viernes, 29 de abril de 2011

El niño que fui,

No recuerdo dónde quedó aquel niño que era. Sé que en algún lugar del camino se fueron perdiendo sus sueños e ilusiones. Pero también sé que un día volverá, tal vez el día que el ocaso llegué.

martes, 26 de abril de 2011

Breve manual de costumbres en la lucha libre (Palabras Malditas. Enero, 2008)

Si usted es de las personas que siente atracción por la lucha libre pero se limita a vivir las emociones del pancracio desde la comodidad de su cuarto de televisión, ¿qué espera? ¡Levántese y atrévase a vivir la experiencia de acudir a una arena! En caso que decida sentir la adrenalina de la lucha libre en vivo, le sugiero tome en cuenta las siguientes recomendaciones, mismas que le servirán para hacer más placentera su vivencia:

1. La lucha libre no es un deporte para nacos. Durante años se arraigó la falsa creencia que las luchas eran un espectáculo exclusivo de la barriada. Sin embargo, si algo caracteriza a este deporte actualmente, es su apertura a todas las clases socioeconómicas, lo que permite amalgamar una singular dinámica dentro de las arenas. Si usted tiene la creencia de que los recintos de lucha libre son cuevas tenebrosas atestadas de gente vulgar, está en un error. Una función de lucha libre es un espectáculo singular que forma parte del folclor mexicano y por esta razón en una arena de lucha libre usted podrá encontrar personas y personajes de todo tipo: desde borrachines de la más baja calaña que pasan la función haciendo el ridículo, hasta gente picuda que se hermana con el resto de la gente con el único objetivo de disfrutar de la función.

2. Todas las arenas son diferentes. No se deje sorprender, no es lo mismo asistir a la Arena México (considerada la Catedral de la Lucha Libre), que a la Arena Coliseo, la Arena Naucalpan, el Toreo de Cuatro Caminos, o algún otro recinto donde se ofrezcan funciones luchísticas. Cada recinto se encuentra en manos de una empresa que concibe la lucha libre de manera diferente. Para algunas empresas como el Consejo Mundial de Lucha Libre (CMLL) o Triple A (aunque de estilos muy diferentes entre una y otra), el espectáculo está centrado en lo que se verá en televisión y por lo tanto, la gente puede encontrar elementos dispuestos para el show como los juegos de luces y las edecanes, que sin duda resultan muy atractivos para la función. En arenas denominadas chicas, como la Naucalpan, la López Mateos o cualquiera de provincia, se le da prioridad al luchador y su trabajo, sin hacer alarde de componentes tan espectaculares. En las funciones itinerantes como las de Triple A, o las que se importan de los Estados Unidos (principalmente por la WWE), es común dar seguimiento a rivalidades cuyas historias se van escribiendo fuera del ring y que dan secuencia a un scrip, lo que las hace parecer telenovelas que concluyen en hechos casi siempre predecibles, que dejen a la gente satisfecha. Si usted no está familiarizado con la dinámica de estás empresas, opte por opciones más tradicionales. Sin embargo, recuerde que no existe mejor arena que aquella que lo haga sentirse en ambiente.

3. Llegue con anticipación a la Arena. Si ha decidido asistir a una función de lucha libre, procure llegar a la función con algunos minutos de anticipación. Siempre es bueno empaparse de todo lo que rodea a una función, conseguir algún souvenir y hacerse de las tradicionales botanas. Para adentrarse en la lucha libre es importante sentir la adrenalina desde la banqueta, uno nunca sabe lo que puede encontrar en torno a las arenas.

4. No se quede con las ganas de nada. Si algo le llama la atención, no se quede con las ganas: pregunte. Si le gusta una playera, pida que se la muestren; haga lo mismo con las máscaras. Pero no se deje sorprender: siempre hay un puesto donde estos artículos tienen la misma calidad y resultan ser más baratas. Otra cosa muy importante: no todos los luchadores pertenecen a la misma empresa. Si usted no está familiarizado con las diferentes compañías que organizan funciones, investigue. También es muy importante que indague sobre los luchadores que se presentarán. No hay cosa más desagradable que encontrarse una máscara de Dr. Wagner Jr. o de Rey Misterio Jr., en una función de Triple AAA, o una playera de los Hell Brothers o La Parka, donde estén peleando los Perros del Mal. Cuidar esos detalles que a algunos les parecen insulsos, hablan del buen gusto de quienes asisten a una función.

