martes, 8 de diciembre de 2009

Garras de Pantera.

A la memoria de Dimebag Darrell Abot


I
¿Recuerdas las tardes en tu casa?
Ambos, tirados en la cama de tus padres
desnudos, jugando a ser papás pero
escuchando rock del más duro.
Extraño esos días en que llegaba a tu morada
con el pretexto de hacer la tarea
y apenas abrías la puerta
me avalanzaba sobre tí para moderte las tetas,
hurgar bajo tu minifalda
y sorprenderme que no usaras algo debajo
mientras tus garras de pantera me dibujaban la espalda.

Sabíamos que un día
todo eso se íba que terminar, aunque no sabíamos cuando.
En tanto, hacíamos planes sobre la vida
sin imaginar siquiera lo que era
(ni lo que nos tenía deparado).

Escuchábamos los discos de tu hermano,
que fui robando uno a uno hasta dejar desierto su mueble
(ahora lo sabes),
y con los que tú, altiva,
me dedicabas tus danzas de pornstar juvenil
con las piernas abiertas,
los pechos oprimidos por tus manos,
el corazón desgarrado
y un puñado de ilusiones
que nunca supe aquilatar.

Maldita juventud que te mueve a hacer pendejadas:
cometimos el error de mezclar
el ludismo de nuestras tardes sexuales con el amor.
¡Grave error!

Entonces se vino abajo nuestra complicidad.
Dejé de caminar todas las tardes a tu casa,
nunca más volví a arremeter contra tus tetas dispuestas,
ni a hurgar bajo tu minifalda, esa que siempre te ponías para mí
y tus garras de pantera no volvieron a tatuar.

La vida nos cobró la cuenta y pronto dijiste estar aburrida de mí.
Lo acepté y corrí a refugiarme entre las piernas de Pamela, tu prima,
(ahora rafirmas tus sospechas).
Y en tanto tu armonizabas tu vida, alejada de los excesos del rock
yo me sumí en ese estado de ansiedad
que tres cuartas partes de los idiotas
nombran con el mote de depresión,
que me orilló a escribir algunas líneas para tí.

II
Volví a saber de tu existencia hace unos años
cuando tus senos yacían ponchados
en dos copas de un mágico brasier,
cuando cambiaste la minfalda por mallones ajustados
y una faja,
y las danzas de estrella del porno juvenil
se habían convertido en la ruta para ganarte la vida.
Lo peor es que los tatuajes de tus garras de pantera
aun viven insípidas en mi espalda.

Me hablaste para decirme que lo habían matado,
que varios disparos en el cuerpo le habían arrebatado la vida.
Llorabas y suplicabas que encendiera el televisor.
Lo hice pero no por tí
y despues de tantos años
volvimos a compartir un dolor.

III
Ya no escucho más a PANTERA,
con la muerte de Dime se fue parte de mi vida
y por precaución, procuro, cuidar celosamente la parte que me queda
no volviéndome a liar con mujeres como tú.

1 comentario:

  1. Creo que las garras de la pantera a parte de estar grabadas en la espalda, se quedaran en tu mente en un acalorado recuerdo, ¿como un grupo de Rock de pauta para ello? y uno muy bueno... un fuerte abrazo.

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