Había escuchado que cogerse a Ángeles era sumamente sencillo y para eso bastaba cumplir con un par de requisitos. El primero consistía en abrir una cuenta en Twitter, convertirse en su follower y mantenerse atento a sus tweets, pues nunca se sabía cuando se pondría en subasta; podía ser en la mañana mientras se tomaba un descanso a mitad de la clase de gimnasia, o en la madrugada, en la agonía de un reventón. Por supuesto, el otro requisito indispensable consistía en juntar una suma de dinero suficiente para costearle algún regalo y así gratificarle sus atenciones; al parecer la chica no recibía dinero en efectivo porque lo consideraba propio de las putas ramplonas.
Confieso que me costó trabajo creer que Ángeles, la chica inteligente y bonita, la abanderada de la escuela, fuera también una golfa; pero bastó con escuchar una charla entre los muchachos de primer semestre para tomar la decisión de abrir mi cuenta en Twitter y comprobar en carne propia ese mórbido rumor.
Confieso que me costó trabajo creer que Ángeles, la chica inteligente y bonita, la abanderada de la escuela, fuera también una golfa; pero bastó con escuchar una charla entre los muchachos de primer semestre para tomar la decisión de abrir mi cuenta en Twitter y comprobar en carne propia ese mórbido rumor.
Instalado en una total discreción subí como ávatar una fotografía en la que aun quedaba algo de mi aspecto infantil y escribí una autobiografía en apenas un par de palabras; si aquello se trataba de sexo no consideraba que fuera necesario profundizar mucho en mi identidad real. Gracias a un par de direcciones electrónicas que logré memorizar y que pertenecían a unos muchachos que estaban recursando matemáticas en mi grupo, me fue relativamente fácil dar con @angels.
Una vez en su perfil, pasé un buen rato revisando sus tweets más recientes, tratando de encontrar algún indicio que comprobara lo que se decía de la chica. Sin embargo, en sus palabras, sólo existía una constante insipidez que incluso la volvía una twittera aburrida, por lo que no me sorprendió que apenas tuviera poco más de cien followers.
Sintiéndome de verdad ridículo por haber caído en la trampa, y considerando seriamente la posibilidad de emprender la retirada, descubrí que Ángeles había escrito un nuevo tweet: “#FF a @pamela porque esta sola y es muy divertida, compruébalo.” Sin entender bien de qué se trataba, seguí la pista de @pamela, en cuyo perfil pude leer: “Urge novio que me lleve a ver a Gorillaz + cena en Tommy’s. After show por mi cuenta.” Al percatarme que nadie daba reply tomé la decisión de escribir mi primer tweet: “Te invito a ver a Gorillaz, dame tu número y te marco.” Desafortunadamente, no recibí respuesta de @pamela pero sí de @luis_a_paul: “No seas pendejo, envía DM.” Volví a sentirme idiota, esta vez porque no sabía qué significaba DM.
Aunque tardé un poco, pronto entendí que se trataba de mensajes directos o privados, esa era la forma para negociar con @pamela la cita de la siguiente noche. Envíe el DM ofreciendo llevarla al concierto de Gorillaz y pronto recibí mi primer mensaje directo: “Revisa profile, nene. Será para la próxima. Kisses.” Fui directo a su perfil. En el último tweet, @pamela afirmaba tener un “nene mosho” con boletos para segunda fila, “qué guapote, ¿no?”, afirmación que se rubricaba con la sentencia: “no más tweets, plis.” Por tercera vez en menos de diez minutos me sentí un completo imbécil. No podía creer que estuviera participando en semejante dinámica aunque por lo menos, me quedaba claro que Ángeles era la encargada de conectar a otras chicas.
El siguiente día me fue imposible quitarle la mirada a Ángeles durante toda la clase. Me parecía increíble que esa muchacha de aspecto inocente pudiera dedicarse a tal negocio. Sin atreverme a especular sobre qué la motivaba a prostituirse, recorrí sus piernas intentando colar la mirada debajo de su falda cada vez que cruzaba las piernas, sopesarle imaginariamente las tetas y dibujar el diámetro de sus areolas, incluso, mientras pensaba en sus pezones me descubrí sacando la lengua como si la tuviera frente a mí. Matías, un ñoño insufrible, me observaba entretenido mientras jugaba con su lápiz. Lo imaginé cogiendo con Ángeles, lo cual, después de todo, podía considerarse como una posibilidad.
