viernes, 3 de diciembre de 2010

Costumbres prenavideñas.

Hay eventos que por su naturaleza me parecen lamentables y anómalos, como la navidad, que puede posicionarse a la cabeza de esta lista. Aclaro que no soy algún tipo de grinch camuflado en cuerpo de extraterrestre y esto lo antepongo a cualquier suposición para evitar futuras suspicacias entre mis lectores.
Las anomalías a las que hago referencia comienzan con el arranque de esta temporada, que este año ocurrió el 21 de noviembre. Tal vez fue por el choteo generado por las fiestas bicentenarias y centenarias, donde el gobierno pretendió tomarnos el pelo a través de deslucidos intentos de pachanga, pero conozco personas que aún con las carrilleras puestas se precipitaron a descolgar los motivos revolucionarios para sustituirlos por nochebuenas, escarchas, esferas, coronas de adviento y arbolitos de navidad. Así, en plena efervescencia patriota, el inconsciente colectivo se mostró muy ansioso por apresurar el fin de un año que ha resultado para el olvido y como una muestra está el adelanto de la navidad.
Otro aspecto absurdo de esta temporada es el consumismo. Es curioso observar que en un país que se supone está sumido en la miseria, la gente se muestre ansiosa por comprar la basura proveniente de China que los centros comerciales y los mercaderes ambulantes ponen a disposición. De este modo, además de los motivos de temporada para adornar el hogar, podemos encontrar un sinfín de chácharas “a un súper precio” que nos mueven a gastar estúpidamente. Lo curioso del caso es que el aguinaldo se instala como un pretexto ideal para el derroche y existe gente que llega a la primera posada debiendo dos meses de sueldo pero presumiendo sus adquisiciones en preventas navideñas que al final, terminarán rematando entre las amistades, o peor aún, en algún centro de empeño.
Un tercera aspecto, éste sí verdaderamente atroz, es el de los arbolitos de navidad naturales. Sigo sin entender cómo es que mucha gente que enarbola las cusas ambientales se emociona con la idea de tener en la sala de su casa un árbol natural so pretexto que los de plástico contienen plomo que dañan a la salud mientras que los naturales pueden esperar al 7 de enero para convertirse en composta que puedes regresar a la naturaleza, esto en el mejor de los casos porque una extraña tradición mexicana dicta que árbol que no es abandonado en una esquina, un parque o un terreno baldío, no cumple con la función para la que fue adquirido (¿?). Mi abuelita, que además de santa era una sabia, no andaba con rodeos: si quería un árbol de navidad, solamente salía a su enorme jardín y elegía uno de los tantos naranjos que tenía, le cortaba los frutos y en su lugar colgaba un montón de madres que ella llamaba esferas, enrollaba tres metros de escarcha multicolor y una serie, y con eso tenía un árbol navideño genuino y natural. Sobra decir que con las naranjas teníamos jugo para toda la semana.
Redacto este texto mientras escucho a un grupo de chamacos planeando un intercambio. Llevan cerca de treinta minutos intentando acordar si el cambalache será por objetos equivalentes a doscientos pesos, calzones o muñecos de peluche. Cualquiera que sea el caso, el asunto de armar estos numeritos me parece horrible pues al final, un acto que pretende forzar a la gratitud termina por enemistar a los involucrados por varias causas entre las que cito las siguientes: a) siempre hay alguien que es muy codo y compra el intercambio en Waldos o en el tianguis, b) hay uno al que le vale madre cumplir con lo pactado en relación a los precios y descaradamente regala algo evidentemente de menor costo, c) alguno que aplica el ya popular roperazo, y d) uno al que siempre se le olvida y con toda desfachatez se sale del ritual a última hora, lo que trastoca toda la dinámica del intercambio. En estas cosas siempre hay uno que acaba sentido con los otros y uno más que tiene que tragarse la inconformidad.
Por todo lo anterior, prefiero esperar pacientemente la primera posada y con ella dar inicio formalmente a mi temporada navideña, pero por lo pronto, me despido ya que por órdenes supremas dictadas en el seno de mi hogar tengo que ponerme a pintar la casa, reacomodar los muebles de acuerdo con los ritos del feng shui, tomar medidas de los rincones adornables e ir a la mercería por adornitos.
Lo siento, órdenes de quien lleva los pantalones en casa.

2 comentarios:

  1. No puedo creer lo que hace la gente cuando tiene dinero junto parece como si les diera comezon y necesitan gastarlo lo mas pronto posible, filas y filas comprando y en enero filas y filas empeñando, pero en fin estamos en un mundo con un toque de mediocridad. Un abrazo Hector y espero que su casa este quedando como se la imagino su capitan jeje

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  2. Capitana, Lolita, capitana; no haga que la gente me piense diferente jeje...

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