sábado, 5 de enero de 2013

Mañanas futboleras



Don Luis descubrió en mí dos cualidades bien ocultas: el olfato del rompe redes nato y la finura del diseñador de modas. Me explico. Tenía la edad perfecta para soñar sin los tumbos de la realidad cuando Luis, un hombre de andar pausado y cigarrillo entre los dedos, me invitó a integrarme a un equipo de futbol que pretendía formar con toda la tropa de infantes de la cuadra. No podía hacer menos si su más grande pasión era el futbol, su mayor frustración era que ningún jugador profesional siguiera las instrucciones que él gritaba cada fin de semana frente al televisor y su gran malestar era que los chicos golpeáramos cada tarde el zaguán con el balón.

Pero, ¿qué haría yo en un equipo de futbol si mi táctica de juego apenas consistía en propinar patadas en las espinillas a quienes osaban pasarme el balón por las narices? Luis sabía lo que hacía. Recuerdo una primera charla técnica que sostuvimos y en la que revisó a profundidad mi técnica de juego misma que tenía bien estudiada. No hubo critica alguna, sólo recomendaciones. Concretamente me pidió no volver a patear a un rival si éste me quitaba el balón además de mantenerme siempre al pendiente de la pelota para cuando ésta llegara a mis pies. También me pidió no volver a pegarle a un contrario si se burlaba de mí en el juego. Y para rematar dijo: “vas a ser delantero”, tras lo cual, mirándome seriamente, acotó: "quiero que diseñes el uniforme del equipo."

No sé si aquella tarea fue un castigo o un privilegio, dependía del cristal con que lo viera. Tal vez era una estrategia para premiar desde ya a su delantero estrella o simplemente mantener entretenido al niño frustrado que cada tarde terminaba rompiéndole la nariz a alguno de los otros niños de la cuadra. El caso es que esa misma tarde elaboré diez o doce uniformes, todos copiados de los que ya se usaban en primera división. Entregué mis primeros bocetos y al revisarlos concienzudamente, esgrimió: "prefiero que pongas a trabajar esa gran imaginación y hagas algo que nos identifique a nosotros." No creo haber entendido el significado de las palabras identifique y nosotros pero durante poco más de dos semanas me la pasé dibujando uniformes para un equipo al cual jamás fui convocado pero al que doté de personalidad sobrel el terreno de juego tiempo después.

Al paso de los años Luis se convirtió en Don Luis, su andar se hizo más pausado debido al uso de un bordón y el cigarrillo se convirtió en el sello distintivo de su personalidad como hombre juicioso del futbol. Por mi parte y siguiendo sus consejos, convertí uno de los goles más memorables en la historia del futbol en aquel olvidado torneo universitario donde el equipo de Pedagogía poco pudo hacer frente a las potencias de Comunicación, Ingeniería y Arquitectura. Mi temprano retiro del fucho, a su vez, impidió que siguiera rompiendo narices cada vez que alguien osaba pasarme al balón con alguna floritura y de igual forma, mi creatividad en la moda futbolera ahora sólo sirve para criticar cualquier nuevo diseño que los clubes se atrevan a sacar, al final, hay pieles que identifican a los clásicos, ¿o no?.

Don Luis, retirado de la vida laboral, pasaba su tiempo en actividades que incluían la caminata (cada vez más difícil por culpa de su bordón, según lo atribuyo); el apoyo en la correcta separación de granos, frutos y legumbres; el análisis colectivo del futbol asociación, en el que además de su servidor participaban el señor de la recaudería, tres taxistas, el pollero y obvio, el señor que vende periódicos en la colonia quien es una especie de iluminati en mi comunidad. Don Luis también aprovechaba sus recorridos por la colonia para predicar los "preceptos chiva" e intentar que las nuevas generaciones siguieran al Guadalajara, prometiendo una playera y una bandera del equipo si firmaban ipso facto.

En los últimos años se volvió una costumbre que Don Luis pasara cada fin de semana frente a mi casa y dependiendo del clima futbolero, platicáramos como suelen hacerlo las personas refinadas. Pero había ocasiones en que los resultados de su equipo o el mío no daban pie a semejantes civilidades y únicamente podía escuchar sus burlas mientras yo me conformaba con clavar el pico en el cofre de mi auto.

Hace una semana pasó frente a mí sin decir nada. No traía el cigarrillo entre los dedos y el bordón sostenía casi todo peso de su cuerpo. Sólo levantó la mano lastimosamente, no sé si a manera de saludo o burla pero aún tuve el ánimo de blandir al aire la escoba y hacerle saber que ya habría otro día para charlar como solíamos hacerlo.

No supe si se enteró que Salvador “Melón” Reyes murió un par de días después o si su equipo estaba pasando por una nueva crisis; tampoco supe si se enteró que nuevamente hay futbol y que varios ansiábamos platicar con él las incidencias del Morelia versus Cruz azul; lo único cierto es que esta mañana, más que nunca, quienes lo conocimos tendremos que perpetuar en nuestra memoria ese último encuentro pues Don Luis jamás volverá a caminar frente a nosotros. 

Es una lástima, me hará mucha falta pelear con él cada vez que haya un clásico nacional, gane o pierda, pero aún más extrañaré sonreirle a alguien con la sinceridad con la que solía sonreirle a él.

Descansa en paz, Don Luis.

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