No resistí más y salí del salón ante la mirada estúpida de los muchachos.
El sábado en la madrugada no pude resistirme e ingresé a Twitter; fui directo al perfil de Ángeles. Había escrito un tweet un par de minutos atrás: “Me encanta la consistencia del chocolate blanco derretido. Se siente bien en la boca.” Decidí aplicar mi primera lección de la noche. Copié la frase y la pegué en mi timeline anteponiendo el prefijo RT para indicar que su tweet me había gustado. Un minuto después recibí un DM de @angels: “Gracias; si eres bonito mañana te puede tocar a ti. Ve al profile.” Así lo hice, su último tweet decía: “Necesito un Ipod. ¿Alguien tiene uno bonito? Buena recompensa. Al medio día de avisan. Voy a dormir.” Apagué la computadora y me dispuse a dormir.
Al despertar, mi primer pensamiento fue participar en la subasta, la inversión era costosa pero valía la pena si Ángeles daba algo más que un beso. Antes de medio día ingresé a Twitter. En el perfil de @angels podía leerse el tweet escrito ocho horas antes. Sentí alivió. Esperé su aparición mientras twiteaba frases insulsas que de pronto eran festejadas por una docena de followers que me daban replies que yo no contestaba.
Hay un nuevo tweet.
“Buenas tardes chicos. ¿Alguien tiene un Ipod?” Sin siquiera pensarlo, escribí el DM: “Lo tengo pero una muñeca como tú necesita algo a su gusto.” Lo envié. Menos de un minuto después tenía un nuevo mensaje: “Qué lindo. Me gusta este: http://bit.ly/2a69a8 ¿Lo pagas?” Abrí el link y al verificar que estaba dentro de mi presupuesto, respondí afirmativamente. En un nuevo mensaje @angels me daba instrucciones para encontrarla en un par de horas en Luna Park y aclaraba que no hiciera mamadas porque iba acompañada y que el pago aplicaba restricciones; finalmente, escribió su número de celular. Todo lo hizo en ciento cuarenta caracteres.
Me apresuré a bañarme y repasé varias veces el atuendo que debía ponerme. Supuse que la restricción del pago estaba determinada por el aspecto del pagano. Aunque Ángeles representaba más edad reparé en que seguía siendo una chiquilla, por lo que decidí afeitarme la barba.
Antes de las siete de la tarde llegué al lugar indicado, se trataba de una tienda donde vendían consolas y accesorios para videojuegos. Ingresé al local y comencé a caminar por los pasillos. Pasaron varios minutos antes de descubrir a Ángeles frente a un estante. Al cruzarse nuestras miradas ella intentó huir, tal vez no esperaba que fuera yo el que estuviera ahí e intentaba escabullirse para no verse descubierta. De inmediato saqué mi celular y le marqué.
- ¡Soy yo, Ángeles! –dije un tanto sobresaltado–. Espérame, no te vayas.
Ángeles colgó y se detuvo antes de llegar a la salida. Me apresuré a alcanzarla y cuando estuve junto a ella tuve el impulso de saludarla con un beso. Ella se mantuvo estática. Al recorrer su cintura con la mano se reavivó la erección que desde minutos atrás no me dejaba estar quieto.
- ¡Vamos! –ordené al tiempo que la obligaba a caminar a mi lado.
La chica cambió su pasmo por una sonrisa que no dejaba de ser nerviosa. Caí en la cuenta que nunca reparó en la posibilidad de que los que no estábamos en su círculo pudieran mezclarse entre quienes daban vida su juego virtual. Temiendo que pudiera arrepentirse, dije cualquier cantidad de estupideces que ayudaran a tranquilizarla. Le aclaré que primero tomaríamos un café y hablaríamos, y que en caso de que alguien nos viera juntos, pretextaríamos una casualidad y yo me alejaría sin buscar una segunda oportunidad para encontrarme con ella. Deseé no haber dicho esto último.
