un tipo cuyo potencial no es debidamente valorado, aunque a esas alturas ya no sabía qué era peor: ser un subempleado cuyo trabajo logra que otros subempleados de mayor rango ganen prestigio, reconocimientos y bonos de productividad, o acudir a un banco y someterse al capricho de esos legatarios del diablo que nos han orillado a humillarnos, incluso, para recoger nuestro propio dinero.
Que con su pan se lo coman. Tantán.

jueves, 18 de noviembre de 2010

miércoles, 17 de noviembre de 2010

martes, 16 de noviembre de 2010

domingo, 14 de noviembre de 2010

La sonrisa vertical.

Sin duda para muchos, la literatura erótica forma parte de un placer indispensable. No es sólo el acto sexual o el placer de la literatura vistos por separado. Sexo y literatura resulta una combinación exquisita cuando se trata de explorar nuevos campos en el terreno de los placeres carnales. Entregarse al erotismo desde un libro puede resultar fascinante. Para lograrlo, basta con ir a una librería grande y buscar en la estantería unos libros rositas que seducen con sólo verlos: los libros de La Sonrisa Vertical… libros, que han sido editados para hacer el amor, para coger o simplemente para fornicar sin restricción; mejor aun, libros para leerse con una sola mano.

La Sonrisa Vertical
El triángulo que tienes tiene un ángulo al revés
Tu sombra en la pared es la línea de felicidad
Muero por entrar en tu sonrisa vertical
Sonrisa de malicia quiero acariciar.
-CUCA-



Erotismo y letras… letras prohibidas… genitalidad en papel… lubricidad para los sentidos que entra por los ojos y explota a la mitad del cuerpo.
Los franceses del siglo XVIII denominaban el sexo de la mujer bajo el eufemismo La Sonrisa Vertical. Tres palabras que a simple vista no dicen nada pero que valen oro cuando se camina por el sendero del erotismo.
Y fue con este nombre, con el que en 1977, el cineasta español Luis García Berlanga –apasionado erotómano y coleccionista de objetos relacionados con el sexo- comenzara, junto con la editora Beatriz de Moura, una colección de textos cuyo objetivo sería la divulgación y difusión de la literatura erótica, un género que ha sido considerado por muchos como bastardo.
La libertad que se pudo respirar en España tras la muerte de Franco, abrió la puerta para que los deseos del cineasta se vieran en posibilidad de ser fincados. La espera había sido larga.
La idea sobre dicha colección no era nueva y ésta prevalecía en la cabeza del director de cine desde hacía muchos años pero fue en 1970, en la ciudad de Madrid, cuando Luis García Berlanga propuso a Beatriz De Moura iniciar con ese proyecto: ¿Y por qué no arrancamos una colección de literatura erótica? De Moura, escandalizada por lo peligroso de la situación -pues la censura era el pan nuestro de cada día en el régimen franquista- se negó rotundamente. Ante esto, a García Berlanga no le quedó más remedio que esperar tiempos mejores.
Corría 1976 y el caudillo Franco aun no terminaba de acomodarse en su última morada cuando García Berlanga ya estaba listo para echar a andar sus sueños, así que llamó por teléfono a De Moura: ¿Por qué no empezamos enseguida a hacer algo? Y de este modo, fue como comenzaron a trabajar en el proyecto literario La Sonrisa Vertical.
Los primeros textos que se publicaron salieron de la biblioteca del propio García Berlanga ya que el cineasta –voraz lector de novelas francesas del siglo XVIII- poseía dentro de su colección, textos de Bataille, diarios y memorias de la época victoriana. Así, La Sonrisa Vertical vio la luz del mundo con el libro La insólita y gloriosa hazaña del Cipote de Archidona, un libro que relataba una tremenda chaqueta –o paja, como dirían los españoles- dentro de una sala de cine de Archidona, la cual culminó con una eyaculación de tal magnitud que manchó el traje del señor que estaba enfrente. Este hecho veraz, fue documentado en varias cartas que se enviaron entre sí, Camilo José Cela y Alfonso Canales, un poeta malagueño.
A este libro le siguieron Memorias de una Cantante Alemana de Wilhelmine Schroeder-Devrient (con un prologo escrito por el mismo Guillaume Apolliniare), La Imagen, de Jean de Berg; Gamiani, de Alfred de Musset; Grushenka (texto anónimo); A los pies de Omphalos, de Henry Raynal; Las Tres Hijas de su Madre de Pierre Louys y Mi vida Secreta (texto editado en dos volúmenes).
Pero fue con Memorias de una Cantante Alemana cuando vino el primer incidente en que se vio envuelta la novel serie. El franquismo había terminado pero aun prevalecían ideas de la dictadura que se mostraban de manera insipiente entre algunas autoridades. A la salida de aquel libro se les acusó de atentar contra la moral pública y por este delito les impusieron un par de castigos. El primero fue pagar una multa cuyo monto, fue relativamente bajo, mientras que el segundo castigo consistió en retirar el volumen de todas las librerías. Afortunadamente, nadie acató la orden y la obra se siguió publicando sin ningún problema. Sin duda alguna, Franco seguía en la memoria de algunos y sólo eso. Pronto pasaría.
Posteriormente, se editaron clásicos, los libros de Bataille y del Marqués de Sade.

