domingo, 11 de abril de 2010

Traviesa (Palabras Malditas. Noviembre, 2007)

A sus seis años de edad, Tany era un dolor de huevos. Excesivamente traviesa, la niña era incapaz de mantenerse quieta por cinco minutos. Sus juegos preferidos eran: tocar los timbres, poner de cabeza las macetas, correr por las escaleras y hacer retratos de los vecinos en las puertas de sus respectivos departamentos. Para los moradores de el edificio H –incluidos mis padres– Tany era una ternurita, un tesoro al que todos teníamos la obligación de cuidar por ser la única escuincla del edificio.
     Por esa época yo rondaba los diecisiete años y si algo me caracterizaba era el odio a esa mocosa insoportable y berrinchuda que por alguna extraña razón nunca salía de mi casa. Instalado todavía en la etapa de construcción de mi personalidad, mi vida encontraba sentido escuchando la música de Nirvana, leyendo textos que describieran mis propios pensamientos, escribiendo mis primeros textos y soñando con una mujer del tipo de Alicia Silverstone. Tras una incesante búsqueda, pude hacerme de una novia parecida a la güerita de los videos de Aerosmith, a quien solía llevar a la casa para que mis vecinos (varones) se deleitaran un poco con su presencia y diluyeran momentáneamente las imágenes de sus insípidas y obesas mujeres.
     Maravillada por mi incipiente rudeza, Lisa arriesgaba todo con tal de complacerme. Me encantaba verla llegar con su uniforme de la preparatoria pues sabía que eso significaba la ausencia de calzones y brasier, aunque para mi madre, ese uniforme era el signo inequívoco de que mi novia era una muchachita estudiosa y decente (conceptos muy alejados de la realidad), ideal para mí. Poniendo como pretexto que mi novia me ayudaba con las tareas escolares, cada tarde encontrábamos el modo de escaparnos del ojo visor de mi madre para meternos en mi recámara a dar rienda suelta a las fantasías formuladas durante la mañana. Todo marchaba perfecto hasta que a Tany se le ocurrió aparecerse sorpresivamente en mi recámara mientras yo trabajaba en las caderas de mi novia. Convencida de que la escuincla correría a contarle todo a mi madre, Lisa decidió no regresar a mis dominios perdiendo de este modo a una de las mujeres que más aportó al crecimiento de mi ego.
     Sin Lisa en mi vida pero con Tany vigilando cada uno de mis movimientos, durante los siguientes meses busqué la forma de aparecerme lo menos posible por mi propia casa. La presencia de la mocosa me molestaba sobremanera, situación que mis padres no acababan de entender pues según decían, cuando chico, yo quería tener una hermanita.
     Afortunadamente, los años se van como agua y cuando menos lo pensé, mis deberes escolares y profesionales resultaban tan absorbentes, que ni me había percatado que Tany ya no formaba parte de mi vida. Luego de terminar una licenciatura, decidí tomarme un año sabático con la finalidad de conocer lugares anteriormente, sólo conocidos gracias la red. Con los ahorros de los últimos años, una buena tarde comuniqué a mis padres mi decisión de irme a rolar por el mundo con el fin de aprender. Sé que ellos no vieron de buena gana mi decisión debido a las añejas costumbres familiares, sin embargo, ya había decidido lo que quería hacer con mi vida.
     Tras un viaje que se prolongó cerca de doce años, hace unos meses decidí regresar a casa unos días con el único fin de visitar a mis padres. Todo había cambiado: la unidad habitacional se había devaluado gracias a la llegada de nuevos vecinos cuyas costumbres habían terminado por reventar la armonía y hermandad a la que yo estaba acostumbrado en mi infancia. Salvo por los padres de Tany, doña Cayetana (que había enviudado recientemente), don Beto (dueño de la única tienda legalmente establecida en la unidad) y mis padres, prácticamente, el resto de los vecinos del edificio eran parejas jóvenes. No pude evitar recordar a Tany cuando, al entrar al edificio, me topé con un montón de chiquillos rayando la pared donde se encuentran los contadores de la luz y los buzones. A medida que fui subiendo las escaleras, me di cuenta que mi viejo hogar se encontraba infestado de mocosos desmadrosos y groseros que seguramente, terminarían ahuyentándome antes de que pudiera acercarme siquiera a tocar el timbre del departamento de mis padres. Afortunadamente, logré llegar hasta el séptimo piso donde me encontré a mi padre platicando con una chica hermosísima. Su alegría al verme resulto indescriptible, al igual que su impresión al verme con el cabello a rape, una larga barba y el brazo lleno de preciosos tatuajes que, según dijo, “le dieron la impresión de tener enfrente a un hijo recién salido de la cárcel”.