5. Compre sus entradas en la taquilla. La reventa es un cáncer mundial que es necesario evitar. Sin embargo, existe una ventaja cuando se compra un boleto directamente en la taquilla: el programa de mano, mismo que las empresas (por tradición), están obligadas a regalar. Dicho programa puede volverse un objeto de colección entre los conocedores de este deporte por lo que se sugiere no tirarlo.

6. Intégrese a una porra. En todas las arenas hay grupos de animación que apoyan a sus luchadores preferidos. Las denominadas porras pueden ser rudas, técnicas, o bien, apoyar a los luchadores sin importar su estilo. Identifique a las distintas porras de la arena y si se anima, intégrese a una, basta con que se sacuda la pena y se anime a gritar. No tenga miedo a las groserías, miéntele la madre al luchador que le caiga más gordo y entréguele su reconocimiento al que ofrezca un trabajo pulcro. Eso sí, el riesgo de pertenecer a una porra implica ser objeto de la misma cantidad de mentadas de madre que usted profiera, o en otras palabras, “el que se lleva, se aguanta”. Eso sí, la rivalidad entre los grupos de animación es igual a las rivalidades de los luchadores: se termina cuando finaliza la función. Sin usted se vuelve fiel asistente a una arena, no tenga miedo, integre su propia porra e imprímale su sello personal, no se va a arrepentir.

7. Las primeras luchas son flojas. En el argot de la lucha libre, las primeras batallas se conocen como las calienta lonas. Son duelos regularmente flojos que van subiendo de intensidad gradualmente y depende del público que estás luchas se vuelvan amenas e intensas. Si usted no ve sillazos, ni sangre en las primeras luchas, no se desespere. Tenga presente que estos aspectos son únicamente circunstanciales y dependen de las condiciones en que se desarrolle una batalla. Es necesario entender que los luchadores no suben al ring para matarse entre sí: su trabajo es combatir utilizando ciertas técnicas para rendir al rival. Si a mitad de la primera lucha. se siente tentado a gritar que usted lo haría mejor, tenga cuidado, el cuerpo de un mortal no está acostumbrado a los esguinces, las torceduras o las fracturas. Si la primera o segunda luchas, no son de su agrado, estudie el entorno; tómese una cerveza, deguste sus pepitas y espere la tercera lucha estrella.

8. La lucha es de quien la trabaja. Hay gente que acostumbra a agredir a los luchadores. Si usted cree que el precio de su boleto incluye semejantes actos de barbarie, está equivocado. Los gladiadores están acostumbrados a las mentadas de madre (que en el caso de los luchadores rudos, son una especie de aplauso), a las ofensas de todo tipo. Hay luchadores que, incluso, se dan tiempo para interactuar con el público: le dan un trago a su refresco, se sientan en las piernas de su novia y hasta lo usan como escudo al momento de los sillazos. Tome en cuenta que esto es parte de la magia de la lucha libre, de una breve interacción con el público. Deje que los luchadores se avienten la cervezas en la cara o se escupan entre ellos, usted sólo límítese a pagar el trago que fue a dar al rostro de un gladiador y a pásele un pañuelo al escupido.

9. Aplauda. La lucha libre se desarrolla bajo diversas vertientes. Así como existen gladiadores conocidos por usar las rudezas desde que salen del vestuario y que cumplen el cometido de encender los ánimos del respetable, hay otros que son capaces de utilizar la técnica de principio a fin. Una lucha a ras de lona, de llaveo y contrallaveo, es un lujo que pocos tienen el privilegio de presenciar. Si usted tiene la suerte de gozar una lucha de este tipo, aplauda y ovacione a los luchadores. Si de plano, la batalla cumple el cometido de trasladarlo al limbo de las guerras, arroje una moneda al centro del cuadrilátero, es una tradición que los luchadores le agradecerán.

