miércoles, 27 de julio de 2011

Tus berrinches.

Apenas una carta me escribiste y tus palabras surtieron un efecto en el que renació mi amor por tí. Pero tú, igual que yo, tienes esa extraña facilidad para desanamorar... desencantar... derrumbar lo que se construye con mucho esfuerzo. Tu egoísmo siempre se instala por encima de todo, incluso por aquello que dices es nuestro. Siempre eres tú y sólo tú... aunque para serlo dependas de los demás.
No más de ti... esta vez no más.

domingo, 24 de julio de 2011

Cowboys from hell.


Es innegable que el mundo se ha transformado radicalmente en estas dos décadas y eso ha arrastrado a la industria musical hacia terrenos muchas veces cuestionables.

Hace 21 años, la moda –no tengo empacho en usar esta palabra- era ser merol: traer las matas largas, usar playeras negras, calzar botas con casquillo, emitir gruñidos bestiales, poner los dedos en cuernitos y hacer headbanger, era común. Es cierto que MTV influyó en ello y prueba evidente es que la rotación de este canal estaba dedicada totalmente a proyectar videos  de grupos totalmente rockers. Sí, fue ahí donde conocí a muchas bandas que hoy siguen instaladas no sólo en mi mero gusto musical sino como referentes culturales que más de una vez me han servido para acortar las distancias entre quienes tienen la creencia que el metal sólo es para chavitos.

Hace 21 años, también, mi gusto musical dio un giro cuando gracias al intercambio de charlas entre preparatorianos (y a una estación de radio) supe del lanzamiento de un disco brutal que hasta la fecha sigue en mi lista top ten: Cowboys from hell.

Cowboys from hell fue el primer disco de Pantera con Phil Anselmo en las vocales. Este hecho le imprimió a Pantera un sello característico instalando a la banda como una de las más potentes del rock. Cowboys from hell, sin embargo, nunca llegó a los primeros lugares en las listas de popularidad aunque su éxito comercial se hizo patente al paso de los años debido luego de que la banda lanzara Vulgar display of power, material que reafirmara lo que Pantera representaba en esos días en la historia del metal.

Hoy, 24 de julio, se cumplen 21 años del lanzamiento de Cowboys from hell, disco peculiar, potente, lleno de sorpresas: Anselmo haciendo gala de su voz, alcanzando tonos altos en Heresy y haciendo memorable el intro de Cementery gates; Darrell haciendo llorar la washburn con solos memorables que son reconocidos por cualquier metalero que se precie de serlo; Rex pegándole al bajo y llevando el ritmo a cuestas; y Vinnie Paul dando metralla con los tambores. ¿Y qué decir de la portada?

A todos los que somos seguidores de Pantera: felicidades, Cowboys from hell puede inscribirse como el disco que cambió la historia de muchas vidas.


sábado, 23 de julio de 2011

Sexo, drogas y norteños wannabe.

Comienzo a escribir este texto con una jaqueca que mata. Mi vecino, urdido en la ebriedad más desquiciante, organizó una fiesta capaz de arruinarnos el sueño a quienes pretendíamos dormir tranquilamente. Tal vez mis palabras parezcan las de un viejo amargado; probablemente crean que no tuve juventud y es seguro que muchos de ustedes imaginen que soy una especie de ermitaño que nunca sale de su cueva. Tal vez lo último resulte poco más que cierto pero mi juventud fue tan arrebatada como aventurera, sobre todo en lo que se refiere a las fiestas. Sin embargo entre los convivios de los muchachos norteños-wannabe (soy chilango pero me siento de Monterrey, i’ñor) y las de los gruncheros-metaleros de los noventas, existe una gran diferencia: el grito de guerra.

Por todos es conocido que los metaleros, esos seres emergidos del merol más potente, festejan las canciones con gruñidos que los sitúan en estado de demencia headbanger, o bien, con bufidos guturales que invitan al mosheo en un ritual que se reserva su derecho de admisión. En cambio, situada en una tradición de “allá en el rancho grande, allá donde vivía”, cuando un mexicano promedio escucha los primeros acordes del mariachi, la banda sinaloense o el conjunto norteño, le da por gritar como si se le estuviera escociendo el culo mientras de éste le emergen hordas de hormigas rojas dispuestas a matar.

