domingo, 20 de marzo de 2011

Desmanes de primavera.

En mi niñez el 21 de marzo tenía un solo significado: festival escolar. Tal vez resulte ridículamente tormentoso recordarme disfrazado de pollito, vaca lechera o guayabo, pero la idea de no tener clases durante varios días con el fin de ensayar con rigurosa disciplina mi participación en el festival (normalmente remitida a aplastarme en el suelo caliente mientras un clon de Benito Juárez caminaba con monárquico desdén frente a mis narices) ya era suficiente triunfo. Ah, porque es importante hacerle saber a las nuevas generaciones, que en otros tiempos el 21 de marzo no sólo significaba la llegada de la primavera sino que servía para conmemorar con cívico respeto el nacimiento de don Benito Juárez García, de tal suerte que cuatro semanas antes las maestras hacían un casting con los niños más prietos de la escuela para decidir quién merecía personificar al Benemérito de las Américas, lo que al mismo tiempo representaba una ilusión para algunas mamás que imaginaban que con esta premonitoria elección sus hijos se perfilaban a la silla presidencial. Hoy doy gracias a la vida por nunca haber sido seleccionado.

Los tiempos son distintos así que la dinámica escolar globalifíca dicta que Benito Juárez pasó de moda por lo que los festivales actuales deben celebrar la primavera con la asunción al trono de unos reyes que regularmente parecen salidos de los cuentos de Disney. Así, con las rigurosas cuatro semanas de anticipación (eso no ha cambiado), las maestras realizan un casting con las niñas más bonitas de la escuela y eligen entre una bola de chamacos monones a quienes puedan servirles de pajes; reúnen a las madres de los seleccionados y les endilgan mil boletos cuyo valor es de 1.28 centavos de dólar mismos que tendrán que regresar convertidos en mil monedas de peso; la que lo haga primero tendrá el orgullo de ver a su hija coronada como la reina de la primavera en el festival donde el mejor premio es caminar entre una bola de futuros perdedores disfrazados del rey león, los pingüinos de Madagascar y el pez Nemo.

Todo lo anterior viene a mi memoria mientras la tía Chepis trata de reanimarme con sales minerales y buches de agua helada que salen de su bocota, lo cual resulta divertido para un alud de mirones que me observa con misericordia cristiana.
No es 21 de marzo pero según los noticieros (dueños de toda verdad científica y social de este planeta), hoy entra oficialmente la primavera en un horario que puede variar dependiendo la zona arqueológica en que uno se encuentre. Por una necedad propia de quien se encuentra influido por los consejos de las señoras que conducen programas televisivos matutinos, mi tía Chepis decidió que Teotihuacán era el lugar perfecto para recibir la primavera y al mismo tiempo, cargarnos de energía.
Al son de “pónganse ropa blanca” y “no se les olvide el pan bimbo y el jamón” abandonamos la cama casi de madrugada. El camino a la ciudad donde los dioses se convierten en hombres puede considerarse como normal al sufrir únicamente tres percances propios de quien vive en esta ciudad: 1) a la altura de Ecatepec se nos ponchó una llanta gracias a un bache que -según supimos- las autoridades de ese municipio lo achacan a una lluvia de meteoros; 2) en menos de tres kilómetros nos detuvieron dos agentes de tránsito que no habían desayunado, y 3) en la caseta, tres carriles estaban destinados a quienes ya usan tag de prepago, así que tuvimos que esperar tres cuartos de hora para poder pasar. Un cuatro e inesperado obstáculo sobrevino en la mismísima entrada del estacionamiento de la zona arqueológica ya que nunca previmos que el programa de televisión que ve mi tía es el de mayor rating a nivel nacional, por lo que la entrada pudo definirse como de misión imposible.

- Ya no hay lugar mi joven pero como a tres kilómetros de aquí le cuidamos su coche –dijo un nativo mientras escupía pedacitos de palillo al toldo de mi carro.

Como buen conductor resignado, mientras el resto de la familia hacía fila para ingresar a la zona arqueológica yo dejaba mi coche en un llano cercado por un mecate, el cual que supuse, no sería garantía para salvaguardar la integridad del estéreo y la llanta de refacciones pero tampoco tenía mejor opción. Regresé justo a tiempo para entrar a la zona arqueológica no sin antes recibir una retahíla de improperios por parte de los activistas de las buenas costumbres que insistían en que me formara en la cola. Como mis siete chacras ya estaban en proceso de activación, decidí hacer oídos sordos a sus reclamos y fingirme como maestro de reiki para acelerar el proceso de ingreso. Una vez adentro todo resultó aburridísimo: la gente que se arremolinaba frente a las pirámides igual que en mitin presidencial, los menos dictaban sesudas conferencias sobre la energía del cosmos, otros pretendían aprender a danzar como los profesionales y la gran mayoría se atragantaban de frituras, tortas y bonafinas, en un acto que me hizo entender los motivos por los que nuestra población tiene el primer lugar mundial en obesidad.
Llegó el momento de ascender a la pirámide del sol y para esto un señor con pinta de guardián nos leyó una lista de diez recomendaciones entre las que destacaban no orinar en la cima de la pirámide, no dejar pañales usados en la escalinata e hidratarse antes del ascenso. Justo ahí estuvo mi error pues debí haber considerado ese punto a la hora de atiborrarme de cervezas para mitigar el calor. Afortunadamente, los consejos del maestro de yoga del programa preferido de mi tía, le ayudaron a salvarme la vida, lo que me hace considerar mi retiro de este tipo de ridiculeces para los años venideros lo que contribuirá a disminuir el índice de desmanes propios de quienes por ignorancia consideran útil acudir a las zonas arqueológicas en esta fecha. Tantán.

4 comentarios:

  1. jajajaja,yo por eso prefiero Teotihuacán los primero días de enero...jajajaja
    excelente texto mr Anacléctor!!!
    =)

    ResponderEliminar
  2. yallegó la primavera... en unos grandes almacenes!!!

    ResponderEliminar
  3. Yo por eso, a las pirámides, y en primavera...ni de chiste; con el calorón, el atascadero de gente y las peripecias para poder llegar: no gracias! Me gustó mucho también la primera parte de tu texto, los festivales escolares, jajaja. Por cierto, ¿qué no es "La cuidad donde los hombres se convierten en Dioses"?...pregunto.

    ResponderEliminar