10. Siéntase orgulloso y regrese la próxima semana. Si tras presenciar una función de lucha libre usted queda satisfecho, siéntase orgulloso. Lleve a su oficina los souvenirs que adquirió y narre a sus compañeros alguna aventura fantástica. De ser posible, convénzalos de acompañarlo a la arena en una próxima ocasión. No olvide el programa de mano, ese papelito puede convertirlo en el personaje más singular de su entorno. Recuerde que no es lo mismo asistir a la lucha libre con su familia que con sus amigos. Lo importante es que abandoné el sofá de su casa y visite las arenas.

*Texto publicado bajo el pseudónimo de Máscara Maldita

viernes, 22 de abril de 2011

Mi poesía.

Me niego a ser poeta
dije una y otra vez

y así iba por la vida
sin saber que mi poesía
había sido descubierta
por un extraño,
que a mis espaldas,
hurgaba entre tus piernas.

jueves, 21 de abril de 2011

Amo de casa.

¿Qué mueve a una gorda celulítica y estriada a posar desnuda frente a una webcam? No tengo ni la menor idea pero esta pregunta fue la única que se me ocurrió para comenzar un texto después de casi un mes de infructuosos intentos por redactar algo que pudiera subir a este blog. Tal vez sea porque emocionalmente me siento agotado o porque no me siento capaz de compartir mis escritos cada semana, o de plano, porque ya no tengo ganas de escribir. Pueden ser las tres cosas al mismo tiempo pero también existe la posibilidad de que mi nuevo interés por hacer otras cosas me esté copando el tiempo.
Cada Semana Santa suelo quedarme solo en casa a disfrutar de mí mismo mientras la familia se toma un descanso de mi presencia. Este año no fue la excepción, así que decidí hacer un ejercicio abrumante: ponerme en el papel de un ama de casa y hacer los quehaceres como si fuera la mamá soltera de Hansel y Gretel (versión hijos imaginarios).
El ejercicio consistió en dormirme tarde con la finalidad programarme para madrugar, es decir, como cualquier ama de casa que siempre es la última en dormirse y la primera en levantarse. El problema es que sabiendo que no había presión para levantarme temprano me desperté a las 8 de la mañana y terminé por abandonar la cama una hora después y eso porque el estomago ya me exigía un desayuno sabroso y sustancioso. Justo aquí se presentó el segundo incidente pues el refrigerador estaba vacío, así que tuve que hacer una salida emergente para comprar algo al Oxxo y no perder más tiempo, lo que disminuyó mi presupuesto considerablemente (me hice el propósito de gastar 150 pesos diarios en comida). Una vez con un hot dog Vikingo en la barriga, un café Andatti y el reloj apuntando las manecillas hacia las 10:35 am, comencé formalmente las labores del hogar: lavar los trastes de la comida y cena del día anterior, lavar mi ropa, sacudir, barrer, trapear, lavar el baño e ir al mercado a comprar las cosas de la comida. Para cuando regresé a casa ya eran casi las tres de la tarde así que comencé a cocinar una especie de menú a base de verduras y arroz al vapor (que no comería en un día común aunque el médico me lo impusiera como dieta), pollo y un postre cualquiera. Además, faltaban cosas por hacer: volver a lavar los trastes que ensucie en la preparación de la comida, arreglar la recámara, limpiar y sacudir libros y lavar el baño.
Hice una pausa a las 4:30 para comer y lo hice lo más rápido posible, lo que implicó comer frente a la estufa mientras veía algunos bodrios de la televisión nacional. Por tercera vez en el día lavé los trastes y por segunda vez comencé a recoger la cocina. Entonces reparé que mi refrigerador seguía vacío así que entonces tomé la decisión de ducharme para disponerme a salir al súper a comprar lo que hacía falta, para lo cual hice una lista breve.
Ya en el súper me entretuve siguiendo a señoras interesantes con traje sastre y tenis, señoras poco menos interesantes pero enfundadas en ceñidos pants y tenis, y señoras con facha de mamonas en tenis; una vez superada la prueba de sortear a las promotoras que despachan en salchichonería, hartarme de probaditas y caer en la cuenta que una caja de Gansitos, dos de Chocorroles, tres bolsas de palomitas de maíz, dos sixs de cervezas, una botella de vino, una caja de galletas Oreo y seis Bonafinas de litro no forman parte de la canasta básica, decidí reiniciar con mi labor concentrado en la lista previamente escrita en casa.
Gasto total, haciendo uso de mi monedero naranja: ¡$424 m/n! Entonces tuve que poner mi cara de nada y fingir demencia con la señorita cajera antes de demostrar que me había agotado el presupuesto de 3 días en apenas un par de horas. Al salir de la tienda estaba lloviendo así que no podía permitirme mojar mis Vans nuevitos por lo que tuve que pedir el servicio de un taxi no sin antes hacer una parada por la cafetería para adquirir un chocolate caliente y seis churros.
Ya en casa, pensé en lo difícil que es ser ama de casa así que el propósito que he trazado para cuando regrese mi mujer consiste en colaborar en los quehaceres del hogar justo como en aquellos días cuando recién nos casamos. ¿Será que uno puede cambiar tan abruptamente? Los mantendré informados.