Es justo aquí dónde comienza el problema con los chamacos borrachos de hoy: ¿por qué demonios tienen que gritar de esa forma dándoles lo mismo que la canción sea una balada norteña, una ranchera tradicional o la clásica “Qué bello” de la Sonora Noséqué? ¿Acaso el “uy uy uy” sirve como liberación de penas y el “ay ay ay” como la reafirmación de éstas? ¿No han caído en la cuenta que se supone que esas canciones son de machos bragados (según la canallesca tradición de Pedrito Infante) y no de viejos llorones?

Bien dicen los nuevos adagios que hasta entre los perros hay clases, y como yo nací chilango, prefiero no andar por las calles de mi contaminada ciudad sintiéndome vaquerito del oeste (otra contradicción geográfica de los chamacos norteños-wannabes, que proyectan su analfabetismo geográfico pero cuyo tema ya abordaré con elocuencia en otra ocasión).

Pensaba, pues, hacer la relatoría de lo ocurrido con estos gatos (literal) durante toda la noche, ya que resulta de valor antropológico estudiar como un ser vivo ungido en los placeres del licor es capaz de reir, llorar, decir “te amo”, “te quiero un shingo” o “eres mi hermano”, y casi en seguida armar tremenda zacapela con botellas y altisonancias varias. Misterios de la humanidad. Sin embargo, mientras pensaba cómo dar curso a este relato escucho por la radio que Amy Winehouse acaba de colgar los tenis a sus 27 añitos de edad, uniéndose así, al club de esos tremendos muchachos que fueron Hendrix, Joplin, Morrison, Jones, Cobain y otros como Valentín Elizalde que también está incluido en la lista (¿?).

Conocí a la Winehouse con el disco Back to black y de ahí comencé a buscar materiales anteriores que me hicieron considerarla una de mis esposas platónicas. Su vida llena de desmadre es un ejemplo claro de que ella no se paraba en puntos medios sino en los límites que bordean a la muerte. Su muerte es pues una crónica (muy) anticipadamente anunciada y como muchos mencionan en las redes sociales “nomás faltaba que llegaría el día”. Y llegó, hoy 23 de julio de 2011. Descanse en paz.

viernes, 22 de julio de 2011

¿Por qué?

Me entristece saber que nuestro amor (ese simulacro de ensueño) sólo es capaz de avivarse cuando se escribe con signos de pesos.

jueves, 21 de julio de 2011

Profesía

Y llegará el día en que la educación por fin se transforme y todos los niños tengan ipads de texto gratuitas.

martes, 12 de julio de 2011

El buen Mane

Mi historia como "escribidor" no es como la de muchos grandes que comienzan a plasmar sus primeras letras desde que son niños. En este capítulo tampoco se hace presente la cosquilla adolescente, en la que a uno se le mete el alma de algún poeta en pena y luego hay que exorcizar con vergüenza años después.

Comencé a escribir simplemente porque no sabía hacerlo. De alguna manera, me pasó igual que al niño protagonista de Mitos y recuerdos (Birmajer, 2008), cuando decide ser escritor: ya tenía lápiz y papel pero no tenía historias, así que buscaba "promover peleas y enamoramientos" sin saber cómo; hasta que un maestro -de esos que son generosos y saben hacer su labor fuera del aula-, le da la luz para hacerlo: "Entonces invente, m'hijo". De igual forma, fue una maestra la que me iluminó: "Héctor, escribe usted muy feo; debería corregir esas cartas que le escribe a sus novias a ver si mejorando su redacción, ellas le pueden entender". Así de simple comenzó todo: inventando.

