domingo, 26 de febrero de 2012

Fucking hostile.

Para seguir con la conmemoración del veinte anoversario del lanzamiento de Vulgar display of power les comparto este cover de Fucking hostile.


sábado, 25 de febrero de 2012

Vulgar display of power.

Pantera es mi banda preferida. Fuí fiel seguidor desde aquellos lejanos años de preparatoria cuando el metal reinaba con toda su gracia y esplendor en la rotación de MTV y gracias a ello, todo mundo era heavy-rocker. Hoy que los tiempos han cambiado y del rock grueso únicamente quedan retazos esparcidos en secciones mínimas en revistas que hablan sobre otro tipo de rock que por supuesto no es el que conocí. Pantera, por tanto, significó y sigue significando un estilo de vida que hasta la fecha trato de seguir.

Apenas hace unos meses publiqué un texto conmemorativo sobre el veinte aniversario de Cowboy from hell, un album importante en la historia del metal y trascendente en Pantera, sin embargo, este 25 de febrero de 2012 se está celebrabdo el veinte aniversario del lanzamiento del albúm más importante de esta agrupación texana: Vulgar display of power

El tiempo se ha encargado de colocar a Vulgar display of power como un disco insgne pues algunas revistas como Q o IGN lo etiquetaron como uno de los albúmes más influyentes en el mundo del heavy metal, además de valorarlo como un disco fuerte, áspero, con voces más poderosas y armonías merol más intensas que además lo situaron como el puente natural entre las bandas de metal más poderosas del momento (Metallica, Sepultura, Motörthead, Slayer, Testament, ect.) y las bandas del Nu Metal que llegaron a inundar el mercado a mediados de la década de los noventa (Slipknot, American head charge, Linkin Park, Il niño, Mudvane, etc.). De esto último no me encuentro tan seguro pero lo que sí me puedo afirmar es que este disco tiene las canciones más trascendentes de la carrera de Pantera: cómo no recordar New level, canción con la que siempre abrieron los conciertos de México y que tras la muerte de Dimebag Darrel fue covereada hasta por Madonna; Walk, una de las más coreadas en todo el mundo; This love, característica por ser la que incitaba al fumeque de mariguana durante sus conciertos y por cuyo video se destapan las intenciones Phil Anselmo de fundar Down; o Hollow, canción que el paso del tiempo ha vuelto memorable por los sucesos del 8 de diciembre de 2004: By demos for driven que tiene un poder que atrapa, o simplemente Fucking hostile, canción insigne capaz de provocar disturbios.

Sea cual fuere el sitio que tiene Vulgar display of power en la historia del rock, nadie puede negar que este es un disco vibrante y poderoso que logró arrancarle un headbanger a todos aquellos que se dicen heavy rockers. Por esto: felicidades Pantera, donde quiera que estén.

Aquí una probada de algo de Vulgar display of power, en su día:




sábado, 18 de febrero de 2012

Apostilla a prostitwitters. Charla frente al espejo. (Cuadrivio, octubre de 2010)

La publicación de «Prostitwitters» en nuestro primer número fascinó y desconcertó a más de un lector. Un profesor, con total desenfado, detallaba las turbias maniobras que sus jóvenes alumnas empleaban en Twitter para obtener costosos obsequios a cambio de una buena sesión de sexo. La intensidad del relato derivó en una duda común: ¿se trataba de una ficción literaria o de una experiencia real, autobiográfica? Héctor «Anselmo» Ortega, autor del célebre relato, vuelve a la carga y pone los puntos sobre las íes en esta indispensable apostilla*


Tras la aparición de «Prostitwitters» en Cuadrivio, la pregunta sobre la veracidad de la historia se convirtió en algo tan recurrente que, en menos de una semana, la sola insinuación al respecto comenzó a fastidiarme.
En el tiempo que tengo de escribir, no recuerdo que alguno otro de mis textos haya surtido un efecto semejante en magnitud, y las razones son muy simples: en primer lugar, nunca antes uno de mis textos se había reproducido en dos sitios sensatos (lo que sea que esto signifique) y de alcances extensos; y en segundo lugar, hasta hoy nadie se había tomado con tanta seriedad mis historias; sin embargo, en este caso, la leyenda urbana de las nuevas prostitutas adolescentes que se valen de la tecnología para lograr sus caprichos materiales, parece que caló muy hondo en la duda y el morbo social.

