Las premisas en las que suele manifestarse el desarrollo de una sociedad resultan mágicas y dignas de analizar debido a las terribles mentiras y decepciones que suelen escupirnos a la cara.
Hace unos días, tomé la decisión de visitar un centro comercial que recientemente se instaló como la máxima atracción del lugar en el que vivo y que hasta entonces, sólo había contado con dos sitios verdaderamente interesantes para el turismo de aventura: una calle bautizada informalmente como “del hambre”, cuya peculiaridad es tener un montón de locales de comida (no más que afuera del metro Cuatro caminos) y que suele servir como refugio de muchachos alcohólicos los viernes desde temprana hora; y una casa embrujada que según, todos los que fuimos adolescentes parranderos, juramos haber visitado en una noche de desenfreno etílico pero cuya ubicación exacta resulta indescifrable. A diferencia de estos sitios de interés, el centro comercial al que hago referencia goza a su vez de varios prodigios dignos de revisar por su magnificencia.
En primer lugar se encuentra una torre enorme que ha sido erigida como el edificio más alto de todo el municipio y que a decir de quienes lo construyeron, podrá ser vista desde cualquier punto en que uno se encuentre. Desafortunadamente esto no es así porque ocurre que desde mi casita, un montón de chozas convertidas en edificios, a gusto de los moradores, impiden que todas las mañanas al despertarme, pueda abrir la ventana sin sentir envidia por las maravillas construidas en Babel. Se supone que dicha torre será una unidad médica al servicio de la comunidad... que, por supuesto, tenga recursos para pagar los servicios que ahí se ofrecerán. Lo anterior, es factible comprobarlo si uno tiene la osadía de ir a meter las narizotas en la puerta de entrada como esperando que alguien le preste ayuda, pero lo más seguro es que en lugar de la bella Dra. Cody y su amigo doctor cojito-mamón, aparezca un señor con cara de pocos amigos y le invite a uno a salirse a la chingada porque el club de la salud no es para pelagatos como uno. Esto me hace seguir confiando en los doctores del seguro social y al mismo tiempo me motiva a rogarle al creador que el futuro presidente de esta nación no haga pendejadas, y no se le ocurra extinguirlos como cucarachas eléctricas.
El segundo prodigio de este centro comercial resulta sui generis: se trata de un bar cuyo principal atractivo es imaginar que uno llega al polo norte y bebe amenamente con sus cuates con las nalgas postradas en un cubo de hielo que probablemente, al otro día, sirva para que un viejito haga raspados de sabor grosella afuera de una escuela. No entiendo cuál es la fascinación por esto si regularmente una buena bebida alcohólica se disfruta más cuando hace calor y no con los Celsius bajo cero. El progreso, sin embargo, nos mueve a creer que esa novedad es el principio de una experiencia religiosa.
El tercer prodigio de Luna Parc (nombrado pomposamente así –imagino– para reafirmar las competencias en el idioma inglés de los nativos), consiste en poner una cafetería que tiene por empleados a adolescentes tardíos, que visten como niños envueltos y que conminan a uno pedir una madre que parece café, huele a café pero que cuesta más que un par de tragos decentes en un bar de más clase. Lo curioso de esta cafetería es que lejos de servir como tal, logra el milagro de reunir a gente estúpida para que se aplasten por horas en sus sillones mientras ponen cara de “mírenme, soy bien chingón”, mientras los que somos pendejos nos reímos discretamente en su cara porque ya se las dejaron caer con un café que no vale ni la mitad.
Tal vez sea por la necesidad de pertenencia o porque la gente aún posee capacidad de asombro ante una construcción pero no cabe duda que el progreso es un arma letal que sólo sirve para recordarnos que estamos jodidos y que si aparentamos lo contrario, nos vemos bien ridículos. ¡Viva el progreso! Tan-tán.
No tenía el gusto de conocer tu blog, ya era fan de tus notas en Facebook pero hoy babeé al leer tu minibio. Pa' pronto: me encanta cómo escribes. Porfas no dejes de etiquetarme porque FB comienza a aburrirme y se me olvida chismear cosas que valen la pena. Siempre me sacas no una sonrisa sino varias carcajadas, ¿sabes?
ResponderEliminarVillano siempre es un placer adentrarme en las "Memorias de un enfermo mental". Disfrutar de tu escritura y de ese tono crítico que te caracteriza.
ResponderEliminarCreo que el transitar constantemente por el juego de las "apariencias" resulta peligroso, porque al final queda en evidencia lo que realmente somos.
Esta constante imitación de estilos de vida que no nos corresponden desgasta, simplemente porque no se ajusta a nuestras condiciones y nos echan en cara una realidad muuuy distinta a la que tenemos. Boleto seguro para caer en las telarañas de lo ridículo.
Pero bueno, no es privativo de los mexicanos, esto pasa en todos los rincones. Hace tiempo estuve por años fuera del país, donde me encontraba llegó "la fiebre latina". Fue muy divertido ver a las mujeres lucir su bronceado naranja intenso (producto de horas y horas en el solarium) contrastando con su cabello oscuro a producto de gallina e intentando con sus dos pies izquierdos hacer pasitos de salsa y samba.
P.D. Seré cautelosa de comprar raspados de grosella, no vaya a ser que sean recién saliditos del bar del Luna Park.
piinche Luna Parc...a mi me cayó re mal un día que me se ocurrío salir con kinder(léase mi sister y sus amigüitas...)estuvo de la shit y pa colmo como no todo mi kinder era "legal" ps ni una ìnche cerveza me pude tomar ¬¬
ResponderEliminarjajajajaja¡viva el progreso! jjajajajaja
Besitos...Anacléctor!!
Querido Héctor como siempre es una verdadera delicida leerte,pues si estamos en dos mundos paralelos, del que tanto hablan en la televisión lleno de progreso y en el que vivimos todos los mundanos mexicanos.
ResponderEliminarYo no he visto Luna Parc, pero segun veo la foto pareciera que fuera un trozo de las Vegas que fue arrancado y colocado encima de unas casitas que por ser insignificantes fueron aplastadas, interesante, me pregunto si a las personas que les compraron sus casas o terrenos les pagaron lo justo o les dieron unos boletos de cortesias para tomar cafe importado y cuidadosamente seleccionado de la Luna porque solo eso explica su costo, o poder gozar del los cubos de hielos gigantes y refrescantes que me has comentado, ¿seria interesante saberlo no crees? y también estoy curiosa de los dueños (hay nanita, estoy teniendo malos pensamientos, no se porque pienso en los politicos, si eso nunca se ha visto por aqui, pero en fin perdón por tal blasfemia) pero bueno ojala salga algo bueno de ese monton de luces cegadoras como muchos, muchos empleos para cerillos, restaurantes ambulantes de tacos y quesadillas, tortas y gelatinas tan sabrosas que no pueden faltar en todo buen lugar, y bases de taxis tolerados, bicitaxis, mototaxis y viejitas tiernas que extienden sus manos para recibir nuestro cambio que ya nos pesa, pues viendolo bien si habra progreso, Héctor no nos podemos quejar jajajaja