En el principio de los tiempos internetos fue el e-mail, una novedosa forma de comunicarse con la gente que se encontraba lejos y de la cual, en muchas ocasiones, ni siquiera se podía comprobar su existencia pero con la que una persona podía matar dos pájaros de un solo tiro: adentrarse en el abismo tecnológico y enviar cartitas instantáneas sin necesidad de comprar estampillas o esperar al cartero.
Con el e-mail llegó el Messenger, una reformulación del diálogo humano que sirvió para acotar las distancias, para reinventar la escritura y para acercar a los seres humanos de distintas latitudes apenas con unos cuantos clics. El Messenger y la web cam completaron el binomio y muchos de los que vivimos en épocas anteriores nos lamentamos no haber gozado de semejantes inventos apenas un lustro antes cuando las hormonas se encontraban a tope y las locuras adolescentes obligaban tener contacto humano.
Con mi escritura también llegó la novedad del blog, una forma chingona de publicar pendejadas para que cualquier persona dispuesta pudiera leerlas si se le pegaba la gana. Gracias al blog nacieron muchos buenos escritores mientras que otros se descubrieron como un verdadero fiasco; los nóveles literatos entendieron que escribir tenía sus dificultades y otros, sin mayores ambiciones, siguieron (y siguen) aferrados a sus convicciones de publicar textos efímeros.
No había terminado de entender el lenguaje HTLM que me ayudaba a tener mi blog a tope cuando en mi vida apareció Myspace. Supe de el gracias a mis viejos alumnos lancasterianos quienes eran unos verdaderos fanáticos a tener sus propias páginas. Gracias a esos chicos pude ingresar al mórbido y adictivo territorio de la intimidad ajena; leer sus perfiles (en los que se proyectaban sus ambiciones y frustraciones) y pasar horas viendo fotografías, era apenas un mínimo aliciente que me empujaba a tener mi propio espacio, ¿por qué no? Y cuando lo tuve comencé a olvidarme del blog. Sólo de vez en cuando se me ocurría abrirlo y postear -insisto- cualquier pendejada que me ayudara a continuar con la adicción de ser parte del mundo virtual.
Apenas comenzaba a descubrir las bondades de myspace cuando de un sólo golpe llegaron Hi5, Sónico y Facebook. Me decidí por el primero y me di cuenta que no había gran diferencia entre el y myspace, sin embargo, la moda dictaba que había que tener Hi5 pues era en esa comunidad donde la gran mayoría de mis amigos se encontraban aglutinados.
Myspace fue quedando de lado hasta que reaccioné: ¿por qué diablos tenía que andar por donde dictaba la moda? Cancelé el blog, me despedí de Hi5 y decidí instalarme en myspace, sitio que por múltiples razones me legaba mayores satisfacciones y placeres. Pero, por un error de decisión hace unos días me vi obligado a abrir un sitio en Facebook pues en esa red se había fundado una comunidad que aglutinaba a mis nóveles amigos escritores y los ponía en el mismo estribo de la escalinata por la que ascienden escritores ya consagrados.
Y cuando tomé la decisión de otorgarle el mismo tiempo a myspace y facebook, repentinamente todo mundo volcó sus ojos a Twitter. ¡Maldita sea mi suerte! Me encuentro en una maraña de confusión pues mi vida virtual se está convirtiendo un desmadre.
Ahora, para acabarla de chingar, la gente lee más fanzzines virtuales que revistas de papel. No cabe duda que esto de la tecnología está cabrón y ni cómo hacerse a un lado, así que si alguno de ustedes quiere comunicarse conmigo, les pido que regresen a lo tradicional, un e-mail, por favor: brasierdenadia@gmail.com
jajaja otro mail? =D
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