En ese tiempo tenía 17 años y la espada desenvainada. El género epistolar era mi preferido y no sufría por material porque en mi vida existía un universo inagotable de musas que esperaban que alguien les dedicara unas palabras. Con el tiempo y a medida de que me fui aficionando por la lectura de textos como Las edades de Lulú (Grandes), Eso no (Birmajer), Kurt (de Silva), Espera, ponte así (Martin), Un hilito de sangre (Ruvalcaba) y La tumba (Agustín), dejé a un lado las cartas para incursionar en el género erótico. El primer sitio donde me abrieron las puertas para difundir mis historias fue Tiempo de sueños y de ahí un montón de sitios en los que no faltaba quien se identificara con las historias que me gustaba narrar

Por esos años como parte de un castigo, mi entonces supervisor, Heriberto Sánchez, tuvo a bien desterrarme una semana de mis labores docentes a cambio mantenerme ocupado en un diplomado de Formación de promotores culturales. Aquel diplomado no cuajó por cuestiones sindicales pero la experiencia fue gratísima pues logré hacerme de buenos amigos y colegas que a la fecha siguen siendo parte de mi vida. De aquellos cinco días sólo recuerdo dos experiencias: la primera, el magisterio estatal (del estado de México) evidenció no sólo sus múltiples deficiencias para acercar a los alumnos con cualquier tipo de expresión artística sino también su tremenda ignorancia en los asuntos de promoción de la cultura; la segunda, el descubrimiento y primera experiencia de muchas maestras y maestros en el uso de cuentas de correo electrónico.

Ambas experiencias fueron provocadas por un impetuoso y entusiasta promotor cultural al que simplemente conocimos como Mane. Lo recuerdo sencillo: vestido con un pantalón azul, una playera blanca y una sudadera gris con capucha. Lo recuerdo amable: siempre abierto al diálogo, sin calificar las participaciones erróneas de muchas maestras y con una atención poco vista en quien imparte un taller. Lo recuerdo de un lado a otro con su plumón poniéndonos tachecitos en la mano (venganza pedagógica tradicionalista). Lo recuerdo solícito ante las maestras que ni siquiera sabían encender la computadora. Lo recuerdo llamándome "maestro Héctor" (siempre me habló de usted, aunque siempre insistí en lo contrario). Lo recuerdo mostrándonos la maravilla de las salas virtuales de chat que entonces existían y por las cuales -ese día de curso- uno de mis mejores amigos en la aventura educativa conoció a una colombiana con la que ahora se encuentra casado. Su curso era sobre cultura cibernética o algo así.

El último día de curso le regalé dos de mis historias: El acosado y Mariana en las rocas. Agradecido, las guardó en su mochila y nos despedimos con un abrazo largo como si entonces estuviéramos firmando una hermandad. Días después Mane me envío un correo electrónico en el que me hacía un montón de correcciones sobre ambos textos. Tomando en cuenta su recomendación, El acosado quedó enterrado por muchos años (hasta que abrí este blog en 2009) y Mariana en las rocas me abrió las puertas para integrarme a uno de los proyectos más trascendentales en los que me he involucrado hasta ahora: Palabras Malditas.

Mi amistad con Mane se consolidó gracias a la red. Constantemente nos saludábamos y él me ponía en contacto con un montón de gente interesante que me fue abriendo el camino para mejorar mis historias y para publicarme en papel. Con el paso de los años fui encontrándome con gente que lo conocía ya fuera por su labor como promotor cultural o por sus amigos poetas (uno de ellos, el gran Paulo César, de la Universidad Iberoamericana). Por él me enteré de su trabajo en gestión y promoción cultural y una enorme red que venía trabajando fuerte. Un día de abril del 2009, por un error de dedo, bloqueé mi vieja cuenta de correo misma que jamás pude recuperar. Sólo así perdí el contacto con Mane. Pero hace unos meses y gracias al Noctis de Clarimonda, me puse en contacto con 3d2, proyecto que siempre me hizo pensar en Mane pero al que jamás me atreví a buscar para saludarlo o saber cómo estaba.

Hace unas horas me entero que la violencia de este país cobró la vida de José Manuel Vargas Reynoso, "El Mane", aquel chavo que siempre le puso toda su pasión a la promoción y gestión cultural, y con el que disfruté como nunca un diplomado.

No es posible que estas cosas sucedan en este país pero cualquier cosa que pudiera escribir en este momento ensuciarían el recuerdo que tengo por ese compa que me impulsó a no rendirme a pesar de mi escaso talento: "Usted escríbale, maestro Anselmo y que siga la pluma dando".