Letras prohibidas

Tras su aparición, los círculos literarios españoles vieron en La Sonrisa Vertical una colección respetada, que inicialmente fue acogida de manera extraordinaria. “Desafortunadamente, las cosas cambiaron y actualmente los críticos son los mismos que la han ido silenciando hasta dejarla casi lapidada, relegándola a un segundo plano, al de la subliteratura”, dice De Moura.
Tal vez sea por la dirección que cada escritor otorga a su propio estilo o lo escandaloso que pueden resultar para las mentes puritanas las historias de sexo, lo que ha marcado a la colección con una etiqueta de prohibida entre algunos círculos sociales. Cabe también la posibilidad de que eso, sólo sea parte de la cerrazón de grupillos que siguen viendo en los actos sexuales al mismo Satanás, máxime si se considera que las historias que se plasman en la colección tienen la enorme capacidad de trabajar en la mente de los individuos -hombres y mujeres sin distinción- y que pueden servir como motor para desatar las liviandades de la carne.
En todo caso, es a ese tipo de controversias a las que se debe agradecer el éxito de la colección.
Lo verdaderamente cierto es que a pesar de las etiquetas impuestas para definir como aberrantes, anormales o contra natura, muchos de los pasajes que pueden leerse en los 132 volúmenes de la compilación, La Sonrisa Vertical ha cumplido un ciclo de 27 años de éxito que seguirá prevaleciendo todavía por un buen rato entre sus miles -¿podemos decir millones?- de adeptos por todo el mundo.
Es debido a las etiquetas impuestas, a los espaldarazos de la crítica, a la poca atención de la gente y a decenas de factores más, que se tiene mucho cuidado con lo que se va a publicar. La misma De Moura, es cuidadosa al hablar de las publicaciones clásicas; por ejemplo, la editora ha comentado, que “textos como Historia del Ojo de Georges Bataille, y todos esos libros, parecen terribles: calan hondo en el inconsciente del individuo, que es donde trabaja la erótica”. Con respecto al Marqués de Sade, inicialmente tuvieron más cuidado para publicar sus historias pues para ella son libros que, “personalmente –dice- no pondría en manos de una persona todavía no adulta: son perturbadores. Yo creo que un libro de erotismo es una vía de conocimiento individual importantísima, pues surge desde el fondo más recóndito de nuestro ser que es el sexo”.
Es por la mala interpretación de opiniones como la anterior, lo que ha hecho que en pleno siglo XXI, no sólo La Sonrisa Vertical sino toda la literatura erótica, siga estando relegada de otros géneros más comerciales, llegando incluso a ser una literatura maltratada. Lo anterior es ejemplo de que La Sonrisa Vertical no es ajena a la incomprensión y el sectarismo de quienes han escrito acerca del sexo, de la sexualidad humana y su estrecha relación con la enorme capacidad de pensamiento que tiene el ser humano para desarrollar la actividad sexual, por esto, los libros de la colección pueden verse a veces hasta peligrosos pues lo que en ellos se encuentra, permite explorar de manera profunda todos –absolutamente todos- los campos de la sexualidad, sin ninguna restricción.