¿Qué fue lo que le movió en realidad a muchos adultos al conocer la historia las prostitutas de Twitter?
Hasta hoy no he llevado a cabo un sondeo que pueda responder con certeza a esta pregunta, pero debido a los comentarios que me hicieron directamente quienes leyeron el texto en Cuadrivio (o anteriormente en Palabras Malditas), o bien, por las notas que quedaron plasmadas en las redes sociales, puedo intuir que la duda se centra en la sola posibilidad de que esta dinámica se encuentre trastocando la educación familiar que, la mayoría de las veces, se piensa como un legado impecable, sobre todo en ciertos círculos donde los valores más reacios impiden ver más allá de las nuevas dinámicas que los jóvenes están dictando.
Por otro lado, también es menester considerar el sentimiento de los jóvenes que ven en estas nuevas formas de acercamiento sexual una posibilidad para traspasar la frontera de lo virtual que hoy en día parece dictar muchas de las formas más eficaces de socialización. El morbo que se experimenta al saber que la tecnología ha dispuesto una vasta gama de posibilidades para la exploración sexual, resulta atractivo para aquellos que han caído en el abismo de estas formas de relacionarse, y otorga una oportunidad a quienes han encontrado una forma diferente de lucrar con su compañía, con sus deseos y sus caprichos.
Me reconozco como un escritor aficionado, carente de técnica, pero poseedor de un estilo que, tras la risa o la incomodidad, es capaz de generar cierta duda imposible de pasar por alto. Al igual que muchos graffiteros que tienen la manía de asaltar las bardas ajenas para plasmar una idea incómoda (por el rayón en sí mismo y no por la trasgresión a la propiedad privada), en mi caso suelo asaltar la intimidad de muchas personas que tienen el infortunio de atravesarse por mi vida, lo cual otorga veracidad a la mayoría de mis historias sin que ello implique que en ellas tenga que ser yo el protagonista. Esto último es uno de los grades problemas de quienes escribimos sobre la cotidianidad: que el lector suele engancharse y automáticamente convierte al escritor en protagonista de sus historias, les construye una personalidad heroica, muchas veces enferma, y los eleva a rangos inmerecidos que suelen generar una fascinación increíble.
Los espacios en los que suelo moverme resultan muy sugestivos para encontrar historias incómodas. Así, la escuela, convertida en un moderno arrabal; las iglesias, desacralizadas de su estatus como promotoras de la fe; los círculos de autoayuda o de terapia en grupo, vistos como espacios para la socialización, se convierten en tierra fértil para hacer germinar muchos retratos que están a la vista de todos pero que pocos se atreven a enfocar con los cristales adecuados.
No me interesan las historias verdaderas como tales, me interesan las historias que puedan sembrar un mínimo de duda acerca de su veracidad, pero al mismo tiempo me interesa que esa duda lleve al lector a determinar por sus propios medios la franqueza con la que fueron escritas, y no a optar por los facilismos de preguntar directamente al escritor si la historia es real o inventada. En cada texto suelo dar pistas de aquello que me pertenece, pero en la mayoría de los casos es el lector quien tiene la obligación de descifrar, ya sea por indagación o por investigación de campo, si aquello que leyó es real.

¿Qué hay de los lugares comunes en los que suelo ambientar mis escritos?
Es muy común que los detractores de mis historias encuentren elementos como la falta de técnica, los facilismos en la trama o la ambientación en lugares comunes, los más grandes vicios de mis textos. No demerito sus observaciones; por el contrario, suelo tomarlas en cuenta en cada nuevo retrato literario que voy construyendo, o cuando preparo algo realmente pretencioso, pero, como lo recalqué líneas arriba, no siempre busco historias verdaderas complejas; las más de las ocasiones sólo busco retratar los paisajes en los que me siento identificado, o bien, reproducir las escenas que, al desarrollarse frente a mis ojos, suelen generarme cierta envidia por entender que no puedo ser parte de ellas.
Reconozco que a estas alturas, y a diferencia de muchos noveles escritores, no tengo la pretensión de transgredir nada con mis letras. Transito por una etapa en la que, paulatinamente, se ha ido alejando la idea de escandalizar o trastocar la normalidad con lo que digo, lo que escribo y lo que hago; lo anterior no significa que haya renunciado a un probable escándalo: si éste llega será bienvenido, pero ahora sólo trato de hacer lo que me gusta, y lo que no, va quedándose de lado. Como un ejemplo de lo anterior, puedo afirmar que, a pesar de no considerarme un sujeto transgresor, reconozco que diariamente opto por el sano ejercicio de la omisión de todas esas reglas que me incomodan, pero eso ya es muy diferente a pretender cambiar lo establecido: soy sólo un mortal. En ese sentido, más que un escritor, me considero un retratista de instantes, de anécdotas.

