sábado, 11 de febrero de 2012

Periodismo al borde del abismo. (PalabrasMalditas.net,diciembre de 2010))

Sabemos, gracias a André Breton, que México en un país surrealista, concepto que ha sido vinculado con los tropiezos históricos, el atraso social y esa extraña resignación a vivir en situaciones desventajosas que impiden imaginar cómo es el pináculo de la modernidad. Resulta insólito que, lejos de las imágenes realmente mágicas a las que Breton se refería, el surrealismo haya adquirido un nuevo matiz enfocado al conformismo y la desazón, a la costumbre de cohabitar con hechos que de tan increíbles rayan en lo ridículo y al mismo tiempo en lo irritante.
Sabemos gracias a las líneas del tiempo y a la limitada memoria histórica de nuestro pueblo, que México es un país tradicionalmente corrupto, que por ello se puede vender a una hija sin remordimiento alguno y que, incluso, hay gente que es capaz de darle la espalda a lo más preciado siempre y cuando se saque alguna ventaja por ello.
Sabemos que las consecuencias de este conformismo y esta corrupción, de bajar la mirada o hacerse de la vista gorda ante los hechos más vergonzantes, ahora nos tienen viviendo en un país que pende de un hilo pues ha quedado demostrado que el Estado se ha convertido en una maquinaria fallida cuyas instituciones ya no necesitan del bombardeo externo para caerse en pedazos. ¿Qué le pasó a México? ¿Por qué su gente permitió que arribistas de la ambición se enriquecieran a costa de todos y a cambio nos legaran un país violento? ¿Por qué cuando alguien se atreve a señalar las atrocidades de los políticos todos se voltean hacia el mundillo del espectáculo o la liga de futbol en lugar de actuar? Peor aún: ¿por qué se tiende a descalificar a los que denuncian? Es claro que las respuestas a estas interrogantes tienen un montón de aristas sobre las que se puede disertar, aunque lo cierto es que la mayoría caerían en el terreno de las especulaciones y por lo tanto rayarían en lo panfletario.
Redacto estas líneas mientras escucho la indignación de un conocido comunicador de televisión. En sus juicios, hace escarnio del actuar de las autoridades en relación a la lucha contra el narcotráfico pero curiosamente las notas que siguen a sus comentarios versan sobre la creciente violencia con la que los narcotraficantes se cobran las cuentas y se las toma en serio. Me parece contradictorio que, por un lado, los “líderes de opinión” de la televisión mexicana se indignen por la violencia que impera en el país pero al mismo tiempo otorguen un 40% del tiempo de sus noticieros para promover los narcoajustes. Entiendo que estas son las notas imperantes de los tiempos que vivimos y que existe una premisa periodística que obliga a perseguir la información hasta donde tope pero, ¿se vale poner el riesgo la vida a cambio del rating?
Se ha señalado a México como uno de los países más violentos del mundo, incluso por encima de aquellos que se encuentran en guerra.[1] También se ha señalado que el periodismo es una de las profesiones más peligrosas para ejercer en este país[2]. Si esto último es cierto, valdría preguntarse si se trata de la resultante de años de exacerbada atención por parte de los medios a los narcotraficantes que súbitamente fueron acaparando los espacios y los tiempos no sólo de la prensa de nota roja sino de los noticieros más importantes de radio y televisión hasta convertir las emisiones en verdaderas apologías del delito. Si esto no es cierto, sería conveniente analizar si los grandes comunicadores realmente se encontraban informando, editorializando o denunciando los actos violentos, pues en algún momento parecía que se estaban promoviendo las acciones de los cárteles en una especie de talk show donde la cantidad de sangre, los decapitados, los descuartizados, los cuerpos colgados de los puentes o las narcomantas eran un conteo que alentaba una pronta respuesta de los grupos rivales.
Lo anterior se ha prolongado ya por varios años y lejos de encontrar una ruta de solución para que cese o cuando menos disminuya la violencia, existe la sensación de que la promoción de los actos violentos por parte de los medios de información está alentando la saña en cada nueva acción de la delincuencia organizada. No es gratuito que actualmente la sociedad tenga una percepción casi enfermiza de lo que está ocurriendo en prácticamente todos los rincones del país y que la desesperanza se esté convirtiendo en una constante. Pero esto que le ocurre a la sociedad civil, sin duda, también está repercutiendo en estratos que parecían intocables, tal es el caso de los círculos políticos y los círculos periodísticos.
Como los ataques a periodistas se han convertido en algo común (atentados, levantones, desapariciones y asesinatos), donde las autoridades han sido completamente rebasadas, lo que ha evidenciado su total incapacidad. El pasado 7 de agosto un grupo de periodistas marcharon a la Secretaría de Gobernación para exigir “un alto a la impunidad y a las agresiones” contra los comunicadores.”[3] Sin embargo, aquí hay varios puntos que parecen importantes de considerar y que enunciaré a continuación:

a)    La marcha, inspirada en la exigencia “Los queremos vivos”, fue alentada medianamente por los medios electrónicos y su repercusión en realidad no surtió mayor efecto, como suele ocurrir con todas aquellas manifestaciones para demandar justicia.
b)    ¿Quiénes participaron en la marcha? ¿Directivos de las empresas informativas; comunicadoras de renombre, de esos que ganan rating y nombre en cada nueva emisión; o reporteros de esos que se caracterizan por ir a buscar la nota y que al final son los que sostienen los grandes noticieros?
c)    ¿Por qué en esta ocasión los periodistas decidieron marchar si esta forma de expresión suele ser menoscabada por ellos mismos cuando es organizada por grupos de la sociedad civil o por cualquier grupo en lucha?
d)    ¿Por qué en este caso, la sociedad tendría que sumarse a la exigencia de los periodistas, y en su caso, por qué tendría que apoyárseles en su demanda de seguridad para su gremios si cuando la sociedad exige lo mismo, los medios de información son los primeros en desdeñar las marchas?

Esta paradójica forma de demandar seguridad para un gremio, que ciertamente se ha visto muy desprotegido pero que también suele desdeñar las marchas por considerarlas propias para los revoltosos, es exactamente la misma que desde hace mucho tiempo la sociedad viene exigiendo para todos pero que jamás ha contado con el apoyo de los medios de información, salvo aquella mega marcha organizada por Iluminemos México y cuyos intereses resultaban evidentes.
Se sabe que México es uno de los países más corruptos del mundo y se sabe que los niveles de impunidad han generado un efecto bola de nieve que es muy difícil erradicar.
Se sabe que la lucha que el Estado le declaró al narcotráfico no ha rendido frutos y sí, en cambio, ha cobrado la vida de inocentes como suele ocurrir en cualquier guerra.
Se sabe que esta lucha está prácticamente perdida mientras todos los cuerpos de seguridad se encuentren infiltrados y el ejército siga confundiendo a los civiles con malhechores.
Se sabe que el periodismo está prácticamente en una crisis de credibilidad pero esto no es culpa del gobierno y mucho menos de la sociedad; el sensacionalismo y la batalla por el rating, la  urgente necesidad por ir al fondo de una nota y esa extraña necedad por promover (no informar, ni denunciar) las acciones de los narcotraficantes, es lo que tiene a los periodistas al borde de un precipicio en el que ya nos encontrábamos casi todos dese hace varios años.
Ya sabíamos, gracias a André Breton, que México era un país surrealista; lo que Breton no imaginó es que la interpretación de su frase fue malentendida y su consideración artística, hoy se ha instalado como un vergonzante escenario para una tragicomedia muy mexicana que ejemplifica fielmente lo pintoresco del absurdo.


[1] http://eleconomista.com.mx/politica/2009/06/03/mexico-entre-paises-mas-violentos-mundo
[2] http://www.eluniversal.com.mx/notas/667785.html
[3] http://www.jornada.unam.mx/2010/08/07/index.php?section=politica&article=011n2pol

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