miércoles, 9 de febrero de 2011

Los bastardos de la uva.

No hay mejor charla que la que nace junto con una borrachera. El vínculo que se establece mediante las bebidas y las palabras son las que hacen al borracho y no al revés. La peda es mejor si se construye en el sórdido ambiente de una cantina, no importa qué tan sucia esté, a qué apeste, cómo se vea. En los devaneos cantineros se construyen mejores textos que los que pueden surgir de una noche de whiskys frente a la computadora (novel hábito de los escritores posers para tejer mantas de eufemismos que al final terminan siendo textos impacta pendejos).
En la otra tradición, esa que sí es añeja y que consiste en emborracharse con los amigos, platicar, “tirarse netas”, e incluso, darse unos madrazos, surge una cofradía de camaradas que ven en la otra literatura, esa que no se adorna, una oportunidad de vida. Se hacen llamar Los bastardos de la uva y antes que un pasquín son alcohol y palabras: son camaradas, son directos, son sarcásticos, son culeros… son banda, pues. No se sabe dónde se reúnen, desde dónde operan. Lo cierto es que sus letras llegan y de vez en cuando calan. Detrás de los bastardos se ha identificado a Ricardo Lugo-Viñas, Max Rojas y Eusebio Ruvalcaba, los dos últimos jefes en el arte de ser ellos mismos.
Conocí Los bastardos de la uva por mera casualidad, porque soy un imbécil que siempre tira su dinero en cualquier publicación que tenga un nombre desconocido. Reconozco que me impactó la fatalidad con la que se conducen estos inefables briagos, letras que llegaban como flecha de indio a corazón de vaquero. El número 2 llegó como consecuencia y la sorpresa fue un poema a Mummra, el inmortal.
Pero Los bastardos de la uva han parido el número 3 de su publicación y ésta, gratamente, llegó en una peda. No pude resistirme hojearla para revivir los recorridos nocturnos por Garibaldi, las tardes de futbol llanero, un clásico de clásicos en el estadio Azteca, la negra tierra oaxaqueña, e incluso, un corazón convertido en toalla sanitaria. Así son estos bastardos: "letras de la errancia para trastabillar en las cantinas", textos que por ningún motivo van a leer en otras revistas porque todos han sido rechazados. Salud.
El reto no es leerla sino conseguirla.

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