domingo, 3 de abril de 2011

Llámame puta. (Palabras Malditas, diciembre de 2005)

¿Recuerdas cuando, en tu infancia, te gustaba representar a los personajes de la televisión, cuando te creías superman o la mujer maravilla, o cuando imaginabas convertirte en estrella de rock? No puedes negarte a reconocer que alguna vez soñaste con ser otra persona, alguien distinto a quien eres en la actualidad. Algunos que lograron acercarse a ese sueño -los más osados-, ahora caminan por las calles de esta ciudad vestidos con gabardinas negras de terciopelo y con la cara pintada de blanco; otros lo hacen exageradamente maquillados aunque vestidos de mujer, manifestando una exuberancia que provoca envidias entre el ejército de cuarentonas deseosas de felicidad.
Profundos estudios antropológicos elaborados al respecto, complementados por trabajos cuyo enfoque psicológico fundamentan la inconformidad personal y por consecuencia, los malestares de toda la sociedad, indican que todos absolutamente, por lo menos en alguna ocasión, hemos sentido esa envidia que nos mueve preguntar ¿por qué no fui otro?
Esta inconformidad cuando es llevada al terreno sexual, orilla a los individuos a realizar actos que fuera de la sensación de la excitación, resultarían impensables pero que paradójicamente, proyectan deseos que gran parte del tiempo permanecen reprimidos, moviendo al individuo a reformular la pregunta y decir ¿por qué no serlo?
Cambiarse el nombre o ponerse apodos en algunas partes del cuerpo al momento de llevar a cabo actos sexuales específicos; disfrazarse; representar escenas o fingirse “otro”, son situaciones muy comunes en la vida sexual que aunque son comentadas a menudo, no todos han tenido la posibilidad de realizar.
Por ejemplo, para algunas mujeres, bautizar sus órganos genitales con algún nombre (Manzanita, Kitty, Gatita, Chepina, Galleta, etc.), con la finalidad de utilizarlo como palabra clave con su pareja cuando desea tener un encuentro sexual (¿quieres comer Galleta?) resulta, además de divertido, algo que les permite abrirse a experiencias no convencionales; aunque también existe el caso contrario, es decir, cuando el miembro masculino es apodado con algún sustantivo que le permita elevar los niveles de excitación sobre todo, en el momento de que le practiquen el fellatio.
Lo anterior ha generado chistes o diálogos en doble sentido que son muy comunes entre hombres y mujeres aunque vale la pena reconocer que desde siempre, los genitales han sido la parte del cuerpo con más apodos debido a que se ha buscado la forma de esconderlos por considerarlos sucios. ¿Recuerdan eso del pajarito, pollito, canelita, palomita y una enorme cantidad de ridiculeces con las que se ocultaban las palabras pene y vagina?
Dentro de una fantasía sexual, un disfraz puede ser capaz de desencadenar toda una hecatombe orgásmica con el sólo hecho de ver a la pareja portando ropas que nos remitan a pensar en situaciones específicas. Personalmente, siempre he tenido una lujuriosa inclinación hacia las muñequitas japonesas de hentai, así que no me resultaría desagradable observar a mi pareja vestida como Sailor Moon o como cualquiera de esas chicas emanadas de la imaginación japonesa. Reconozco que tampoco me desagradaría tener un encuentro sexual con la Mujer Maravilla o con una policía (sí, sí, sé bien lo que están pensando pero también soy un sujeto selectivo). Sin embargo, ceder el rol de voyeur a la pareja puede ser una buena experiencia. Así, los disfraces como un elemento erótico pueden ser algo totalmente revelador en una relación sexual que comience a tornarse monótona. ¿Has intentado iniciar un encuentro sexual portando una máscara de luchador y aplicando una sutil variante de la “de a caballo”? Si no, es una buena recomendación para comenzar.
Cierto, aquí no se está descubriendo el agua tibia pero lo que intento con estas aseveraciones es que saques ese viejo disfraz del armario y le pongas ese toque chispeante a tu relación para que luego la cedas al mundo en algún comentario en esta sección o bien, la dejes asentada en el expediente con tu psicólogo de confianza, misma que seguramente servirá para amenizar sus reuniones y al final, terminará llegando a nuestros oídos.
Muy a la par de los disfraces, la representación de escenas que permitan un preámbulo erótico a la vista de personas desconocidas –aunque éstos no sepan que lo que están presenciando lleva un fin erótico- puede ser una experiencia desbordante.
A este respecto, me acuerdo muy bien de una pareja que llegaba todas las tardes de viernes al mismo restaurante que yo. La mujer entraba primero y minutos después aparecía su pareja, quien ocupaba una mesa distante pero de modo que pudiera observar cada movimiento de la dama. Ambos comían por separado pero cuando pedían el postre, ella se levantaba al baño, situación que el señor aprovechaba para abordarla e intercambiar algunas palabras. Al final terminaban comiendo el postre juntos mientras intercambiaban besos para luego salir del lugar. Una de las meseras de ese restaurante, comentaba: “ahí viene los locos… no sé para qué hacen tanta faramalla si de todos modos ahorita se van al hotel”. La primera vez que escuché ese comentario me atreví a romper la distancia fingiendo sorpresa y preguntándole si lo que decía era cierto.