Es pertinente decir que no sólo las historias de Bataille o del Marqués de Sade pueden leerse en esta colección -de hecho, los libros clásicos, son los menos- y por el contrario existen relatos que, aunque no son tan conocidos, abordan de manera profunda el pensamiento humano con relación a la sexualidad, lo que puede tornarse de gran valor para aquellos interesados en indagar acerca de los hábitos sexuales de otras sociedades y otras épocas. Por mencionar un ejemplo, se pueden citar todos los primeros títulos de la colección o bien aquellos textos cuyo valor erótico es riquísimo gracias a su contenido, por ejemplo, El Coño de Irene (de Albert de Routisie), La Educación Sentimental de la Señorita Sonia (de Susana Constante), Historia de Una Prostituta Vienesa (de Josefine Mutzenbacher), Desnudarse es lo que ella no quería (de Adolf Muschg) o La Curvatura del Empeine (de Vicente Muñoz Puelles), que son textos que pueden resultar interesantes. También existen volúmenes en los que se puede ver retratada la sexualidad a un nivel imaginario, como en el cuento llamado El bajel de las Vaginas Voraginosas (de Joseph Bras), que se encuentra en el libro del mismo nombre, o bien, la sexualidad del futuro gracias al cuento con que se cierra Cuerpos Entretejidos (de Antonio Altarriba).
Sumamente interesantes para quienes comienzan a leer literatura erótica, pueden resultar Las Edades de Lulú, de Almudena Grandes -libro que además es considerado como un parte aguas que vino a reforzar el éxito de La Sonrisa Vertical-, en el que se relata el despertar sexual de una niña como cualquier otra y en el que los hechos no se abordan con romanticismo sino “con toda la crudeza que debe tener un relato erótico” –dice De Moura.
A Las Edades de Lulú pueden unírsele otros textos importantes como Púrpura Profundo, de Mayra Montero, libro donde cada acto sexual es llevado como una sinfonía musical de un lado a otro, sin ninguna reserva; o bien, El Pecador Impecable que hace un hermoso retrato de la vida sexual cuando se está entrando en la tercera edad.
En la colección se han publicado historias divertidas y otras que sin dejar de entretener, abordan la sexualidad de manera mas fría y hasta mas oscura, pero que ejercen un gran poder de atracción en aquellos que comienzan a leerlas; es el caso de Pubis de Vello Rojo (de José Luis Muñoz), El Necrófilo (de Gabrielle Wittkop), Llámalo Deseo (de José Luis Rodrigues del Corral), Espera Ponte Así (de Andrew Martín) o Eso No (De Marcelo Birjamaer). Todos estos libros, a mi parecer, forman parte de un desahogo sexual cuyo mérito consiste en no ser solamente un medio para el divertimento, sino un mecanismo que ayuda al lector a abrirse paso en su autoconocimiento para luego ejercer con mayor plenitud una vida sexual, sin culpas de ningún tipo.
Para lograr la efectividad de esta terapia –como yo mismo nombro a esos momentos en que me dispongo a leer alguno de esos libros rositas- será necesario dejar de lado los calificativos y las descalificaciones y prepararse para someterse a una lectura que, de lograr su fin, se verá interrumpida en más de una ocasión por la tentación de Onán.

Literatura ¿pornográfica?