Entonces, ¿es cierta la historia de las Prostitwitters?
Definitivamente sí. Conocí la historia gracias a dos chicas muy cercanas, ambas estudiantes de preparatoria, que durante un tiempo se habían involucrado en esa dinámica para hacerse de regalitos caros, ya que por sus condiciones económicas les hubiera resultado imposible comprarlos en poco tiempo con su dinero o el de sus padres. Cuando me platicaron detalladamente de qué se trataba toda esa dinámica, no lo podía creer; yo mismo, como adulto, me sentí rebasado por la inteligencia de los jóvenes para hacer uso de la tecnología. El morbo fue lo que me orilló a indagar la veracidad de esa forma de prostitución, además de tener presente que en la literatura existen muchos ejemplos de prostitución basada en las nuevas tecnologías.
Me costó mucho trabajo llegar a una prostitwitter. Reconozco que, cuando por fin logré tener ese acercamiento, después de medio año de búsqueda y de pedir ayuda a las dos chicas que me habían platicado su experiencia, en Twitter ya se habían registrado masivamente algunas cosas al respecto, e incluso se había publicado una serie de mini ficciones en varios blogs. Sin embargo, el desconocimiento de mucha gente sobre ese fenómeno fue lo que me hizo escribir la historia en primera persona, publicarla y, con ello, sembrarle la duda a mucha gente que conoce mi otra faceta en la vida real.
Por lo anterior, está será la última vez que lo aclare: «Prostitwitters» está basado en un caso real, pero el protagonista de la historia no fui yo, sino mucha gente que me ayudó a corroborar que eso está ocurriendo en nuestras narices para desagrado de muchos padres de familia que no imaginan que sus hijas hacen cualquier cosas, incluso, subastar su vida sexual, para hacerse de cosas que ellos no les pueden dar.

*Nota del editor

domingo, 12 de febrero de 2012

Whitney Houston.

Siempre me he declarado fan de la película El guardaespaldas.
Esa película tiene algo que me resulta atractivo. Puede ser que el el fondo El guardaespaldas tenga el poder de desatar mi lado ridículo y cursi. En todo caso, enterarme de la muerte de Whitney Houston remueve los recuerdos de aquellos años donde esas primeras experiencias amorosas se tornaban verdaderamente ridículas. Hoy poco queda de eso pero por ahí, seguramente, en el baúl donde se enclaustran los trebejos que dan pena, debe estar algún disco de Whitney y junto con la película.
Esperaré un tiempo prudente antes de verla.

Rust in peace, exclamará el mundo durante varios días.


sábado, 11 de febrero de 2012

¡Se murió Whitney!

Gracias al servicio de noticias que me informa a través de mi teléfono celular, me acabo de enterar de la muerte de Whitney Houston.
Es momento de hacer un pausa en el camino para preguntarme nuevamente: ¿por qué ella y no Jenny Rivera? ¿Alguien tendrá la respuesta?

Periodismo al borde del abismo. (PalabrasMalditas.net,diciembre de 2010))

