Supe de la existencia de Germán Dehesa en la época en la que la radio me parecía mejor opción que la televisión (ahora las cosas han cambiado) y confieso que me ponía de buen humor escuchar sus pesimismos en torno a la realidad. Luego, apagué la radio y preferí la vida mundana: paseos en automóvil, cuyo dueño se veía obligado a “talonear” a quien se dejara para conseguir dinero y llenar a la mitad el taque de la gasolina (el aludido hoy es un empresario); raves con imbéciles que tenían aspiraciones a nenes bien (ninguno de ellos lo logró); sexo imaginario con mujeres que ni siquiera volteaban a verme, y principalmente, una vida asceta y privada de todo acercamiento con las letras. Fue un año sabático en el que me olvidé de la radio, la televisión y en el que el mundo se abrió como una oportunidad para cultivar otras facetas de mi vida que ahora nombran sesudamente bajo el apelativo “ninis”.
En esas andanzas, recuerdo mi segundo encuentro con el señor Dehesa y fue en el cine, en la película Cilantro y perejil, de la que sólo recuerdo ¡a Germán Dehesa y no más! Sin embargo, de ahí en adelante mi memoria registra perfectamente su nombre por dos cosas importantísimas y relevantes para el mundo. La primera tiene que ver con un ensayo precioso en el que diserta en torno a “los Carlos” y que apareció en la revista Eje Central hace ya varios años. A la fecha no dejo de recordar ese texto que logró cautivarme como cuando escuchaba a su autor hablar de políticos, señoras en camionetas, intelectuales y en general, de la fauna chilanga que da color a nuestra ciudad. El segundo aspecto tiene que ver con un reclamo que comenzó a hacer a las autoridades debido a su pobre trabajo (si es que así puede llamársele a cobrar un sueldo por echar por la borda a este país) y que coronaba con la pregunta: “¿Cómo pueden dormir tranquilos si no han realizado su trabajo?” La cual, en los últimos años estuvo dedicada a Arturo Montiel Rojas, ex gobernador del Estado de México (pónganse de pie, chingaú) y a la cual no hay que pensarle mucho para responderse el por qué.
El caso es que Germán de esa es de esos tipos a los que reconozco no leí mucho pero contrariamente no dejé de seguir pues siempre había alguien que lo citara como referente en las charlas. A él mismo, le debo la autoría de una frase que apenas en días pasados subí de forma tergiversada a Facebook y en la que afirmó que “una señora en camioneta frente a una escuela es más peligrosa que un comando de narcos”. Así era el señor Dehesa, sesudo, inteligente y creo hasta simplón, cada uno tendrá su opinión y como suele ocurrir en casos como este día donde las posiciones se contraponen: la mayoría dirá que fue un chingón, un dechado de dones que sólo Dios le pudo dar, una buena persona, un gran autor y demás; para otros, no valdrá un comino; lo cierto es que yo puedo decir que Germán de esa fue uno de esos tipos que siempre, en todas las ocasiones que supe de él, tuvo el buen tino de ponerme de buen humor y eso por eso siempre podré bien recordarlo. Descanse en paz y que desde donde le toque estar se dé una escapada para venirle a jalar las patas al Señor Montiel.
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