Por todo lo que he mencionado anteriormente, y aun por más, la colección no ha escapado a la etiqueta de pornográfica, lo cual puede parecer risible.
El hecho de clasificar a un texto como erótico o pornográfico es nuevamente tema de discusión inagotable. Como anécdota comentaré que en una reciente edición de Teleny, de Óscar Wilde (Edamex, 2003), que adquirí hace unos meses, en el prólogo se menciona lo siguiente: El Porno, en realidad, sirve hoy para que exista un premio La Sonrisa Vertical y Berlanga oficie de perverso voyeur nacional.
Con anterioridad he comentado lo que desde mi perspectiva y bajo el manto de la cotidianidad, puede resultar erótico y pornográfico (Erotismo y Pornografía, palabrasmalditas.net, mayo 2004). Eso tal vez pueda ayudar a definir si en los volúmenes de la colección, encontraremos textos eróticos o textos pornográficos. Sin embargo, para Luis García Berlanga, no existen esas distinciones “pues lo pornográfico es tan mecánico como un video que sólo ayuda (demasiado –n.d.r-) a la estimulación mientras que el erotismo, cala en un lugar profundo del ser, descubre un aspecto que tal vez esté reprimido, prohibido… es un espacio donde el individuo se conoce mejor a sí mismo”.
Así son los libros de La Sonrisa Vertical, un calido lugar donde podemos proyectar nuestras frustraciones o aquello que la sociedad ha impuesto como prohibido, y si así lo desean, como pornográfico pero que no deja de tocar todo lo que alguna vez ha pasado, pasa y seguirá pasando por la mente de los hombres y las mujeres cuando se encuentran ejerciendo su sexualidad.

La Sonrisa Vertical y el cine

Tal vez sea por lo anterior y porque su director es un cineasta, lo que ha ligado a la colección de literatura erótica con el cine.
Varias películas se han argumentado gracias a los textos de La Sonrisa Vertical. La más famosa es Las Edades de Lulú (1990), dirigida por Bigas Luna y que nosotros podemos ver en México en televisión abierta, un par de veces al año, gracias a Canal 11.
Esta película, cabe decirlo, también fue prohibida en España por sus fuertes escenas de sexo, filmadas con la intención de salir del cine e ir directo al baño a toquetearse impúdicamente.
Las Edades de Lulú, sobrepasa el nivel de una película porno solo por algo: porque tiene una historia detrás, de tanta calidad, que al momento de mostrar el sexo y sus derivados lo hace de forma natural, sin ascos, como –creo- lo hace cualquiera de los que está leyendo este texto cuando se encierra en la privacidad de su recámara. Por esta razón, las escenas de depilaciones vaginales, el sexo entre hermanos, la masturbación de un travestido, la sodomía que ejercen sobre un jovencito casi adolescente, las fantasías de Lulú para encamarse con varios hombres o simplemente la narración de una anécdota de la niña cuando se masturbó con una flauta dulce, pueden encontrase en la película de una forma tan bella y normal, que dan ganas de volver a poner la cinta, apenas terminan de aparecer los créditos finales.

