miércoles, 20 de octubre de 2010

Mi cuento.

Ella sólía cantarme una canción de Arjona después de hacerme el amor. Esto ocurría dos o tres veces a la semana, invariablemente. Comencé a odiarla por eso.
Su manía por berrear esos bodríos terminó con nuestro noviazgo, que todos calificaban como perfecto, feliz e inquebrantable. Nada más alejado de la realidad. Se trataba sólo de sexo.
Como consecuencia de ello, comencé a regalar un ejemplar del Monstruo de arriba de la cama a todas mis amantes. Desde entonces no he podido mantener estable una sola relación.
Ahora ellas son las que no me soportan a mí.

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