martes, 7 de junio de 2011

Cuando un puente se cae.

En febrero pasado publiqué una nota en este blog que sirve para reconocer mi acrofobia y al mismo tiempo para denunciar explicitamente el descuido en el que se encuentran los puentes del periférico norte. Cuando no se trata de puentes viejos y cuarteados, se trata de armatostes metálicos endebles que resultan un peligro para quienes diariamente tiene que atravesarlos. Pedir que en estos meses se renueven todos los puentes de esta zona es casi igual que pedir la paz mundial, pero espero que lo ocurrido ayer en Santa Mónica sirva para que los candidatos a la gubernatura del estado dejen de desperdiciar dinero en banderines, playeras y carteles con sus horrendos rostros e inviertan ese dinero en la construcción de un puente. Háganle al estilo Pascual Ortiz Rubio, caray, cuyas obras relevantes fueron inaugurar un paso a desnivel y una banqueta. Nuestros políticos necesitan la imaginación de los hombres de antaño.
Como sé que eso es igual -reitero- que pedir la paz mundial, sugiero entrenamiento para suicidas a todos aquellos que diariamente tenemos que pasar por encima o debajo de un puente, además de indulgencias gratuitas.

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