El precio de disfrutar La Sonrisa Vertical

Conseguir los textos de la colección en nuestro país resulta fácil para quienes tienen un poder adquisitivo holgado. Difícilmente estos libros podrán encontrarse en las librerías de la esquina o las de centros comerciales. En el Distrito Federal, ir a Gandhí o El Sótano, es garantía de éxito mediano, sin embargo, la inversión es verdaderamente alta.
Hablar de los libros de La Sonrisa Vertical, resulta además fascinante pues el diseño de las portadas que se preparan para cada volumen –como se ha podido apreciar a lo largo de este texto- tienen una fuerza de atracción terrible.
Tengo que reconocer que la primera ocasión que escuché hablar de La Sonrisa Vertical fue también la primera vez que tuve un libro de la colección en las manos (Historia de una prostituta Vienesa) hace exactamente tres años. Anteriormente había leído Las Edades de Lulú sin saber que pertenecía a esta colección pues el libro lo adquirí por diez pesos en una puestito del Tianguis del Chopo, cuyas pastas hechizas de cartón que ni siquiera me permitieron ver cuál era la editorial –aunque afortunadamente el texto que estaba integro, como pude corroborarlo tiempo después cuando lo volví a adquirir en la librería de la entonces ENEP Acatlán- por lo demás, nada supe del texto hasta que me enteré de la existencia de la colección.
Historia de una prostituta Vienesa, fue un libro que encontré por casualidad en una de las tantas librerías de viejo, de la calle Donceles y reconozco nuevamente, que me llamó la atención por el color de las pastas y porque la portada mostraba el orificio de una cerradura, donde se apreciaba justamente una sonrisa vertical.
Atraído más por aquel diseño -y luego por el título- compré el libro, impulsado por una atracción casi mecánica y desde que comencé a leerlo, las letras surtieron un efecto en mí que (creo) fue identificado inmediatamente por quienes me rodeaban en ese momento. Historia de una prostituta Vienesa relata la vida de una niña de origen humilde, que gracias al ejercicio de la profesión más vieja del mundo desde que es una niña (y cuando digo niña, es porque verdaderamente era una niña) logró adquirir modales y conocimientos suficientes para redactar con acierto, al final de su vida, este extraordinario testimonio personal, escalofriante por su sinceridad, que entregó a su médico unas semanas antes de someterse a una grave operación. Estas confesiones íntimas de una prostituta no tienen tan sólo el valor testimonial directo de una actividad en -y por principio- inconfesable, sino también el de ilustrar con todo lujo de detalles la vida amorosa de la sociedad vienesa de la segunda mitad del siglo XIX. Al final del relato, la chica hace un recuento de todas las vergas que pasaron por su cuerpo hasta antes de cumplir quince años; el resultado, sorprenderá a quien logre conseguir el libro pues es verdaderamente difícil hacerlo en México.
Posteriormente conseguí en la misma librería una primera edición (1979) de Irene y una segunda edición de La Educación Sentimental de la Señorita Sonia, un par de textos que distaban mucho de lo leído en Las Edades de Lulú y en Historia de una Prostituta Vienesa pero que sin duda, me marcaron para convertirme ansioso lector de erotismo, además de un verdadero adicto a la búsqueda y compra de los títulos de la colección.
Fue por este placer y por esta nueva adicción, que en menos de un año invertí la cuarta parte de mis quincenas, lo que hasta ahora me ha hecho dueño de más de 40 títulos del repertorio que conforma La Sonrisa Vertical y que puedo comprobar fácilmente bajo previa invitación a beber unas cervezas (hombres) o a fornicar sin restricción (mujeres… M.R.D.A.).
Sobre cada uno de los volúmenes de La Sonrisa Vertical que he leído podría citar tantas anécdotas que me han sucedido, sin embargo, lo más satisfactorio ha sido la posibilidad de soñar y saborear tantas historias, de memorizar las anécdotas y poder emplear este material para fines de seducción con mujeres, que en otras circunstancias, me estarían vedadas. Con esta técnica no he descubierto el hilo negro, más bien, me he encontrado dentro de un círculo secreto, dentro de una sociedad de personas que como yo, hacen lo mismo para conseguir alguna pasión desenfrenada, o bien, para vivir amoríos que se inclinan a prolongarse hasta el fin de los tiempos.

¿El fin ha llegado?

Desafortunadamente, la época de gloria y esplendor que marcó a la colección, al parecer han quedado atrás. Luego de 27 años de existencia, este 2004, el premio que se concede en homenaje a López Barbadillo, fue declarado desierto (lo que ya había sucedido en otras ocasiones); esta situación orilló a los organizadores del Premio La Sonrisa Vertical, a suspender el certamen básicamente por dos razones:
1) la expresión literaria del erotismo ha ido gradualmente asimilándose a la narrativa general y se ha integrado, de un modo natural, en colecciones literarias no acotadas específicamente al género erótico.
2) la mayoría de las obras premiadas en La Sonrisa Vertical han recibido, salvo en contadas ocasiones, escasa atención por parte de la crítica, atención que actualmente ésta les dedicaría de haber sido publicadas en colecciones no especializadas.