martes, 19 de abril de 2011

Matute 2011.

De plano no me gusta como se ve el oficial matute en la actualidad. ¿Será que le entró el síndrome de Jaime Moreno o el de Alfredo Palacios y sus últimos años de fama los ha invertido en hacerse operaciones en la cara como si se tratara de un deporte olímpico? También es obvio que se nota más chaparro y abotagado, si quieren regresarlo a la pantalla exijo que no sea con esta figura. Por la dignidad del Oficial Matute y la de sus admiradores.


domingo, 17 de abril de 2011

Don gato y su pandilla.

Mi infancia transcurrió apaciblemente entre el patio de la casa de mi tía, el televisor y la tentación de agarrar unos libros de colores que había en su pequeña biblioteca, mismos que mis primos y yo teníamos prohibido tocar por el riesgo de ensuciarlos o romperlos. A cambio solíamos pasar horas frente al televisor, comiendo galletas Marías con cajeta (las cuales ahora se comercializan en el transporte público a precio infame) y tomando agüita de limón. La serie que más me gustaba era Don Gato y su pandilla, pocos capítulos pero suficientes para hacer de mi educación televisiva algo grato. Recuerdo -igual que muchos- los memorables capítulos del viaje de Benito B. Bodoque a Hawai; el episodio de Ciriaco, el oso hormiguero; el del caballo árabe que le gustaban las fotos; el de Carlitos (el sobrino de Matute); el de El Gran Gus; el de la mamá de Benito visitando New York, y por supuesto, el del Marahá de Pocajú y sus propinas en diamantes.

Hace unos días me enteré que se está haciendo una película de Don Gato y su pandilla en 3D, lo cual me hizo el tipo más feliz del mundo porque de verdad para muchos de mi generación esta serie animada es parte fundamental. Sin embargo, ayer me encontré las primeras imágenes de los personajes adecuados al contexto actual y no me gustaron: los cinco gatos parecen "en drogas" y el oficial Matute parece que se ha operado la cara como lo hacen muchos señores en la actualidad.
Ojalá que el trabajo final no me vaya a descepcionar y que pueda disfrutar nuevamente de esas caricatura en una sala de cine.

jueves, 7 de abril de 2011

La música que perdimos.