- Si, joven; esos trabajan aquí adelante, en el banco. Están bien locos. Siempre hacen lo mismo, comen en mesas separadas y al final terminan comiendo juntos; el señor paga las dos comidas. Hacen como si no se conocieran pero esos dos se conocen hasta las amalgamas.

Cierto, días después me atreví a seguirlos y efectivamente, ambos se metían a un hotel. El fin de aquello sin duda era parte de una fantasía erótica que les servía de prólogo para un encuentro sexual. Me hubiera gustado saber si aquellos eran esposos o amantes, de saberlo pudiéramos entender mejor el fin de aquella representación.
Una situación similar a esta, era representada por un conocido cercano quien tenía la afición de recoger a su pareja en la calle, abordándola como si se tratara de una desconocida. Para él, la idea de saber que podía iniciar un encuentro sexual de manera casual totalmente resultaba placentero.
La representación de roles o situaciones, como una experiencia erótica puede tener múltiples variantes que a la vista común, no somos capaces de identificar ya que cada acto depende de un código establecido con anterioridad por las parejas que para cualquiera puede resultar algo meramente cotidiano. Tal vez si pones atención a las personas que te encuentras en los lugares a los que asistes con mayor frecuencia, puedas llevarte unas sorpresas.
En las prácticas eróticas, una variante muy común, una fantasía en la que no se necesita nombrar con pseudónimos delicados a los genitales, ni es útil el uso de disfraces, consiste en adoptar una personalidad que nos identifique con otra de manera diferente a quien en realidad somos, tal vez un personaje común y corriente, alguien trasgresor que en circunstancias normales no resulte agradable para el común de las personas. Sin embargo, dicha práctica no siempre se da de manera espontánea pues para llevarla a cabo, las parejas necesitan algo más que simple acoplamiento corporal.