Sabemos, gracias a André Breton, que México en un país surrealista, concepto que ha sido vinculado con los tropiezos históricos, el atraso social y esa extraña resignación a vivir en situaciones desventajosas que impiden imaginar cómo es el pináculo de la modernidad. Resulta insólito que, lejos de las imágenes realmente mágicas a las que Breton se refería, el surrealismo haya adquirido un nuevo matiz enfocado al conformismo y la desazón, a la costumbre de cohabitar con hechos que de tan increíbles rayan en lo ridículo y al mismo tiempo en lo irritante.
Sabemos gracias a las líneas del tiempo y a la limitada memoria histórica de nuestro pueblo, que México es un país tradicionalmente corrupto, que por ello se puede vender a una hija sin remordimiento alguno y que, incluso, hay gente que es capaz de darle la espalda a lo más preciado siempre y cuando se saque alguna ventaja por ello.
Sabemos que las consecuencias de este conformismo y esta corrupción, de bajar la mirada o hacerse de la vista gorda ante los hechos más vergonzantes, ahora nos tienen viviendo en un país que pende de un hilo pues ha quedado demostrado que el Estado se ha convertido en una maquinaria fallida cuyas instituciones ya no necesitan del bombardeo externo para caerse en pedazos. ¿Qué le pasó a México? ¿Por qué su gente permitió que arribistas de la ambición se enriquecieran a costa de todos y a cambio nos legaran un país violento? ¿Por qué cuando alguien se atreve a señalar las atrocidades de los políticos todos se voltean hacia el mundillo del espectáculo o la liga de futbol en lugar de actuar? Peor aún: ¿por qué se tiende a descalificar a los que denuncian? Es claro que las respuestas a estas interrogantes tienen un montón de aristas sobre las que se puede disertar, aunque lo cierto es que la mayoría caerían en el terreno de las especulaciones y por lo tanto rayarían en lo panfletario.
Redacto estas líneas mientras escucho la indignación de un conocido comunicador de televisión. En sus juicios, hace escarnio del actuar de las autoridades en relación a la lucha contra el narcotráfico pero curiosamente las notas que siguen a sus comentarios versan sobre la creciente violencia con la que los narcotraficantes se cobran las cuentas y se las toma en serio. Me parece contradictorio que, por un lado, los “líderes de opinión” de la televisión mexicana se indignen por la violencia que impera en el país pero al mismo tiempo otorguen un 40% del tiempo de sus noticieros para promover los narcoajustes. Entiendo que estas son las notas imperantes de los tiempos que vivimos y que existe una premisa periodística que obliga a perseguir la información hasta donde tope pero, ¿se vale poner el riesgo la vida a cambio del rating?
Se ha señalado a México como uno de los países más violentos del mundo, incluso por encima de aquellos que se encuentran en guerra.[1] También se ha señalado que el periodismo es una de las profesiones más peligrosas para ejercer en este país[2]. Si esto último es cierto, valdría preguntarse si se trata de la resultante de años de exacerbada atención por parte de los medios a los narcotraficantes que súbitamente fueron acaparando los espacios y los tiempos no sólo de la prensa de nota roja sino de los noticieros más importantes de radio y televisión hasta convertir las emisiones en verdaderas apologías del delito. Si esto no es cierto, sería conveniente analizar si los grandes comunicadores realmente se encontraban informando, editorializando o denunciando los actos violentos, pues en algún momento parecía que se estaban promoviendo las acciones de los cárteles en una especie de talk show donde la cantidad de sangre, los decapitados, los descuartizados, los cuerpos colgados de los puentes o las narcomantas eran un conteo que alentaba una pronta respuesta de los grupos rivales.
Lo anterior se ha prolongado ya por varios años y lejos de encontrar una ruta de solución para que cese o cuando menos disminuya la violencia, existe la sensación de que la promoción de los actos violentos por parte de los medios de información está alentando la saña en cada nueva acción de la delincuencia organizada. No es gratuito que actualmente la sociedad tenga una percepción casi enfermiza de lo que está ocurriendo en prácticamente todos los rincones del país y que la desesperanza se esté convirtiendo en una constante. Pero esto que le ocurre a la sociedad civil, sin duda, también está repercutiendo en estratos que parecían intocables, tal es el caso de los círculos políticos y los círculos periodísticos.
Como los ataques a periodistas se han convertido en algo común (atentados, levantones, desapariciones y asesinatos), donde las autoridades han sido completamente rebasadas, lo que ha evidenciado su total incapacidad. El pasado 7 de agosto un grupo de periodistas marcharon a la Secretaría de Gobernación para exigir “un alto a la impunidad y a las agresiones” contra los comunicadores.”[3] Sin embargo, aquí hay varios puntos que parecen importantes de considerar y que enunciaré a continuación:

a)    La marcha, inspirada en la exigencia “Los queremos vivos”, fue alentada medianamente por los medios electrónicos y su repercusión en realidad no surtió mayor efecto, como suele ocurrir con todas aquellas manifestaciones para demandar justicia.
b)    ¿Quiénes participaron en la marcha? ¿Directivos de las empresas informativas; comunicadoras de renombre, de esos que ganan rating y nombre en cada nueva emisión; o reporteros de esos que se caracterizan por ir a buscar la nota y que al final son los que sostienen los grandes noticieros?
c)    ¿Por qué en esta ocasión los periodistas decidieron marchar si esta forma de expresión suele ser menoscabada por ellos mismos cuando es organizada por grupos de la sociedad civil o por cualquier grupo en lucha?
d)    ¿Por qué en este caso, la sociedad tendría que sumarse a la exigencia de los periodistas, y en su caso, por qué tendría que apoyárseles en su demanda de seguridad para su gremios si cuando la sociedad exige lo mismo, los medios de información son los primeros en desdeñar las marchas?