Hace unos meses mantuve contacto continuo con Paul Medrano, uno de mis escritores preferidos gracias a tres o cuatro textos y sobre todo a la antología de cuentos de Palabras Malditas. Gracias a la red logré un clic inmediato con él y colapsamos nuestras fuerzas gracias a Adriana Benitez, amiga mutua a la que rendíamos culto incondicional.
Tiempo después y gracias a una charla que mantuvimos gracias a algunas joyas musicales del ayer, supe que apareció uno de sus textos en la revista La mosca en la pared (en línea) donde la sorpresa más grande fue percatarme que había una dedicatoria para mí. (Se eleva el ego y se ensancha el pecho)
En su más reciente actualización, la revista Cuadrivio abre el espacio para Paul quien se estrena con aquél texto, cuya liga comparto con ustedes: La música que perdimos.
Espero lo disfruten.

domingo, 3 de abril de 2011

Llámame puta. (Palabras Malditas, diciembre de 2005)

¿Recuerdas cuando, en tu infancia, te gustaba representar a los personajes de la televisión, cuando te creías superman o la mujer maravilla, o cuando imaginabas convertirte en estrella de rock? No puedes negarte a reconocer que alguna vez soñaste con ser otra persona, alguien distinto a quien eres en la actualidad. Algunos que lograron acercarse a ese sueño -los más osados-, ahora caminan por las calles de esta ciudad vestidos con gabardinas negras de terciopelo y con la cara pintada de blanco; otros lo hacen exageradamente maquillados aunque vestidos de mujer, manifestando una exuberancia que provoca envidias entre el ejército de cuarentonas deseosas de felicidad.
Profundos estudios antropológicos elaborados al respecto, complementados por trabajos cuyo enfoque psicológico fundamentan la inconformidad personal y por consecuencia, los malestares de toda la sociedad, indican que todos absolutamente, por lo menos en alguna ocasión, hemos sentido esa envidia que nos mueve preguntar ¿por qué no fui otro?
Esta inconformidad cuando es llevada al terreno sexual, orilla a los individuos a realizar actos que fuera de la sensación de la excitación, resultarían impensables pero que paradójicamente, proyectan deseos que gran parte del tiempo permanecen reprimidos, moviendo al individuo a reformular la pregunta y decir ¿por qué no serlo?
Cambiarse el nombre o ponerse apodos en algunas partes del cuerpo al momento de llevar a cabo actos sexuales específicos; disfrazarse; representar escenas o fingirse “otro”, son situaciones muy comunes en la vida sexual que aunque son comentadas a menudo, no todos han tenido la posibilidad de realizar.
Por ejemplo, para algunas mujeres, bautizar sus órganos genitales con algún nombre (Manzanita, Kitty, Gatita, Chepina, Galleta, etc.), con la finalidad de utilizarlo como palabra clave con su pareja cuando desea tener un encuentro sexual (¿quieres comer Galleta?) resulta, además de divertido, algo que les permite abrirse a experiencias no convencionales; aunque también existe el caso contrario, es decir, cuando el miembro masculino es apodado con algún sustantivo que le permita elevar los niveles de excitación sobre todo, en el momento de que le practiquen el fellatio.
Lo anterior ha generado chistes o diálogos en doble sentido que son muy comunes entre hombres y mujeres aunque vale la pena reconocer que desde siempre, los genitales han sido la parte del cuerpo con más apodos debido a que se ha buscado la forma de esconderlos por considerarlos sucios. ¿Recuerdan eso del pajarito, pollito, canelita, palomita y una enorme cantidad de ridiculeces con las que se ocultaban las palabras pene y vagina?
Dentro de una fantasía sexual, un disfraz puede ser capaz de desencadenar toda una hecatombe orgásmica con el sólo hecho de ver a la pareja portando ropas que nos remitan a pensar en situaciones específicas. Personalmente, siempre he tenido una lujuriosa inclinación hacia las muñequitas japonesas de hentai, así que no me resultaría desagradable observar a mi pareja vestida como Sailor Moon o como cualquiera de esas chicas emanadas de la imaginación japonesa. Reconozco que tampoco me desagradaría tener un encuentro sexual con la Mujer Maravilla o con una policía (sí, sí, sé bien lo que están pensando pero también soy un sujeto selectivo). Sin embargo, ceder el rol de voyeur a la pareja puede ser una buena experiencia. Así, los disfraces como un elemento erótico pueden ser algo totalmente revelador en una relación sexual que comience a tornarse monótona. ¿Has intentado iniciar un encuentro sexual portando una máscara de luchador y aplicando una sutil variante de la “de a caballo”? Si no, es una buena recomendación para comenzar.
Cierto, aquí no se está descubriendo el agua tibia pero lo que intento con estas aseveraciones es que saques ese viejo disfraz del armario y le pongas ese toque chispeante a tu relación para que luego la cedas al mundo en algún comentario en esta sección o bien, la dejes asentada en el expediente con tu psicólogo de confianza, misma que seguramente servirá para amenizar sus reuniones y al final, terminará llegando a nuestros oídos.
Muy a la par de los disfraces, la representación de escenas que permitan un preámbulo erótico a la vista de personas desconocidas –aunque éstos no sepan que lo que están presenciando lleva un fin erótico- puede ser una experiencia desbordante.
A este respecto, me acuerdo muy bien de una pareja que llegaba todas las tardes de viernes al mismo restaurante que yo. La mujer entraba primero y minutos después aparecía su pareja, quien ocupaba una mesa distante pero de modo que pudiera observar cada movimiento de la dama. Ambos comían por separado pero cuando pedían el postre, ella se levantaba al baño, situación que el señor aprovechaba para abordarla e intercambiar algunas palabras. Al final terminaban comiendo el postre juntos mientras intercambiaban besos para luego salir del lugar. Una de las meseras de ese restaurante, comentaba: “ahí viene los locos… no sé para qué hacen tanta faramalla si de todos modos ahorita se van al hotel”. La primera vez que escuché ese comentario me atreví a romper la distancia fingiendo sorpresa y preguntándole si lo que decía era cierto.