Esto ha provocado que ante el riesgo latente de su desaparición, muchos asiduos lectores busquen desesperadamente hacerse de la mayor cantidad de títulos posibles. Pero lo que puede considerarse como mayor tragedia para quienes le hemos tomado cariño a La Sonrisa Vertical, es que se pierda la esencia consolidada con el paso del tiempo y que difícilmente, puede ser sustituida por cualquier otra colección semejante de literatura erótica en el planeta (en el caso de México sólo conozco una colección de literatura erótica: Minimalia Erótica -una galería de autores mexicanos retratados por Alejandro Zenker al lado de una modelo desnuda que desata y encarna sus visiones del erotismo- de Ediciones del Ermitaño y que ha publicado algunos títulos bastante recomendables pero diferentes a lo que hace Tusquets Editores con La Sonrisa Vertical).
Es así como La Sonrisa Vertical, se encuentra en estado de coma, pero mientras el futuro nos alcance, personalmente he querido rendir tributo con este texto y compartirlo con ustedes, hermanos de esta comunidad, e invitar a cada uno a que se permita buscar algún título de esta colección, ir a su casa –o a donde más les plazca- y dedicarse a leer el libro, eso sí, como dice Beatriz de Moura… “con una sola mano”.
Publicamos en esta colección novelas y relatos que se sitúen dentro de un género, el erótico, que no siempre goza de la atención y de la admiración que merece. Queremos dar aire que respirar, porque el deseo es salud, y sobre todo queremos recuperar el culto a la erección, al hedonismo, a las fértiles cosechas que una buena y gozosa literatura puede ofrecernos. Y, a través de nuestros libros, a través de nuestra y vuestra sonrisa vertical, constatar que el escribir sobre lo biológicamente apetecible es algo inmanente a todos los tiempos, a todas las geografías, a todos los hombres
Luis G. Berlanga

Los quince libros de La Sonrisa Vertical que todo erotómano debe tener:

1. Historia de una Prostituta Vienesa
2. Las Edades de Lulú
3. Historia del Ojo
4. La curvatura del Empeine
5. Kurt
6. Eso No
7. Espera, Ponte Así
8. Purpura Profundo
9. Memorias de un Librero pornógrafo
10. Memorias de una Cantante Alemana
11. Hot Line
12. El coño de Irene
13. Pubis de Vello Rojo
14. El Bajel de las Vaginas Voraginosas
15. Llámalo Deseo

P.D. Si alguien llega a conseguir –o tiene- algún volumen de Historia de una Prostituta Vienesa, sírvase avisarme donde lo hizo, o bien, ponerse en contacto conmigo para negociarlo pues algún hijo de malamadre me ha robado dicho texto.

NOTA: Los comentarios de Beatriz de Moura fueron extraídos de la nota periodística, Festeja la colección La Sonrisa Vertical 25 años, aparecida el martes 02 de diciembre de 2003, en el periódico El Universal. Las frases de Luis García Berlanga, fueron tomadas de la página de internet de Tusquets Editores, así como parte de la reseña de Historia de una Prostituta Vienesa. La reseña de la colección Erótica Minimalia puede leerse en http://www.solareditores.com/.

viernes, 12 de noviembre de 2010

Ya nos “ingamos”.

