Mi historia como "escribidor" no es como la de muchos grandes que comienzan a plasmar sus primeras letras desde que son niños. En este capítulo tampoco se hace presente la cosquilla adolescente, en la que a uno se le mete el alma de algún poeta en pena y luego hay que exorcizar con vergüenza años después.
Comencé a escribir simplemente porque no sabía hacerlo. De alguna manera, me pasó igual que al niño protagonista de Mitos y recuerdos (Birmajer, 2008), cuando decide ser escritor: ya tenía lápiz y papel pero no tenía historias, así que buscaba "promover peleas y enamoramientos" sin saber cómo; hasta que un maestro -de esos que son generosos y saben hacer su labor fuera del aula-, le da la luz para hacerlo: "Entonces invente, m'hijo". De igual forma, fue una maestra la que me iluminó: "Héctor, escribe usted muy feo; debería corregir esas cartas que le escribe a sus novias a ver si mejorando su redacción, ellas le pueden entender". Así de simple comenzó todo: inventando.
En ese tiempo tenía 17 años y la espada desenvainada. El género epistolar era mi preferido y no sufría por material porque en mi vida existía un universo inagotable de musas que esperaban que alguien les dedicara unas palabras. Con el tiempo y a medida de que me fui aficionando por la lectura de textos como Las edades de Lulú (Grandes), Eso no (Birmajer), Kurt (de Silva), Espera, ponte así (Martin), Un hilito de sangre (Ruvalcaba) y La tumba (Agustín), dejé a un lado las cartas para incursionar en el género erótico. El primer sitio donde me abrieron las puertas para difundir mis historias fue Tiempo de sueños y de ahí un montón de sitios en los que no faltaba quien se identificara con las historias que me gustaba narrar
Por esos años como parte de un castigo, mi entonces supervisor, Heriberto Sánchez, tuvo a bien desterrarme una semana de mis labores docentes a cambio mantenerme ocupado en un diplomado de Formación de promotores culturales. Aquel diplomado no cuajó por cuestiones sindicales pero la experiencia fue gratísima pues logré hacerme de buenos amigos y colegas que a la fecha siguen siendo parte de mi vida. De aquellos cinco días sólo recuerdo dos experiencias: la primera, el magisterio estatal (del estado de México) evidenció no sólo sus múltiples deficiencias para acercar a los alumnos con cualquier tipo de expresión artística sino también su tremenda ignorancia en los asuntos de promoción de la cultura; la segunda, el descubrimiento y primera experiencia de muchas maestras y maestros en el uso de cuentas de correo electrónico.
Ambas experiencias fueron provocadas por un impetuoso y entusiasta promotor cultural al que simplemente conocimos como Mane. Lo recuerdo sencillo: vestido con un pantalón azul, una playera blanca y una sudadera gris con capucha. Lo recuerdo amable: siempre abierto al diálogo, sin calificar las participaciones erróneas de muchas maestras y con una atención poco vista en quien imparte un taller. Lo recuerdo de un lado a otro con su plumón poniéndonos tachecitos en la mano (venganza pedagógica tradicionalista). Lo recuerdo solícito ante las maestras que ni siquiera sabían encender la computadora. Lo recuerdo llamándome "maestro Héctor" (siempre me habló de usted, aunque siempre insistí en lo contrario). Lo recuerdo mostrándonos la maravilla de las salas virtuales de chat que entonces existían y por las cuales -ese día de curso- uno de mis mejores amigos en la aventura educativa conoció a una colombiana con la que ahora se encuentra casado. Su curso era sobre cultura cibernética o algo así.
Comencé a escribir simplemente porque no sabía hacerlo. De alguna manera, me pasó igual que al niño protagonista de Mitos y recuerdos (Birmajer, 2008), cuando decide ser escritor: ya tenía lápiz y papel pero no tenía historias, así que buscaba "promover peleas y enamoramientos" sin saber cómo; hasta que un maestro -de esos que son generosos y saben hacer su labor fuera del aula-, le da la luz para hacerlo: "Entonces invente, m'hijo". De igual forma, fue una maestra la que me iluminó: "Héctor, escribe usted muy feo; debería corregir esas cartas que le escribe a sus novias a ver si mejorando su redacción, ellas le pueden entender". Así de simple comenzó todo: inventando.
En ese tiempo tenía 17 años y la espada desenvainada. El género epistolar era mi preferido y no sufría por material porque en mi vida existía un universo inagotable de musas que esperaban que alguien les dedicara unas palabras. Con el tiempo y a medida de que me fui aficionando por la lectura de textos como Las edades de Lulú (Grandes), Eso no (Birmajer), Kurt (de Silva), Espera, ponte así (Martin), Un hilito de sangre (Ruvalcaba) y La tumba (Agustín), dejé a un lado las cartas para incursionar en el género erótico. El primer sitio donde me abrieron las puertas para difundir mis historias fue Tiempo de sueños y de ahí un montón de sitios en los que no faltaba quien se identificara con las historias que me gustaba narrar
Por esos años como parte de un castigo, mi entonces supervisor, Heriberto Sánchez, tuvo a bien desterrarme una semana de mis labores docentes a cambio mantenerme ocupado en un diplomado de Formación de promotores culturales. Aquel diplomado no cuajó por cuestiones sindicales pero la experiencia fue gratísima pues logré hacerme de buenos amigos y colegas que a la fecha siguen siendo parte de mi vida. De aquellos cinco días sólo recuerdo dos experiencias: la primera, el magisterio estatal (del estado de México) evidenció no sólo sus múltiples deficiencias para acercar a los alumnos con cualquier tipo de expresión artística sino también su tremenda ignorancia en los asuntos de promoción de la cultura; la segunda, el descubrimiento y primera experiencia de muchas maestras y maestros en el uso de cuentas de correo electrónico.