- Si, joven; esos trabajan aquí adelante, en el banco. Están bien locos. Siempre hacen lo mismo, comen en mesas separadas y al final terminan comiendo juntos; el señor paga las dos comidas. Hacen como si no se conocieran pero esos dos se conocen hasta las amalgamas.

Cierto, días después me atreví a seguirlos y efectivamente, ambos se metían a un hotel. El fin de aquello sin duda era parte de una fantasía erótica que les servía de prólogo para un encuentro sexual. Me hubiera gustado saber si aquellos eran esposos o amantes, de saberlo pudiéramos entender mejor el fin de aquella representación.
Una situación similar a esta, era representada por un conocido cercano quien tenía la afición de recoger a su pareja en la calle, abordándola como si se tratara de una desconocida. Para él, la idea de saber que podía iniciar un encuentro sexual de manera casual totalmente resultaba placentero.
La representación de roles o situaciones, como una experiencia erótica puede tener múltiples variantes que a la vista común, no somos capaces de identificar ya que cada acto depende de un código establecido con anterioridad por las parejas que para cualquiera puede resultar algo meramente cotidiano. Tal vez si pones atención a las personas que te encuentras en los lugares a los que asistes con mayor frecuencia, puedas llevarte unas sorpresas.
En las prácticas eróticas, una variante muy común, una fantasía en la que no se necesita nombrar con pseudónimos delicados a los genitales, ni es útil el uso de disfraces, consiste en adoptar una personalidad que nos identifique con otra de manera diferente a quien en realidad somos, tal vez un personaje común y corriente, alguien trasgresor que en circunstancias normales no resulte agradable para el común de las personas. Sin embargo, dicha práctica no siempre se da de manera espontánea pues para llevarla a cabo, las parejas necesitan algo más que simple acoplamiento corporal.