Los mexicanos, que somos un dechado de monerías, tenemos la extraña costumbre de indignarnos cuando alguien ajeno viene a tocar cosas que siempre han estado ahí y que a consecuencia de nuestra patentizada desidia, probado valemadrismo y siempre viva pereza, nadie pela, salvo cuando –insisto–, viene un extraño enemigo y las toca.
Me explico con tres sencillos ejemplos: 1) Somos un país de gente puerca que solemos tirar desde las cascaritas de pepitas en el piso hasta un colchón por el desagüe, pero que no se le ocurra a don Juan de las Pitas hacer un negocio con la basura porque en seguida todos los cochinotes reclamarán derechos por cada envoltura arrojada al piso o cada chicle pegado en los árboles. 2) Somos un país de gente frustrada que deposita el éxito en ídolos de carne y hueso como los futbolistas para lo cual somos capaces de desperdiciar el dinero llenando los estadios donde juega la selección nacional, pero que no se les ocurra perder porque ahí sí todos nos las damos de muy punchis y alegamos que ya lo sabíamos, y gritamos nuestro arrepentimiento por haber tirado de esa forma el dinero que serviría para comer las siguientes tres semanas. 3) Somos un país de gente babosa que vemos en los personajes de la televisión a gurúes cuyas modas se imponen como orden divina y como ejemplo está la ridícula forma de hablar y escribir con las patas; gracias a esto, ahora tenemos en nuestra jerga cotidiana palabras como: “expulsación”, “sospechosismo”, “inclusivemente”, “dijieron”, “haiga” o “inguesú” sin que alguien haga lo posible por corregirlo, pero que no se le ocurra a los viejitos de la Real Academia de la Lengua suprimir la letra “ch” de nuestro idioma o eliminar algunas tildes porque entonces sí, todo mundo pega el grito en el cielo.
Hace unos días se publicó una nota en la que se avisa que la Real Academia de la Lengua Española hará algunos cambios en la ortografía y como suele ocurrir las reacciones fueron inmediatas, principalmente en las redes sociales. Lo curioso de todo es que las discusiones también evidenciaron algunas situaciones que es pertinente resaltar. La primera tiene que ver con la eliminación de las tildes en algunas palabras, lo cual automáticamente me lleva a preguntar: ¿por qué se genera el escándalo si prácticamente todos han dejado de usar las tildes? Como ejemplos notables basta echarle un vistazo a los cuadernos de los estudiantes de este país, o bien, revisar los mensajes que se envían por celular para saber que los acentos escritos habían sido eliminados con anterioridad y que no necesitaban que la RAE lo hiciera formal.
Otro de los cambios que se dan a conocer es que las letras b y v adquieren un nombre que puede considerarse como apropiado. De este modo, la be deja de llamarse be grande, lo cual, confieso, me provoca mucha alegría porque así se evitará caer en la babosada de escribir una be enorme cada vez que la maestra dice be grande; de igual modo, la uve dejará de ser conocida como la ve de vaca y con ello se evitará continuar con el problema de identidad que por años marcó a esta pobre letra. Lo mismo ocurre con la “i” y la “y” que sólo serán i y ye, respectivamente.
Pero el caso que más conmoción ha generado y que ya logró una movilización virtual masiva, es el que tiene que ver con la supresión formal de las letras “ll” y “ch”, que desde el siglo XIX habían sido consideradas como letras del alfabeto y desde 1999 como dígrafos o signos ortográficos de dos letras.
En el caso de la “ll” nadie se ha pronunciado formalmente tal vez porque la RAE ya estableció negociaciones con la ye para que ésta salga al quite en caso de ser necesario (por cierto, en la propuesta de eliminación de algunas tildes, se contempla prescindir de los servicios de esta rayita en los demostrativos éste y ésta lo que supongo, en unas semanas más afectará la ortografía de este texto). El verdadero problema está en la “ch” pues su eliminación muestra un oscuro panorama en la florida forma de hablar de los mexicanos. Sin embargo, aunque muchos ya comenzaron a practicar cómo sería una mentada de madre sin la che y otros tantos, más tarados, ya planean levantarle un monumento a Adal Ramones (que no se nos olvide que fue él quien puso de moda el “inguesú”), el más preocupado debe ser Jaime López pues en caso de aprobarse estas propuestas ortográficas, este compositor tendrá que considerar seriamente rehacer su obra La chilanga banda si quiere pasar a la historia como un compositor con buena ortografía y no como un tipo adelantado a su tiempo que desafió a la Real Academia de la Lengua Española con tanta “pine” mala ortografía.
¿Se aprobará la muerte de la che?
Dilemas mexicanos.
Mientras eso ocurre vamos a manifestarnos en tanto a alguien más se le ocurre un nuevo disparate que nos movilice. Tantán.

lunes, 8 de noviembre de 2010

En la antesala del infierno...

...donde se revuelcan los malsanos pensamientos, es donde hemos coíncidido más de una vez sin darnos cuenta.

domingo, 7 de noviembre de 2010

Ahora escarbé en mis obsesiones...

...limpié los restos de polvo que dejan los recuerdos y destapé esa caja donde una tarde guardé nuestros mejores momentos. Ahora, es urgente un exorcismo antes de que sienta esa horrible necesidad de ir a buscarte.

sábado, 6 de noviembre de 2010

viernes, 5 de noviembre de 2010

Los exorcismos.