Mane: fuiste un gran maestro para mí. DESCANSA EN PAZ.

viernes, 1 de julio de 2011

Dios sí existe. Palabras Malditas, 2009.

De la misma forma en que muchos de ustedes, morbosos e incautos lectores, se engancharon al título de este texto y decidieron pasar a husmear por este letroso espacio, un servidor quedó pasmado cuando al abrir el mail, me encontré con un correo cuyo encabezado afirmaba contundentemente: Dios sí existe. Quien remitía el mensaje era nada menos que Perrita Virtual, una vieja musa de la red que hace poco mas de un año había engrosado mis listas de contactos debido a sus probadas practicas sexuales, mismas que eran registradas semanalmente en un blog. Desafortunadamente, cuando apenas comenzaba a intercambiar mis primeros correos electrónicos con La Perra, el blog desapareció al igual que mi contacto con ella, aunque esa es parte de una historia que seguramente en un futuro estaré tentado a relatar.
Sin mayor preámbulo, abrí el mensaje. Mi primera sorpresa fue probar que no se trataba de spam, y posteriormente, dejar patente que aquellas líneas se encontraban dedicadas especialmente al Querido Anselmo, o sea, su seguro servidor.
Invadido por una indescriptible emoción, comencé a leer una serie de reflexiones que daban cuenta de un montón de hechos particularmente cotidianos muy similares a los usados por los Testigos de Jehová en sus incansables misiones predicadoras casa por casa. Así, luego de leer cerca de 28 enunciados relacionados con la guerra, la delincuencia, el hambre, la pérdida de valores (¿?), la ambición, la política, el narcotráfico y el poder minimizado de Satanás ante la divina presencia de Yahvé, concluí un par de cosas: mi urgente necesidad por hacerme de amigos reales que saturen mi bandeja de entrada con basura virtual y la posibilidad de que Perrita Virtual se hubiera convertido al cristianismo protestante siguiendo los pasos de Alice Cooper y Dave Mustaine.
Socarrón, como dicta mi costumbre, respondí al mail preguntando la razón que me había hecho acreedor a recibir semejante mail y de paso, indagar si se trataba de la misma Perrita Virtual que tantas veces había saciado mi hambre sexual durante mis momentos de ocio en el trabajo. Veintidós horas después, la respuesta estaba en la bandeja de entrada: “Apreciado Anselmo. Me complace decirte que no soy la misma. Aunque mi cuerpo sigue igual, mi alma ha cambiado gracias al infinito y amoroso cobijo de Dios. Elevaré una oración para que tú también puedas seguir por este camino.”
Sin la misma emoción del día anterior, eliminé el mensaje sólo para encontrarme con otro mail que contenía el testimonio de Oscar, un sujeto que luego de haber descendido al infierno de la perversión, había conocido a Dios logrando cambiar su podrido entorno y con ello toda su vida. Horrorizado, eliminé el mensaje aunque el testimonio de una tal Roxana ya esperaba su turno. En total había veintidós mensajes similares.
Evitando empaparme de aquellas revelaciones con el mismo final feliz, comencé a escribir nuevamente a la otrora Cancerbera para exigirle que dejara de alentar a sus amigos a acosarme con ese tipo de mensajes. Sin embargo, más tardé en escribir el mensaje cuando, en las bandejas de entrada y de correo no deseado, aparecieron más testimonios de gente que en mi vida había imaginado que poseyeran mi dirección de correo electrónico. Pregunté a la nueva Cachorra del Señor por qué diablos me bombardeaban de esa manera y apenas unos minutos después recibí la respuesta: “Eres un tipazo (¿?) pero tu vida necesita dar un giro. Dios sí existe y próximamente podrás comprobarlo. Dios no sirve para odiar, Él sólo sabe amar.” Me asusté. Sin duda me encontraba lidiando con fanáticos profesionales, de esos que pierden su identidad in the name of lord. Decidí dejar pasar unos días antes de volver a revisar el mail.