¡Llámame puta, cabrón!” . No se trataba de una simple petición, se trataba de una orden. “Dime… ¿Quién es tu puta, quién es tu putita, hijo de la chingada?” Nada convencional si aclaro que la pregunta venía de una mujer a quien jamás había escuchado decir una altisonancia.
¿Qué sensaciones puede experimentar una persona en estado de excitación para llegar a algo como lo mencionado? Liberar deseos que se han visto reprimidos durante mucho tiempo –tal vez toda una vida- puede resultar muy sorprendente no tanto para quien se encuentra en estado de catarsis sino, para aquellos a quienes nos ha tocado presenciar una situación semejante. No obstante, lo que se pudo apreciar aquella tarde, fue una de las sesiones eróticas más maravillosas jamás vividas por quien escribe.
Posteriormente, ya con varios encuentros similares en que la orden inicial se había mutado a toda una rutina en la que también habían entrado los disfraces (Nora se había dejado el traje sastre y la lencería de buen gusto, por unas botas brillosas que le llegaban arriba de las rodillas, un vestido de licra amarillo muy entallado y lencería transparente), las sesiones fueron subiendo de tono al grado de tornarse agresivas, sin que por ello dejaran de ser placenteras para ambos. Esto jamás interfirió con el resto de la relación, es decir, con la rutina normal en la que una premisa fundamental era el respeto, permitiendo cimentar una buena relación posterior al rompimiento.
De manera sutil, traté de repetir el desafió con distintas parejas; como es fácil imaginar no siempre se pudo, sobre todo con aquellas parejas cuyos encuentros resultaron tan efímeros que prácticamente se han borrado de mi memoria.
Tiempo después al charlar el episodio con Nora (cuando no era más mi pareja), no hubo forma de poner muchas explicaciones sobre la mesa. “No sé… ¿Qué te puedo decir? Se trató de una ocurrencia, de algo que me salió espontáneamente”. No me pidas explicaciones, confórmate con recordar que alguna vez fui tu putita… privilegio que hasta hoy, no ha tenido alguien más. En sus palabras queda un mar de dudas pero tratándose de Nora, puedo confiar en que por lo menos así será hasta que alguien la provoque para volverlo a repetir.
Este fue sólo un ejemplo pero, ¿a ti, a quién te gusta representar? ¿Quién te gusta ser en tus encuentros sexuales; una puta, Cleopatra, Sailor Moon o tal vez la Mujer Maravilla, o mejor aun, te gustaría ser Nora? Si es tu respuesta es esta última, espero puedas compartir conmigo esa mínima fantasía.

6 comentarios:

  1. “¡Llámame puta, cabrón!” (igualitaaaaaa) TQ

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  2. He utilizado ''LLÁMAME PUTA '', en circunstancia que nada tiene que ver con tu relato...ni disfraz, ni nombres que me suenan ...no sé...creo que si los utilizase, me tendría que reír, sería un desastre sexual...Yo , lo siento, pero , no respondo a ninguna de las soñadoras que aquí aparecen ...Tu relato me gusta, tu forma de exponerlo, todo, pero,pienso que si necesito tanta parafernalia, mejor dejo el tema...En crudo real , debe darse el deseo , la pasión y todo lo que pueda desear...Por otra razón, me resulta curioso tu relato...pero, mejor se queda para mí...

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  3. Camsecshh reportandose, es un trance de excitacion que lleva a las palabras altisonantes, cuando alguien toca o hace sentir esas cosas extrañas o desconocidas en los niveles mas altos de placer al grado de sentirse altamente perverso y diferente a quien somos, soy tu vaquero, eres mi puta... si soy tu puta dame mas... asiiii, haaahhaaaaggg duro cabron! que rico te la comes... bla bla bla son cosas que suele liberar ese no se que hace el cuerpo explotar, felicidades por escribirlo si tan solo pudiera relatar mis historias pero seria reconocido jaja

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  4. jajajaja me encanta el comentario de arriba jaja, y estoy completamente de acuerdo con Nora, eso es espontaneo dificil elegir con quien y el cuando, jeje me llama la atencion tambien, supongo que todos fantaseamos diferente pero la verdad que a simple leida no me imagino demasiado exitada si veo a mi pareja vestido de Vegeta o de Trunks, mas bien me botaria de risa y se apagaria mi libido jejeje

    Un beso. Te leo.

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  5. Viva el jugueteo y los alters apropiándose de nosotros

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  6. Debo confesar que muchas veces he dicho: "di que soy tu puta consentida", "no seas pendejo y dame más duro" y cosas por el estilo pero al igual que Nora sólo una persona tuvo ese privilegio desgraciadamente no todos están abiertos a ese tipo de jugueteos :(

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