El día que mi amigo Toñito cumplió la peligrosa edad de doce años, su hermana Lupe decidió que era momento de experimentar cosas aptas para hombres por lo que decidió citarnos esa misma tarde en su casa justo cuando sus padres salieran a visitar al tío Ultiminio, que yacía en una cama desde que la burra Bernardita lo mandó al suelo por vía de una patada.
Aún emocionados por la invitación, puntuales acudimos Abel, Tomás y un servidor hasta la casa de los hermanos que muy sonrientes abrieron la puerta y nos invitaron a pasar hasta la recámara de Lupe, situación que nos llenó de un extraño nerviosismo pues si las leyendas de los mayores resultaban ciertas, estábamos a unos minutos de experimentar nuestra iniciación en algún misterio de la vida. Lupe, que portaba unos shorts de mezclilla muy ceñidos y una blusita de tirantes, que en ciertos momentos aplacaba la imaginación pero alborotaba los humores de los presentes, nos pidió que nos acomodáramos en torno a su cama y nos tomáramos de la mano. Lo hicimos. Después sacó una cajita parecida a la del Turista mundial y de ella sacó una tabla y un triángulo de madera, dijo algunas cosas que nadie entendió y nos presentó con alguien que no estaba presente cuando menos a nuestros ojos.

     - ¿Quieren saber cuándo se van a morir?

Nadie respondió. Ante nuestra falta de iniciativa, la hermana buenota de Toñito le preguntó a la tabla que si quería jugar con nosotros y el triangulito se desplazó a una casilla donde la palabra “si” no se mostraba como la posibilidad más emocionante para nosotros.

     - ¿Quién se va a morir primero de estos chamacos? –preguntó Lupe en voz alta mientras el triángulo se desplazaba por cada una de las letras que conformaban la pregunta–.

Cuando me percaté de que el triángulo se posicionaba en la letra H y se dirigía rumbo a la E tomé la sana decisión de mandar el jueguito a la chingada y salí de la habitación de Lupe cargando un temor que se me acumulaba en el estómago en forma de dolor. Cuando iba a abrir la puerta que daba a la calle, las luces se apagaron, un vientecillo me golpeó el cuerpo y grité como hasta ahora nunca lo he hecho. No recuerdo si me desmayé, sufrí un shock nervioso o tuve mi primer infarto, pero la siguiente escena que viene a mi memoria la de de mi mamá rezando un rosario junto al padre Benito mientras yo sostenía un cirio en la mano derecha y una tarjeta de San Hipólito en la izquierda.
Cabe resaltar que desde entonces, mi amistad con Toñito se fracturó y a consecuencia de ese distanciamiento, pasé años saboreándome a su hermana buenota en una total soledad que se extinguió cuando Lupe fue a dar a un hospital psiquiátrico (según versan los rumores de los vecinos) pues parece que le había dado por personificar a la niñita de película La maldición cuando menos tres veces a la semana.
Sólo hasta anoche, que escuché a un sacerdote hablar sobre exorcismos, mis sospechas se reafirmaron: probablemente Lupe estaba poseída por un demonio noruego que le pedía en tributo las almas angelicales de tres angelitos, pero como yo deserté a tiempo de la ofrenda supongo que ella tuvo que pagar en cuerpo y alma mi desacato.
En realidad no sé qué tan cierto sea eso de que el chamuco y sus secuaces puedan meterse en los cuerpos de ciertas personas pero por si acaso, aquí les dejo las tres características que tienen los posesos pues supongo que de algo les puede servir:

1) Poseen una fuerza física superior a la de cualquier persona (titanismo o sansonismo), por lo que una chaparrita del tamaño de La Güereja bien podría levantar al luchador conocido como Súper Porky (Brazo de plata) empleando únicamente la fuerza de su dedo meñique. Si lo anterior es cierto, algunas posibles posesas pueden ser: Soraya Jiménez Mendivil, campeona olímpica de halterofilia; mi tía Ramona, cuya capacidad para cargar marranos los domingos de carnitas es realmente paranormal; y todas las niñas de primero a cuarto de primaria que son capaces de transportar el doble de su peso en útiles escolares.
2) Hablar fluidamente una lengua extraña nunca antes aprendida (xenoglosia). Bajo este criterio, todos los que hablan con la efe y mi tío Teodosio en estado de ebriedad, cumplen con el requisito.
3) Aversión a cualquier imagen religiosa. En este caso, el requisito lo cumplo yo.

Otras características que pueden ayudar a identificar a un poseso son: la clarividencia, las dermografías y la levitación. Si lo anterior es cierto, puede estar usted a un lado de un poseso sin haber reparado en ello, así que mejor haga caso a este artículo y consulte a su exorcista de confianza.

miércoles, 3 de noviembre de 2010