Lo ocurrido me llevó a pensar en las motivaciones que tienen esas personas para decidir por los demás. “Tú vida necesita un cambio” no es un simple eslogan para vender pastillas para adelgazar y mucho menos una invitación para acudir al psicólogo. Se trata de una frase en la que una sola visión del mundo pretende ser impuesta por unos cuantos millones de arrepentidos. Para ninguno de los que me lee, son desconocidos los discursos que se manejan en las diferentes sectas que pregonan ideas en nombre de un Dios y mucho menos la cantidad de estrategias que utilizan para enganchar incautos, incluido el rock and roll.
Si Dios existe, ¿por qué no se encarga de poner en su lugar a los falsos predicadores? Seguramente, la respuesta está en la Biblia pero por ahora no tengo tiempo de buscarla. En cambio, sí puedo cavilar sobre los complejos humanos que parecen ir en aumento y en las debilidades surgidas por ese sentimiento de inferioridad que se acrecienta ante la inevitable mutación de la felicidad; pienso en la urgencia por encontrar un contrapeso a una especie de vacío que en realidad no es tal y en la fe que se deposita en un ser que sirve de respuesta a todo lo inexplicable. En ese sentido: ¿Existirá el infierno? ¿Será tan caliente como la huasteca potosina en el mes de mayo? ¿El diablo es cómo lo pintan? Si una par de tetas son la esencia del pecado, ¿la unión del pene y la vagina representan la gloria?
Mis apresuradas disertaciones pronto me llevaron a contemplar un detalle: hace años programé una rubrica permanente para mis mails en la que se puede leer la frase “God hate us all”. Nada del otro mundo. Es como colocar un recorte con la cara de Genne Simons en donde debe aparecer la de Baldor (el del libro de álgebra) o un recorte del Pamela Anderson en el cuaderno de orientación educativa. La frase es el nombre de un álbum de Slayer. Según los expertos, si está rubrica era la causante de alentar a mis acosadores a seguir con su estrategia para salvar mi alma, bien podría intentar un ejercicio escribiendo nuevamente a la Perra, eliminando la frase ofensiva o modificando el sentido de la misma. Abrí el mail y sorprendentemente había más de cuatrocientos testimonios esperando ser abiertos. Redacte un mensaje agradeciendo el interés mostrado y rescribí la frase: “God hate love us all.”
Hasta hoy no he recibido respuesta de la Perrita aunque, por fortuna, han disminuido los testimonios que llegan a mi bandeja de entrada.
La sola idea de saberme parte del grupo de las ovejas descarriadas me desagrada. Prefiero seguir perteneciendo al grupúsculo de los que se aferran a no creer más que en la veracidad de la gloria que se esconde en la profundidad de una tanga. Por otro lado, tomé la sabia decisión de eliminar a la Perrita de mis contactos. Un acto tan fácil como oprimir un botón.
Han pasado tres semanas de este suceso y ahora sólo recibo cerca de diez testimonios al día pero sigo con la urgente necesidad de hacerme contactos que me escriban cosas sucias y perversas. Esta experiencia me ha llevado a concluir que no puedo permitirme sentir arrepentimiento por mis acciones; que lo hecho, hecho está y si he ofendido a alguien, no le pido me perdone. Pero en verdad, si Dios existiera, no sería tan injusto para permitir que unos simples humanos, mortales raza inferior, usaran su nombre para infundirle miedo a otro ser tan inofensivo con un incesante bombardeo de testimonios; que en todo caso, su existencia evitaría las guerra, la delincuencia, el hambre, la ambición, la política, el narcotráfico pero no la presencia de Satanás, que es quien le pone sazón a la vida con sus tentaciones y le da sentido a las creencias religiosas. Pero para evitar una nueva sacudida, la verdad, prefiero no debatir al respecto. Más bien, como lo he leído en varias ocasiones al recorrer algunas de las habitaciones de Palabras Malditas: si Dios ya viene, ¡yo me largo! ¿Quién me acompaña?

Nota final: Dios quiera que la Máquina Maldita no caiga en la cuenta de su vida perversa, de lo contrario, ya podrán imaginarse el profundo vació que dejaría esta página.