- Puede que sí haya estado en la cárcel, don Milo, pero por no darle más penas no se lo quiso decir –se atrevió a decir la muchacha en un tonó maléfico que me resultó conocido.
- ¡Muchacha, qué cosas dices!
- ¿Y a mí no me vas a saludar...? –preguntó para mi sorpresa la muchacha, al tiempo que me reprochaba mi indiferencia y me recordaba que yo había sido como un hermano mayor para ella.
- ¿Tany…?
- La misma. ¿A poco no estoy igualita?

     Y la verdad era que no. Tany se había transformado en un mujer preciosa cuyos senos hacían todo lo posible para que pusiera mis ojos sobre ellos.
     Luego de unas horas de descanso en mi antigua recámara, pude escaparme de la mirada vigilante tan característica en mi madre con el fin de salir a caminar. Quería reconocer los lugares en los que había pasado mi infancia con la esperanza de encontrarme con algún viejo amigo y hasta con alguno de mis viejos amores y ver de lo que me había perdido. Pero lo primero que me encontré apenas abrí la puerta, fue a Tany ataviada con el uniforme de la escuela. Ni tarda ni perezosa me propuso acompañarme a mi recorrido propuesta que no pude negarme a aceptar: realmente era un honor salir con semejante deidad y pasearme con ella acaparando la vista de quienes me vieran andar a su lado. Y es que anteriormente sólo hablé de sus tetas pero la verdad es que con el paso de los años, Tany había logrado moldear un cuerpo ajustable a las necesidades de cualquier hombre deseoso de lubricidad, como era mi caso.
     Durante días Tany y yo anduvimos de un lugar a otro paseando tomados de la mano y platicando de mis sentimientos hacía ella cuando era una mocosa.

- Realmente eras un dolor de huevos…
- ¡Qué guarro!
- ¡Eras un dolor de huevos para mí! Es mas, todavía tengo que reclamarte que gracias a ti, yo me quedé sin la mejor novia que hasta ahora he podido tener.
- ¡Ja!...
- ¡Deberías de hacer algo para remediarlo!
- ¿Algo…? ¿Cómo qué?

     Con la esperanza de que ella se ofrendara como el alivio a ese dolor (cosa que a estas alturas me hubiera regresado los bríos) Tany me hizo saber que tenía novio y que en unos meses iba a formalizar su relación con un abogado recién egresado de la universidad. Por más que intenté disuadirla para que abortara esa idea del matrimonio, lo único que provoqué fue que me llevara a conocer a su novio.
     Tany está por cumplir 19 años de edad y sigue siendo un dolor de huevos para mi. Ahora, a diferencia de hace años, siento un delirio por tenerla entre mis brazos, bajo la calidez de mis sábanas. Besar sus tetas y rendirle tributo a sus caderas de todas las formas posibles, se han convertido en mi obsesión. ¿Qué puedo hacer? Nada se me ha ocurrido hasta ahora. Si tan sólo me ayudara un poco la imaginación.
     Hubiera sido mejor que Tany no hubiera crecido, o que yo la hubiera adoptado como hermana cuando tuve la oportunidad de hacerlo. Después de todo, esa cercanía hubiera sido ventajosa para esta situación.

     No sé cómo pero ahora seré yo quien se convierta en una pesadilla para ella…©

1 comentario:

  1. chale...yo tengo el opuesto..un guey con el que "crecí" y de pronto me lo topo en un bar...ja,mi prima me dijo sta guapo no?
    y yo ps si
    nos acercamos le hablamos(bueno,ella,yo casi no),pero el me veia rarito como buscando algo...
    me lo ligué,o mi prima se lo ligó pa mi(ella es lesbiana),fui a su casa...estuve con el y al traerme a la mia,mi madre lo reconoció..y yo...no le volví a hablar nunca...=P

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