De la misma forma en que muchos de ustedes, morbosos e incautos lectores, se engancharon al título de este texto y decidieron pasar a husmear por este letroso espacio, un servidor quedó pasmado cuando al abrir el mail, me encontré con un correo cuyo encabezado afirmaba contundentemente: Dios sí existe. Quien remitía el mensaje era nada menos que Perrita Virtual, una vieja musa de la red que hace poco mas de un año había engrosado mis listas de contactos debido a sus probadas practicas sexuales, mismas que eran registradas semanalmente en un blog. Desafortunadamente, cuando apenas comenzaba a intercambiar mis primeros correos electrónicos con La Perra, el blog desapareció al igual que mi contacto con ella, aunque esa es parte de una historia que seguramente en un futuro estaré tentado a relatar.
Sin mayor preámbulo, abrí el mensaje. Mi primera sorpresa fue probar que no se trataba de spam, y posteriormente, dejar patente que aquellas líneas se encontraban dedicadas especialmente al Querido Anselmo, o sea, su seguro servidor.
Invadido por una indescriptible emoción, comencé a leer una serie de reflexiones que daban cuenta de un montón de hechos particularmente cotidianos muy similares a los usados por los Testigos de Jehová en sus incansables misiones predicadoras casa por casa. Así, luego de leer cerca de 28 enunciados relacionados con la guerra, la delincuencia, el hambre, la pérdida de valores (¿?), la ambición, la política, el narcotráfico y el poder minimizado de Satanás ante la divina presencia de Yahvé, concluí un par de cosas: mi urgente necesidad por hacerme de amigos reales que saturen mi bandeja de entrada con basura virtual y la posibilidad de que Perrita Virtual se hubiera convertido al cristianismo protestante siguiendo los pasos de Alice Cooper y Dave Mustaine.
Socarrón, como dicta mi costumbre, respondí al mail preguntando la razón que me había hecho acreedor a recibir semejante mail y de paso, indagar si se trataba de la misma Perrita Virtual que tantas veces había saciado mi hambre sexual durante mis momentos de ocio en el trabajo. Veintidós horas después, la respuesta estaba en la bandeja de entrada: “Apreciado Anselmo. Me complace decirte que no soy la misma. Aunque mi cuerpo sigue igual, mi alma ha cambiado gracias al infinito y amoroso cobijo de Dios. Elevaré una oración para que tú también puedas seguir por este camino.”
Sin la misma emoción del día anterior, eliminé el mensaje sólo para encontrarme con otro mail que contenía el testimonio de Oscar, un sujeto que luego de haber descendido al infierno de la perversión, había conocido a Dios logrando cambiar su podrido entorno y con ello toda su vida. Horrorizado, eliminé el mensaje aunque el testimonio de una tal Roxana ya esperaba su turno. En total había veintidós mensajes similares.
Evitando empaparme de aquellas revelaciones con el mismo final feliz, comencé a escribir nuevamente a la otrora Cancerbera para exigirle que dejara de alentar a sus amigos a acosarme con ese tipo de mensajes. Sin embargo, más tardé en escribir el mensaje cuando, en las bandejas de entrada y de correo no deseado, aparecieron más testimonios de gente que en mi vida había imaginado que poseyeran mi dirección de correo electrónico. Pregunté a la nueva Cachorra del Señor por qué diablos me bombardeaban de esa manera y apenas unos minutos después recibí la respuesta: “Eres un tipazo (¿?) pero tu vida necesita dar un giro. Dios sí existe y próximamente podrás comprobarlo. Dios no sirve para odiar, Él sólo sabe amar.” Me asusté. Sin duda me encontraba lidiando con fanáticos profesionales, de esos que pierden su identidad in the name of lord. Decidí dejar pasar unos días antes de volver a revisar el mail.
