...me emputa que te vayas,
que me dejes este vacio que odio sentir pero al que me voy acostumbrando cada día que pasa.
Confieso que quisiera tenerte todas las noches y en cada una poseerte de formas diferentes, tenderte sobre el colchón y, arribarte con los labios y la lengua, hasta lograr abrirme paso entre tus piernas.
Pero lo que pienso no está remitido a el sexo por el sólo placer de coger,
de cogerte como nadie lo ha hecho.
Por el contrario, reflexiono en la forma en que has llegado hasta este trecho de mi vida y me asombra esa extraña manera en la que te has colado en mis pensamientos desde hace años, cuando apenas eras una chiquilla irreverente que me desquiciaba pero a la que aprendí a adorar por ser como son las chiquillas irreverentes que sólo piensan en
música,
fiestas,
amores ficticios
y alcohol.
Es curioso que después de tantos años,
cuatro si no mal recuerdo,
sigas vigente.
Me alegra saber que te deseo, lo cual me indica que sigo vivo. No sé que pienses al respecto ahora que sabes que estamos en la misma sintonía. Es por eso que escribo, implorando que no te vayas, que te quedes esta noche porque me emputa que te vayas y que me dejes este vacío que odio sentir y al que me voy acostumbrando cada dia que pasa.
Una botella de whisky,
música,
tabaco
y tu cuerpo,
son por ahora una promesa, el reducto de un sueño que uno de los dos (tú o yo) un día concebimos sin encontrar un por qué.
Lo cierto es que hoy que estás más lejos pero más cerca de mí, o cuando menos, más dispuesta a dar un paso en la realidad, reitero que me emputa que te vayas y me dejes este vacío que odio sentir. Por eso, quiero pedirte
implorarte,
rogarte,
que te quedes esta noche y te desviastas antes de meterte a mis sueños, porque esta noche y las que siguen, te poseeré como nadie nunca antes lo ha hecho...
Es una promesa. ©
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