¡Llámame puta, cabrón!” . No se trataba de una simple petición, se trataba de una orden. “Dime… ¿Quién es tu puta, quién es tu putita, hijo de la chingada?” Nada convencional si aclaro que la pregunta venía de una mujer a quien jamás había escuchado decir una altisonancia.
¿Qué sensaciones puede experimentar una persona en estado de excitación para llegar a algo como lo mencionado? Liberar deseos que se han visto reprimidos durante mucho tiempo –tal vez toda una vida- puede resultar muy sorprendente no tanto para quien se encuentra en estado de catarsis sino, para aquellos a quienes nos ha tocado presenciar una situación semejante. No obstante, lo que se pudo apreciar aquella tarde, fue una de las sesiones eróticas más maravillosas jamás vividas por quien escribe.
Posteriormente, ya con varios encuentros similares en que la orden inicial se había mutado a toda una rutina en la que también habían entrado los disfraces (Nora se había dejado el traje sastre y la lencería de buen gusto, por unas botas brillosas que le llegaban arriba de las rodillas, un vestido de licra amarillo muy entallado y lencería transparente), las sesiones fueron subiendo de tono al grado de tornarse agresivas, sin que por ello dejaran de ser placenteras para ambos. Esto jamás interfirió con el resto de la relación, es decir, con la rutina normal en la que una premisa fundamental era el respeto, permitiendo cimentar una buena relación posterior al rompimiento.
De manera sutil, traté de repetir el desafió con distintas parejas; como es fácil imaginar no siempre se pudo, sobre todo con aquellas parejas cuyos encuentros resultaron tan efímeros que prácticamente se han borrado de mi memoria.
Tiempo después al charlar el episodio con Nora (cuando no era más mi pareja), no hubo forma de poner muchas explicaciones sobre la mesa. “No sé… ¿Qué te puedo decir? Se trató de una ocurrencia, de algo que me salió espontáneamente”. No me pidas explicaciones, confórmate con recordar que alguna vez fui tu putita… privilegio que hasta hoy, no ha tenido alguien más. En sus palabras queda un mar de dudas pero tratándose de Nora, puedo confiar en que por lo menos así será hasta que alguien la provoque para volverlo a repetir.
Este fue sólo un ejemplo pero, ¿a ti, a quién te gusta representar? ¿Quién te gusta ser en tus encuentros sexuales; una puta, Cleopatra, Sailor Moon o tal vez la Mujer Maravilla, o mejor aun, te gustaría ser Nora? Si es tu respuesta es esta última, espero puedas compartir conmigo esa mínima fantasía.

viernes, 1 de abril de 2011

Bebo y escribo para no dejarme morir.

Pido la primera:
eximia pócima que de manos de un hechicero
emerge al primer trago extendido,
un lienzo tejido de enunciados cortos.
Poemas de ron con hielos
que escupen con las primeras letras
elegías evocadoras
reviviendo la presencia de tu ser.
Por la puerta de dos alas
entra con el viento tu recuerdo.
No te tengo, jamás te tendré.
¡Enciendan la rocola y que cante Jose Alfredo!
“Una ronda para todos los presentes
paga su amigo el mismo dolorido de ayer.”
Ron con hielos que no quema
¡una botella de aguardiente, por favor!
Letras de un estúpido poeta
que se barren entre júbilo y clamor.
Tóquenme la misma, esa que me hace llorar:
Cuatro Caminos hay en mi vida,
sentencia que no devela,
cuál de los cuatro será el mejor.
Escribo y bebo para vivir
para soportar entre camaradas
entre iguales
entre amigos
entre hermanos
esos que sólo podemos ser paridos por
la misma madre: la cantina,
que abre sus piernas en la madrugada
para escupirnos sin miramientos
al lugar donde pertenecemos,
donde todos somos mortales.
Sírvanme la caminera:
poción excelsa que de manos de un mago Merlín,
extiende a la calle la fiesta de los que no somos
convidados por la alcurnia y terminamos siendo
borrachines infelices
alcohólicos cantores
poetas de banqueta.
Abrazo la otra mitad de tu ser a mis letras,
esas que no terminé de escribir
por cantar a Jose Alfredo, el poeta.
No te tengo, jamás te tendré,
pero siempre que entre a una cantina
recitaré para los presentes
los versos que te consagré
a cambio de un trago que lleve a otro trago,
que lleve a otro poema,
que lleve a tenerme ocupado
para no dejarme morir por ti.