Llegará el día en que tu pasado vuelva materializado en gente de bien: vendrá en un auto del año, usará corbata, saco, zapatos de moda y su peinado será fashion; tal vez llegue de la mano de una mujer preciosa de esas que se esculpen en un gimnasio y sólo aparecen en revistas bien. Se habrá olvidado de aquellos años preciosos cuando solía escuchar música mientras escribía cartas a destajo para diferentes chicas mismas que tú te encargabas de repartir. Rimboud le sonará conocido pero no será capaz de recordar quién era, entonces le hablarás de Eusebio Ruvalcaba y tu pasado replicará que no le interesa hablar de perdedores; a cambio disertará sobre el futuro, la democracia, el amor espiritual, las canciones de moda y citará cada tres frases a Paulo Cohelo. Te presumirá los gadgets que suelen mantenerlo en un estatus falso y te preguntará cuál es tu auto.
Llegará un momento en que tu pasado te haga sentir mal, te hablará de las frivolidades de la vida y será incapaz de recordar que un día planearon una estrategia maestra para robarse el bizcocho más exquisito de la panadería, el cual adoraron un par horas antes de poderlo devorar. No recordará lo que era salir a patrullar la colonia en bicicleta, lo difícil que resultaba cazar lagartijas y lo asqueroso de meterse a los charcos a atrapar renacuajos.
El día que eso suceda y llegues al punto en que sientas que es una pérdida de tiempo presumirle a tu pasado tus nuevos poemas o tu colección de narraciones inéditas, sabrás que el futuro te ha alcanzado pero no has errado en el rumbo de tu vida; podrás dejarlo hablando sólo mientras te acomodas en la banqueta, y sin ninguna verguënza, beberás aquellas dos ceverzas que habías reservado para esa ocasión especial, y será otro día cuando pienses en el significado de la palabra amistad.©
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