Ambas experiencias fueron provocadas por un impetuoso y entusiasta promotor cultural al que simplemente conocimos como Mane. Lo recuerdo sencillo: vestido con un pantalón azul, una playera blanca y una sudadera gris con capucha. Lo recuerdo amable: siempre abierto al diálogo, sin calificar las participaciones erróneas de muchas maestras y con una atención poco vista en quien imparte un taller. Lo recuerdo de un lado a otro con su plumón poniéndonos tachecitos en la mano (venganza pedagógica tradicionalista). Lo recuerdo solícito ante las maestras que ni siquiera sabían encender la computadora. Lo recuerdo llamándome "maestro Héctor" (siempre me habló de usted, aunque siempre insistí en lo contrario). Lo recuerdo mostrándonos la maravilla de las salas virtuales de chat que entonces existían y por las cuales -ese día de curso- uno de mis mejores amigos en la aventura educativa conoció a una colombiana con la que ahora se encuentra casado. Su curso era sobre cultura cibernética o algo así.
El último día de curso le regalé dos de mis historias: El acosado y Mariana en las rocas. Agradecido, las guardó en su mochila y nos despedimos con un abrazo largo como si entonces estuviéramos firmando una hermandad. Días después Mane me envío un correo electrónico en el que me hacía un montón de correcciones sobre ambos textos. Tomando en cuenta su recomendación, El acosado quedó enterrado por muchos años (hasta que abrí este blog en 2009) y Mariana en las rocas me abrió las puertas para integrarme a uno de los proyectos más trascendentales en los que me he involucrado hasta ahora: Palabras Malditas.
Mi amistad con Mane se consolidó gracias a la red. Constantemente nos saludábamos y él me ponía en contacto con un montón de gente interesante que me fue abriendo el camino para mejorar mis historias y para publicarme en papel. Con el paso de los años fui encontrándome con gente que lo conocía ya fuera por su labor como promotor cultural o por sus amigos poetas (uno de ellos, el gran Paulo César, de la Universidad Iberoamericana). Por él me enteré de su trabajo en gestión y promoción cultural y una enorme red que venía trabajando fuerte. Un día de abril del 2009, por un error de dedo, bloqueé mi vieja cuenta de correo misma que jamás pude recuperar. Sólo así perdí el contacto con Mane. Pero hace unos meses y gracias al Noctis de Clarimonda, me puse en contacto con 3d2, proyecto que siempre me hizo pensar en Mane pero al que jamás me atreví a buscar para saludarlo o saber cómo estaba.
Hace unas horas me entero que la violencia de este país cobró la vida de José Manuel Vargas Reynoso, "El Mane", aquel chavo que siempre le puso toda su pasión a la promoción y gestión cultural, y con el que disfruté como nunca un diplomado.
No es posible que estas cosas sucedan en este país pero cualquier cosa que pudiera escribir en este momento ensuciarían el recuerdo que tengo por ese compa que me impulsó a no rendirme a pesar de mi escaso talento: "Usted escríbale, maestro Anselmo y que siga la pluma dando".
Mane: fuiste un gran maestro para mí. DESCANSA EN PAZ.
Hace unas horas me entero que la violencia de este país cobró la vida de José Manuel Vargas Reynoso, "El Mane", aquel chavo que siempre le puso toda su pasión a la promoción y gestión cultural, y con el que disfruté como nunca un diplomado.
No es posible que estas cosas sucedan en este país pero cualquier cosa que pudiera escribir en este momento ensuciarían el recuerdo que tengo por ese compa que me impulsó a no rendirme a pesar de mi escaso talento: "Usted escríbale, maestro Anselmo y que siga la pluma dando".
Mane: fuiste un gran maestro para mí. DESCANSA EN PAZ.
Un fuerte abrazo!
ResponderEliminarUno de los mejores gestores culturales que ha existido en nuestro país, y lo dice una chica que estudia gestión cultural :( . Besos Héctor. ATTE: Cristina
ResponderEliminarDos cosas:
ResponderEliminar1. Que suerte que hubo gente que creyó en ti y que te dió palabras de aliento para escribir... siempre me ha gustado mucho como lo haces (por eso fue que te contacté) y ojalá nunca se te acabe la imaginación para seguir "inventando" esas historias que a muchos siempre se nos hacen conocidas.
2. Es una lastima que la promoción cultural en nuestro país este para llorar y no sólo en la literartura, sino en todas las disciplinas, por eso somos el país que somos.
3. Perdón... hay una tercera... siento mucho lo de tu amigo... si de por si son escasos...
un abrazo.
lulú saucedo ;)