lunes, 3 de octubre de 2011

La noche que Ronald McDonal se comió a Axl Rose.

Axl Rose es un viejo gordo
al que se le ha ido la voz
                                        -y la energía-
su andar se volvió lento y ha comenzado
a olvidar las letras de sus viejas glorias.

Mi chica me lo había advertido:
"no desperdicies tu tiempo que mañana
tienes que ir a trabajar".
Pero fiel a los recuerdos,
a los años de preparatoria,
a las primeras exploraciones por la jungla,
a un recuerdo de lo que yo mismo era,
permanecí durante dos horas frente a la
pantalla esperando a que los Guns and Roses
-genéricointercambiables- aparecieran.

Sabía que nunca saldría Slash, ni Duff, ni Matt,
ni Gilby, mucho menos Izzy (que se había ido mucho
antes de la hecatombe).
Sólo estaba un tipo parecido a Dizzy tocando
en su pianosaurio versiones versátiles de la banda
que un día fue "la más peligrosa del mundo".
También apareció un señor disfrazado de pollito, con gafas
y sombrero de Indiana Jones pudiente. Algunos decían
que era el mismísimo Axl Rose, aunque todos lo dudaban.
No more forever young: ¡ese no puede ser Axl Rose!
escribían las chicas; Axl Rose, ¡qué descepción!

William Bailey es ahora un viejo gordo
                                                 -sin energía-
que se ha quedado sin voz y le cuesta trabajo
interpretar sus viejas glorias. Nunca el paso del
 "elefantito" le había venido mejor.
Dos horas de música de un grupo que parecía de garage.
Hasta mis vecinos de 15 años, que acaban de formar una banda,
tocan mejor.
¡Qué bueno que no compré boletos para el concierto!
repito mientras me quito la ropa para ir a dormir.

Es de madrugada y la imagen del Axl decadente aparece
en el espejo donde me quito la ropa.
Siento un alivio: no es culpa de ese hombre
lo que ahora le pasa a Guns and Roses,
sólo es culpa de la vida que nos
vuelve viejos decrépitos irremediablemente.

No hay comentarios:

Publicar un comentario