Lo ocurrido me llevó a pensar en las motivaciones que tienen esas personas para decidir por los demás. “Tú vida necesita un cambio” no es un simple eslogan para vender pastillas para adelgazar y mucho menos una invitación para acudir al psicólogo. Se trata de una frase en la que una sola visión del mundo pretende ser impuesta por unos cuantos millones de arrepentidos. Para ninguno de los que me lee, son desconocidos los discursos que se manejan en las diferentes sectas que pregonan ideas en nombre de un Dios y mucho menos la cantidad de estrategias que utilizan para enganchar incautos, incluido el rock and roll.
Si Dios existe, ¿por qué no se encarga de poner en su lugar a los falsos predicadores? Seguramente, la respuesta está en la Biblia pero por ahora no tengo tiempo de buscarla. En cambio, sí puedo cavilar sobre los complejos humanos que parecen ir en aumento y en las debilidades surgidas por ese sentimiento de inferioridad que se acrecienta ante la inevitable mutación de la felicidad; pienso en la urgencia por encontrar un contrapeso a una especie de vacío que en realidad no es tal y en la fe que se deposita en un ser que sirve de respuesta a todo lo inexplicable. En ese sentido: ¿Existirá el infierno? ¿Será tan caliente como la huasteca potosina en el mes de mayo? ¿El diablo es cómo lo pintan? Si una par de tetas son la esencia del pecado, ¿la unión del pene y la vagina representan la gloria?
Mis apresuradas disertaciones pronto me llevaron a contemplar un detalle: hace años programé una rubrica permanente para mis mails en la que se puede leer la frase “God hate us all”. Nada del otro mundo. Es como colocar un recorte con la cara de Genne Simons en donde debe aparecer la de Baldor (el del libro de álgebra) o un recorte del Pamela Anderson en el cuaderno de orientación educativa. La frase es el nombre de un álbum de Slayer. Según los expertos, si está rubrica era la causante de alentar a mis acosadores a seguir con su estrategia para salvar mi alma, bien podría intentar un ejercicio escribiendo nuevamente a la Perra, eliminando la frase ofensiva o modificando el sentido de la misma. Abrí el mail y sorprendentemente había más de cuatrocientos testimonios esperando ser abiertos. Redacte un mensaje agradeciendo el interés mostrado y rescribí la frase: “God hate love us all.”
Hasta hoy no he recibido respuesta de la Perrita aunque, por fortuna, han disminuido los testimonios que llegan a mi bandeja de entrada.
La sola idea de saberme parte del grupo de las ovejas descarriadas me desagrada. Prefiero seguir perteneciendo al grupúsculo de los que se aferran a no creer más que en la veracidad de la gloria que se esconde en la profundidad de una tanga. Por otro lado, tomé la sabia decisión de eliminar a la Perrita de mis contactos. Un acto tan fácil como oprimir un botón.
Han pasado tres semanas de este suceso y ahora sólo recibo cerca de diez testimonios al día pero sigo con la urgente necesidad de hacerme contactos que me escriban cosas sucias y perversas. Esta experiencia me ha llevado a concluir que no puedo permitirme sentir arrepentimiento por mis acciones; que lo hecho, hecho está y si he ofendido a alguien, no le pido me perdone. Pero en verdad, si Dios existiera, no sería tan injusto para permitir que unos simples humanos, mortales raza inferior, usaran su nombre para infundirle miedo a otro ser tan inofensivo con un incesante bombardeo de testimonios; que en todo caso, su existencia evitaría las guerra, la delincuencia, el hambre, la ambición, la política, el narcotráfico pero no la presencia de Satanás, que es quien le pone sazón a la vida con sus tentaciones y le da sentido a las creencias religiosas. Pero para evitar una nueva sacudida, la verdad, prefiero no debatir al respecto. Más bien, como lo he leído en varias ocasiones al recorrer algunas de las habitaciones de Palabras Malditas: si Dios ya viene, ¡yo me largo! ¿Quién me acompaña?
Nota final: Dios quiera que la Máquina Maldita no caiga en la cuenta de su vida perversa, de lo contrario, ya podrán imaginarse el profundo vació que dejaría esta página.
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