Ángeles aceptó.
Una hora después salimos del Starbuks.
Una hora después salimos del Starbuks.
Para entonces ya me había explicado someramente en qué consistían sus servicios. Una vez negociado lo que ambos podíamos esperar tras aquel encuentro, entramos a la tienda para comprar el regalo. La verdad es que el precio del aparato era muy inferior a lo que me esperaba a cambio. Con el Ipod envuelto para regalo bajamos al estacionamiento y nos dirigimos al Hotel Delicias. En cada cambio de velocidad me daba tiempo para tocar sus piernas. Una vez en la habitación pude apreciar que Ángeles era una ninfa. Mis pensamientos no habían herrado cuando sopesé sus tetas y menos cuando se hizo realidad el recorrido de sus pezones con la lengua. Ella también hizo lo suyo y lo llevó a cabo como una profesional, mamando como lo saben hacer las de su estirpe. Apreciarla montando mi cuerpo resultó el mejor espectáculo. La verga erecta como una piedra introduciéndose con fuerza, los gemidos exaltados mientras el orgasmo afeminado se rubricaba con los estertores que hacían sinfonía con la respiración fustigada del macho. La eyaculación desparramándose por el piso y una nueva mamada hasta que las piernas languidecieran. Sexo por dinero que se ve materializado en objetos intrascendentes. El placer de la carne al alcance de la tecnología. Chicas que juegan a ser mayores y ofrendan su cuerpo como carne de pedófilo cotizada a muy buen precio. Nuevas hetairas cibernéticas que no requieren exhibirse a la luz de la calle y que no rinden cuentas a padrotes. Redes sociales y sexo, oficio alterno que no obliga a adoptar la prostitución como una profesión pues en el mundo virtual se constituye casi como un juego.
El lunes encontré a Ángeles por el pasillo. Fiel a su costumbre, quería ser la primera en arribar al salón de matemáticas. No me saludó pero no me sentí mal por eso. Reconocí el Ipod comprado un par de días antes. Me sentí bien al verla contenta. Al cederle el paso tuve el impulso de apretarle las nalgas aprovechando que nadie estaba cerca, sin embargo, reconsideré mi proceder y me abstuve con el dolor acumulado en una nueva erección. Era lo mejor si quería seguir participando en las subastas de su cuerpo.
- Disculpe profesor, sé que no es la forma ni el momento pero necesito su ayuda.
- Dime Ángeles –mi corazón dio un vuelco y un hueco en el estómago hizo una implosión ficticia.
- Bueno no se trata de mi… en realidad son Pamela y Carmen, del grupo 501. Necesitan ayuda, es que van a reprobar… me pidieron que hablara con usted. Quieren hacer una subasta la siguiente hora. Sólo se trata de una calificación aprobatoria, no más; suficiente para que no recursen. ¿Cuento con usted?
- ¡Vaya, es tentador! Pero ahora tenemos examen con tu grupo y no creo que pueda salir del salón para…
- No se preocupe, yo le ayudo –y de inmediato sacó su Blackberry para depositarlo mis manos.
Corrupción, sexo, placer, Twitter, prostitución. La ética profesional mediando bajo las faldas a cuadros de las estudiantes. Poder y sumisión, juego de rol que instala a los personajes sobre el escenario del amo y el sirviente. Cero amor, total conveniencia.
Siempre tuve ganas de participar en un trío pero nunca me imaginé que pudiera realizarlo con dos alumnas tan exquisitas como Carmen y Pamela, una rubia y la otra morena. Piernas adolescentes, tetas casi perfectas y nalgas apenas expertas; labios dispuestos y disposición para nuevas experiencias. Trasgresión.
Twitter y prostitución: una maravilla.
Aunque sigo considerando a las redes sociales como una pérdida de tiempo, de vez en cuando me doy tiempo para seguir la pista de #prostitwitters donde el único requisito es la discreción.
Twitter y prostitución: una maravilla.
Aunque sigo considerando a las redes sociales como una pérdida de tiempo, de vez en cuando me doy tiempo para seguir la pista de #prostitwitters donde el único requisito es la discreción.
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