Esta paradójica forma de demandar seguridad para un gremio, que ciertamente se ha visto muy desprotegido pero que también suele desdeñar las marchas por considerarlas propias para los revoltosos, es exactamente la misma que desde hace mucho tiempo la sociedad viene exigiendo para todos pero que jamás ha contado con el apoyo de los medios de información, salvo aquella mega marcha organizada por Iluminemos México y cuyos intereses resultaban evidentes.
Se sabe que México es uno de los países más corruptos del mundo y se sabe que los niveles de impunidad han generado un efecto bola de nieve que es muy difícil erradicar.
Se sabe que la lucha que el Estado le declaró al narcotráfico no ha rendido frutos y sí, en cambio, ha cobrado la vida de inocentes como suele ocurrir en cualquier guerra.
Se sabe que esta lucha está prácticamente perdida mientras todos los cuerpos de seguridad se encuentren infiltrados y el ejército siga confundiendo a los civiles con malhechores.
Se sabe que el periodismo está prácticamente en una crisis de credibilidad pero esto no es culpa del gobierno y mucho menos de la sociedad; el sensacionalismo y la batalla por el rating, la  urgente necesidad por ir al fondo de una nota y esa extraña necedad por promover (no informar, ni denunciar) las acciones de los narcotraficantes, es lo que tiene a los periodistas al borde de un precipicio en el que ya nos encontrábamos casi todos dese hace varios años.
Ya sabíamos, gracias a André Breton, que México era un país surrealista; lo que Breton no imaginó es que la interpretación de su frase fue malentendida y su consideración artística, hoy se ha instalado como un vergonzante escenario para una tragicomedia muy mexicana que ejemplifica fielmente lo pintoresco del absurdo.


[1] http://eleconomista.com.mx/politica/2009/06/03/mexico-entre-paises-mas-violentos-mundo
[2] http://www.eluniversal.com.mx/notas/667785.html
[3] http://www.jornada.unam.mx/2010/08/07/index.php?section=politica&article=011n2pol

miércoles, 8 de febrero de 2012

Los Beattles en chilangolandia.

Hay imágenes que resultan curiosas, muy ingeniosas. Esta la encontré por casualidad en la computadora de un cybercafé al que suelo acudir a perder el tiempo. La comparto con ustedes.

No cabe duda que en el DF hasta lo poético se vuelve caótico.

domingo, 5 de febrero de 2012

Érase una vez un muerto. (PalabrasMalditas.net, mayo de 2010)

