Mi tía, que era una sabia y de la vida sabía mucho, constantemente me recomendaba alejarme de los problemas mediante un sencillo mecanismo de autodefensa que consistía en adelantarse a los hechos y abortar cualquier posibilidad de lío por mínimo que fuera. Supongo que lo que mi tía siempre intentó inculcarme fue que no me metiera en problemas, pero como efecto contrario, un extraño imán hacia el quilombo provoca que constantemente me encuentre metido en dificultades como a continuación lo ejemplificaré.
Como de costumbre, esta mañana abrí el Messenger con la finalidad de esparcirme antes de comenzar a trabajar y para ello decidí charlar un poco con una amiga cuyo humor ácido es mejor que una taza de buen café. A diferencia de otras ocasiones, ésta, quise hacerme el gracioso y me comporté como todo un caballerito saludando amablemente, escribiendo un poema y por si fuera poco, me di el lujo de rubricar mi verso con el iconito de besos. Como respuesta, una sencilla pregunta logró el prodigio de subirme los cataplines a la garganta antes de experimentar un calosfrío que me recorrió la espalda igual que la ocasión en que se me apareció la mamá del muerto: “¿Eres el que se está acostando con mi mujer, verdad?”
Ante semejante sorpresa, las posibilidades para evitar el problema fueron las siguientes: a) dar explicaciones vagas y sin sentido que sólo reafirmaran mi pendejez; 2) cerrar el Messenger, lo equivale a emprender la graciosa huida; y 3) darle al cliente lo que pida.
Con un cinismo que seguramente no se demostraría si el celoso estuviera frente a mí, afirmé que si eso era lo que deseaba leer, no negaría sus sospechas.
Por varios minutos, en los que imaginé al tipo rompiendo objetos, mordiéndose la camisa, lanzando golpes al aire y derramando lágrimas de cocodrilo, ni una sola palabra apareció en la ventana. Entonces me puse pesimista y la imagen del hombre con la cabeza metida en el horno me llegó como flashazo. Estaba a punto de marcarle por teléfono a mi amiga para confesarle lo sucedido cuando apareció un nuevo mensaje en la pantalla: “Sé que no está bien esto que hago pero quiero descubrir con quién se está acostando mi mujer; ella me ha cachado en varias movidas pero yo estoy seguro que ella no se queda atrás. Sólo te pido un favor: como compañeros, no le digas nada.”
Pude haberme instalado en papel de redentor o terapeuta de pareja, lo cierto es que sólo pude reírme hasta que me dolió la barriga, mientras pensaba en las ocasiones en que he estado en la misma situación, lo que me ha llevado no sólo a revisarle el celular a mi pareja sino también a dar con su password del mail, sin que eso me haya otorgado resultados satisfactorios a mis especulaciones.
Esta conducta anómala no es más que la muestra inequívoca de que todos tenemos la conciencia llena de cochambre y que lejos de querer encontrar pistas que nos develen nuestra situación de pareja, al instalarnos en el papel de detective de infieles, buscamos evidencias para poder traspasar nuestra parte de culpa al otro. Sin embargo, el problema que deviene al jugar al detective radica en la posibilidad de ver fantasmas por doquier y cometer injusticias peores que las de juez de distrito.
Lo cierto es que a medida que la tecnología avanza, los usos para el placer se despliegan automáticamente y con ellos se van adquiriendo mañas con las que se pretende ocultar la vida alterna que existe en el mundo virtual; con ello, vienen también las otras mañas: las que descubren a los que tienen secretos debido a que en el terreno de lo virtual nadie tiene secretos.
Mientras pensaba lo anterior, caí en la cuenta que lejos de ayudar a mi amiga, probablemente cometí el error de rematar con el último puyazo su tormentosa relación. Pero, ¿de quién es la culpa, del que busca o del que encuentra? Al final, los dos son uno mismo y lo mejor es rematar lo que ya está terminado, o bien, hacer d tripas corazón, vendarse los ojos y fingir que no está pasando nada. ¿Eso es justo? Para nada, pero en esta ocasión, usted querido lector, tiene la última opinión.
Dilema: ¿debo decirle a mi amiga lo ocurrido?
ah que cosas sr Don Simòn... ya le conte mi historia con el msg?, de como me enterè de lo que no queria saber...
ResponderEliminarPutttzzz, me pegó como piedrota el texto... mmmhhh... es cierto, se busca y se encuentra para expiar las culpas, culpotas, digo. Yo la verdad es que no tengo autoridad moral para decir nada, jajajaja, he estado en los dos lados: la investigadora y la investigada. En cuanto al dilema, pues bueno, ¡creo estar cayendo en la cuenta de algo...!
ResponderEliminarFijate Hector que siempre he tenido esa politica desde una vez que encontre algo que no me gusto, y me implante esa idea "El que busca, encuentra" y como yo no quiero encontrar nada pues no meto mi nariz en donde no debo, (aunque en el fondo pido lo mismo para mijeje)Tienes toda la razon todos tenemos algo que esconder y si ese algo no afecta de un modo rotundo en nuestras vidas para que querer descubrirlo, es buena idea abrir conversacion con una palabra clave asi te evitas broncas en el messenger, pero tal vez no deberiamos de hacer cosas que no nos gustaria que nos hicieran ese seria otra forma de resolver el problema, a veces los mas extrictos esconden cosas mas gruesas y porque pedir lo que no damos, por eso "El respeto al secreto ajeno es la paz", y para la otra cuando te pase algo asi dile: "Hay perdon señor messenger equivocado" y te desconectas jajaja
ResponderEliminarya lo dice el título..."el que busca encuentra" y no necesitas tener una clave o hurgar en el celular...a veces basta con una ojeadita a cierto muro de feizbuk o de maispeis...
ResponderEliminarjajaja
es muy bueno como anecdota,ja,mis deseos "dramaticales" no llegan a tanto,aunque quien sabe,chance algun día le jakie la cuenta...XD
besis mr Anacléctor!