¿Cómo puede un hombre esconderse de sus desgracias si éstas caben en un sobre y entran por debajo de la puerta?
Sobre el televisor se apilan un montón de recibos vencidos que me dictan sentencia. La montaña de papel, que parece erigirse como un monumento a mi mediocridad, no está dispuesta a soportar más y amenaza con desgajarse en cualquier momento. En los bolsillos de mi pantalón, un tubo de pastillas de menta chiclosas a consecuencia del calor, un ojo de venado con la estampita del Niño de Atocha y un papelito con la cara de Bart Simpson impregnado de ácido lisérgico, se convierten en mis únicas pertenencias de valor. Me faltó citar que el televisor no sirve hace ya medio año y que el refrigerador es la habitación más calurosa y pestilente de este hogar, si es que así puede llamársele a este cuchitril que perdió su esplendor el día que Daniela se largó llevándose mis otras pertenencias. Desde entonces, ni el hambre que me atormentaba, se atreve a tocarme la puerta.
Si me miro al espejo puedo descubrir sólo a un guiñapo, una caricatura mal hecha de un perdedor que depositó todo su futuro en el escote de una quinceañera enferma de odio hacia lo que más decía amar. Es aquí donde entro en escena, pero no quiero recordar a Daniela, ni sus pechos, ni al escote que terminó por joderme la vida. En cambio quiero pensar en el amor de los dieciséis años, ese que no conoce límites y que en un descuido puede convertirse en una maquina de destrucción humana cuando el hastío por la convivencia se convierte en una constante.
Supe del amor dos semanas después de haber cumplido los dieciséis años. Estaba en la preparatoria, encerrado en el baño de las chicas y frente a mis ojos un par de tetas hinchadas eran descubiertas para mi estúpido deleite que, por entonces, babeaba por menos que eso. No contemplé las consecuencias de mi deseo y por primera ocasión derroché las dos palabras malditas de la misma forma en que un vagabundo repartía las propagandas de un ridículo sex shop: “te amo”, dije con ese dejó de imbecilidad característico en quienes no tienen experiencia en los avatares de la vida y como premio recibí el beso más húmedo y prolongado de mi existencia. Ese día juré que nunca iba a abandonarla y que por siempre estaría a su lado. ¿Quién iba a decirme que esa idiotez me costaría la vida? Nadie, por supuesto, pero aunque alguien me lo hubiera advertido estoy seguro que me hubiera carcajeado en su cara y de todos modos hubiera seguido los pasos de Daniela hasta llegar al mismo infierno.
Pero no quiero recordar a Daniela, ni sus pechos desnudos pegados a mi pecho, ni su provocador escote capaz de mover al universo. Por el contrario, quiero pensar en esos días en que estaba convencido de ser feliz y gracias a ello había abandonado la escuela para enlistarme en un ejército de obreros sobreexplotados que afirman ser felices porque estaban convencidos que a cambio obtendrán la vida eterna.
Me gustaba mi trabajo y por eso no me pesaba levantarme en la madrugada a beber una taza de café y dos rebanadas de pan antes de salir a la fábrica; trabajar más que los demás y esperar a que el cacique ofreciera horas extras para doblar el turno e hincharme las bolsas con dinero que se devaluaba mágicamente al ver la luz del sol. ¿Quién iba a decirme que mientras yo trabajaba, Daniela despilfarraba mis ganancias con los viejos compañeros de la preparatoria que llegaban a nuestro dulce hogar a arrasar con todo lo había adentro, incluida Daniela? Pero aunque me lo hubieran dicho, estoy seguro que lo habría pasado por alto porque la imbecilidad, cuando llega bajo el disfraz del amor, es una venda que se instala automáticamente en la cara.

¿Cómo puede un hombre esconderse de la muerte si ésta no necesita llaves para entrar a donde se le pegue la gana?
Sobre mi cuerpo caminan un montón de hormigas que no me hacen sentir cosquillas; me he convertido en la montaña a la que me gustaba jugar en mi infancia y que lograba levantar con mi propio cuerpo y un montón de sábanas; era en esa montaña donde formaba a mis soldados y los obligaba a librar épicas batallas. Ahora la batalla es por no sentirme como un idiota, como el imbécil que se dejó morir por culpa de un par de tetas que siempre estuvieron dispuestas para el que mejor pagara por ellas.
En un rincón del cuarto tres ratas se disputan el cuerpo inerte de un ave que cayó herida hace un par de días. No me horroriza contemplar la forma en que se la disputan y luego la devoran, a estas alturas me he vuelto adicto a la inmundicia. Me provoca más asco mi cuerpo putrefacto a consecuencia de mi inexperiencia en el amor. Si tan sólo alguien hubiera tenido la decencia de hablarme de eso cuando ya todo estaba dispuesto para fugarme con Daniela pero, ¿para qué me hago pendejo? Aunque alguien se hubiera atrevido a hacerlo, seguro estoy que me hubiera reído en su cara y hasta un leñazo le hubiera puesto por instarme a desistir de esa mujer que, entonces, era la más bella sobre la faz de la tierra.


* * *

Daniela se fue de mi casa un viernes por la mañana, unos minutos después de que salí a trabajar. En el pequeño cuarto sólo quedó un televisor descompuesto y un viejo refrigerador. Desde entonces el pequeño cuchitril adquirió las dimensiones de la cámara mortuoria de Tutankamon por lo que ingenuamente, como ha sido todo en mi vida, se me ocurrió tirarme al piso a pensar y a escribir en un trozo de papel que encontré en el bolsillo de mi pantalón. Mi despojo yace a merced de las hormigas, los gusanos, las ratas o la muerte. Las hormigas han llegado primero pero soy demasiado pesado para ellas; a las ratas y los gusanos les llama más la atención una jodida ave que murió ayer por la mañana y la muerte parece que tiene prioridades en su selección.
Ya no soporto mi peste.
Si tan sólo tuviera la fuerza suficiente para arrastrarme, me dirigiría al baño a ducharme. Un hombre no puede morir sin dignidad.
Temo que ahora soy la imagen misma de lo que dicen es el amor. Ahora que lo pienso, pude haber muerto por otras cosas más importantes.

Hoy me toca pagar la renta.